Una lección de autoritarismo

Una lección de autoritarismo 10 de noviembre de 2025

Jesús Silva-Herzog Márquez

Chihuahua, Chih.

Para ser la Presidenta del país más democrático del planeta, doña Claudia Sheinbaum se expresa con el lenguaje de un déspota consumado.

La única causa legítima es la suya.

Los únicos integrantes auténticos de la nación son sus fieles.

Los críticos son sospechosos que merecen persecución.

No lo oculta en sus discursos ni en los mensajes que prepara con cuidado. Su raíz intolerante ha sido clara siempre. Pero en sus reflejos, en momentos en los que brota su reacción espontánea, este talante autoritario queda expuesto con toda nitidez.

Detengámonos en la conferencia de prensa del lunes pasado.

Una impecable lección de autoritarismo.

El asesinato del alcalde de Uruapan no modificó los planes de su revista de todas las mañanas.

Empezó con los anuncios ordinarios de los lunes, tomó la palabra para comentar una explosión en Sonora y solo después abordó la ejecución del presidente municipal de Uruapan.

Lo describió como un asesinato cobarde y vil. Lo condenó y se solidarizó con los familiares del político muerto. Pero tras la repetición de estas fórmulas habituales, emprendió con vehemencia la condena de sus enemigos.

El blanco de su furia no fueron los criminales que ordenaron la eliminación de un político. Su rabia tenía otro destinatario: Felipe Calderón. A más de doce años de haber dejado la Presidencia, el panista sigue siendo la fuente de todos los males, la explicación de todas las desgracias, la excusa de todas las incompetencias.

La indignación que el asesinato de Manzo provocó en todo el país es aceptable solamente en el tono y bajo las condiciones que la Presidenta pretende imponer al debate público.

La indignación de los "comentócratas" es perversa y es falsa.

Puede ser tolerable esa irritación si lleva a la solidaridad con la Presidenta y coloca la responsabilidad en el PRIAN y los conservadores. Pero si la rabia identifica responsabilidad en este gobierno y el anterior, si protesta ante las fallas y las complicidades de este régimen, es inaceptable.

La Presidenta despachó la condena de los criminales en tres palabras. Su solidaridad con la viuda y los hijos pequeños que quedaron huérfanos no le habrá tomado más de un minuto. Pero en la condena de la derecha se regodeó obsesivamente.

A los ojos de la Presidenta no hay mal que no venga de los conservadores. Y no es solamente el efecto de sus políticas lo que cuestiona Sheinbaum sino su podredumbre. Ahí, en la derecha, no puede haber más que ruindad.

La muy disciplinada Presidenta, la mandataria serena, la de la cabeza fría para encarar al agresor del norte, volvió a emplear un calificativo inaceptable en el debate político democrático.

Los otros son buitres, volvió a decir la Presidenta.

Los críticos son animales que se alimentan de carroña, dijo.

Los enemigos del país se deleitan en el sufrimiento de México, pretenden beneficiarse de sus desgracias porque no son, en realidad, parte de la nación. La autócrata niega pertenencia ciudadana a sus críticos.

A los otros no les duele el país. Los otros son incapaces de empatía. Cuando dicen preocuparse por la violencia, mienten.

Son farsantes que se muestran indignados con el imperio del crimen, cuando solamente son defensores de su privilegio.

Para Sheinbaum su movimiento detenta el monopolio de la emoción legítima. En ellos y solamente en ellos la solidaridad, la empatía, el orgullo. En los otros, indiferencia y desprecio.

Mientras a nosotros nos duele el asesinato del alcalde de Uruapan, nuestros enemigos salivan por el banquete que les ofrece la desgracia.

La Presidenta no compartió en ese momento ningún avance en la investigación del homicidio de Uruapan. Pero se comprometió públicamente, desde Palacio Nacional, a informar quiénes organizaban una protesta contra la inseguridad en Michoacán y en el país. Daremos a conocer las cuentas desde las que se convoca a esta expresión de descontento, dijo Sheinbaum.

Y a los medios como Reforma que mantienen independencia frente al hostigamiento del régimen, inspecciones extraordinarias.

El autoritarismo presidencial no es solamente la intolerancia que refleja su retórica.

Es captura y subordinación de todas las instituciones del Estado y su empleo para la intimidación de la crítica.

*Publicado por Reforma el 10 de noviembre de 2025

Jesús Silva-Herzog Márquez

Estudió Derecho en la UNAM y Ciencia Política en la Universidad de Columbia. Es profesor de la Escuela de Gobierno del Tecnológico de Monterrey. Ha publicado El antiguo régimen y la transición en México y La idiotez de lo perfecto. De sus columnas en la sección cultural de Reforma han aparecido dos cuadernos de Andar y ver.