Chihuahua, Chih.
El gobierno de México está sometido a muy grandes presiones, muchas de ellas generadas por él mismo, ya sea por sus acciones o por sus pronunciamientos; y otras, como es natural, por las circunstancias, inesperadas la mayoría de ellas, pero, todas, en conjunto, le agregan un número no bajo de tensiones al grupo gobernante en el país.
Además, súmele la pandemia, los apagones, la crisis financiera y el proceso electoral, por ello, no es sorprendente que el presidente López Obrador tenga respuestas hiperreactivas al intentar dar respuestas a las muy escasas preguntas críticas que se le plantean en las conferencias mañaneras, o que, por su cuenta, dé respuesta a las críticas que de manera natural despierta su protagonismo y su ánimo beligerante.
En oposición al mensaje enviado a su regreso del COVID, en el que dijo ya era el momento de inaugurar una nueva era de amor, y que deberíamos abrazarnos, casi cada mañana se lanza contra uno o varios de sus receptores favoritos.
Así lo hizo en la semana que concluye.
No tiene por que hacerlo, las dimensiones de los problemas por los que cursa el país debería llevarlo a emplear su tiempo y esfuerzos a enfrentarlos.
Sería bueno que siguiera el ejemplo del nuevo presidente norteamericano, Joe Biden, quien apenas tomó posesión y ya estaba firmando infinidad de decrétalos con medidas urgentes para enfrentar la pandemia, la migración y la economía y declaró que ya no tenía tiempo para hablar del expresidente Trump.
¿Eso significa decretar la impunidad y el olvido para las corruptelas del pasado? De ningún modo. Ojalá el presidente hablara menos de los corruptos de los gobiernos anteriores y en cambio más ex gobernantes fueran puestos ante las autoridades judiciales.
El martes, para explicar las razones de los apagones del lunes y los que aún se presentaban ese día, antes de ofrecer una explicación, le achacó a la prensa que se magnificara el incidente.
En ese escenario, difícil para el gobierno, deberá enfrentar el inmenso reto de la vacunación.
No es una novedad asentar que de este problema depende el resultado electoral -en lo general, que, por supuesto, tendrá variables particulares- y no es una exageración, el rumbo de la denominada 4T.
Llegaremos al final de febrero con aproximadamente 190 mil fallecimientos por COVID.
Si esta cifra es ya, de por sí, extremadamente dolorosa e indignante, más lo es la de que 8 de cada 10 muertos por esta enfermedad no fallecieron en un hospital.
Es decir, el moridero de pobres que veíamos asombrados, hace poco menos de un año, en Ecuador y en Nueva York, es el que se da entre nosotros.
Para enfrentar la pandemia casi se acusa a la sociedad de ser la que está fallando en hacerlo, y en muchos sentidos así lo es, sobre todo en los sectores que dudan (todavía a estas alturas) de la existencia de la enfermedad, o de su gravedad, pero lo cierto es que los gobiernos no están haciendo lo que debieron; están, casi -fuera de lo que es lógico, la conducción del sistema de salud- dedicados a hacer el cómputo de personas contagiadas, hospitalizadas, intubadas y muertas.
Ah! Y, además, tarea central, la de señalar el color del semáforo, que, finalmente, es el mecanismo mediante el cual gradúan la apertura de las actividades de los sectores y la población, como mecanismo alterno al del programa de apoyos y subsidios que debieron otorgar:
No te apoyé como lo dictaba la severidad de la enfermedad, pero en cambio te dejo salir a la calle para que allá, si te va bien, no te contagies, o si ocurre eso, curses la enfermedad de la mejor manera, y si te enfermas, me avisas, te recluyes, tomas medicinas y solo, si te agravas, busca un hospital, y si no hay lugares, po’s ni modo, muérete en casa al lado de los tuyos que, con suerte, no se contagien, o se alivien.
Lo anterior es lo realizado por casi todos los gobiernos estatales -con alguna variante-.
Para ejemplificar el hecho de que no se está aplicando una estrategia de real contención de la pandemia, usemos la declaración de la doctora Leticia Ruiz González, directora de Prevención y Control de Enfermedades de Chihuahua, quien llamó a la población a esforzarse “por disminuir el número de contagios”, al tiempo que pidió a la gente que “si tienes un dato o síntoma, lo mejor es aislarte, hacerte la prueba y acudir a tu sistema de salud”.
¿Dónde están las brigadas detectoras de los probables contagios de esta persona? ¿Dónde las pruebas efectuadas -no por la gente, sino por el sistema de salud- a todos los contactos del sospechoso, a fin de detectar a los enfermos?
No existen.
Así, estaremos sujetos a imponderables aún mayores que los aportados por la enfermedad, es decir, a los derivados de la ausencia de una estrategia para enfrentarla y por ello lanzan frases, las autoridades sanitarias encargadas de informar, que la curva epidémica “ahorita se ha estabilizado, es difícil que vaya más a la baja, pero puede hacerlo, podemos hacerlo. Recuerden que primero se estabiliza…”.
Y la peor, motivada por el hecho de que estamos a “la buena de dios”: “En cualquier momento puede subir o bajar (la curva epidémica)”.
Si no hay combate a la epidemia, entonces la vacunación es la herramienta para hacerlo y si esta tarda, las curvas que ahora van con una ligera tendencia a la baja, en cualquier momento lo harán en sentido contrario, máxime si se ordena una mayor apertura económica, lo que traería aparejada una mayor confianza de la gente en que ya está dominada la situación y sobrevendrá el relajamiento de las medidas.
Por ello, las noticias provenientes, sobre todo de Israel y EU, países en los que ya se ha aplicado masivamente la vacuna, en porcentajes de más del 70% y del 16%, respectivamente, consistentes en la presentación de un muy importante descenso en el número de contagios, hospitalizaciones y fallecimientos, despiertan un muy explicable optimismo sobre la aplicación de la vacuna.
La evidencia hasta ahora sugiere que una dosis completa de la vacuna, con el período de espera apropiado después de la segunda inyección, elimina efectivamente el riesgo de muerte por Covid-19, casi elimina el riesgo de hospitalización y reduce drásticamente la capacidad de una persona de infectar a otra persona. Todo eso también es cierto sobre las nuevas variantes del virus.
El problema es el acceso a la vacuna.
Y sí, está generado por los países más ricos: “Los países ricos se encaminan a tener mil millones de dosis de vacunas contra el Covid-19 más de las que necesitan, dejando a las naciones más pobres con los suministros sobrantes mientras el mundo trata de frenar la pandemia de coronavirus, según un informe elaborado por activistas contra la pobreza”. (Nota de Reuters, Londres, Inglaterra,19/II/21).
A tal conducta no escapa el país, enfrentado al hecho de que Trump ordenó -en una de sus últimas decisiones- que no hubiese exportación de vacunas hasta en tanto no se vacunase a los nacionales, orden que Biden ha respetado irrestrictamente, lo que imposibilitó que las empresas Pfizer-Bntech y Moderna surtieran a otros países.
Igual ocurre con la vacuna Astra Zeneca producida en Inglaterra, cuya postura es la misma que EU y que ha originado una áspera disputa entre el Reino Unido y Europa pues la Unión Europea está a punto de ordenar la misma medida sobre todas las vacunas fabricadas en territorio europeo.
Ante ese panorama, destacan acciones como las emprendidas por países como Chile y Brasil que optaron por cerrar contratos con China, y en menor escala con el gobierno ruso -cosa que también Argentina efectuó- para permitir en sus territorios la celebración de la fase 3 de las vacunas de esa nacionalidad.
Así, Chile ha accedido a la vacuna Coronavac, que tiene una efectividad del 50%, pero eficaz en el 100% para prevenir la modalidad severa de la enfermedad.
En ese escenario han tenido que incursionar los gobernantes mexicanos, con algún éxito relativo -así lo vemos en la cantidad y fechas de llegada de las vacunas-, aunque a mediano plazo se advierten señales esperanzadoras, como lo que acontecerá en EU: El presidente Biden ha impulsado la política de aumentar a 3 millones de aplicaciones de vacunas diariamente y están a punto de alcanzar esa meta.
Es probable que a mediados de marzo las fábricas de vacunas asentadas en EU fabriquen esa cantidad -en este momento están aplicando un promedio de 1.7 millones diarios- y hasta por simple conveniencia el gobierno norteamericano va a optar por favorecer a México en la dotación de vacunas, con tal de impedir que la enfermedad le llegue del sur.
En cambio, el gobierno mexicano está sufriendo un no muy velado ataque mediático a causa de la falta de vacunas -en parte por su responsabilidad- por no prever a tiempo la compra de vacunas y no haberse involucrado tempranamente en los procesos de investigación de las vacunas.
Hay, además, un faltante por demás importante: La ausencia del proceso de elaboración de la vacuna propia.
Podrán argüir que han iniciado el proceso, que por eso hizo el presidente el anuncio del nombre, pero la realidad es que no existe tal elaboración.
Así, víctima del acaparamiento internacional de las vacunas, en medio de lo peor de la pandemia y al inicio del proceso electoral que es vital para el grupo gobernante, su mejor apuesta será la oportuna llegada y consecuente aplicación de la vacuna y lograr cifras importantes de vacunados a mediados de mayo, de lo contrario, podrá llevarse una verdadera sorpresa en los comicios del 6 de junio.
Para ello, el presidente deberá olvidarse de la estrategia de ir a vacunar a los mayores de 60 años en las comunidades rurales más marginadas y concentrar los esfuerzos y las vacunas en los grandes centros urbanos, y de ahí escalar a las poblaciones medianas, porque es ahí en donde están las cifras mayores de contagios.
Parece de perogrullo: Si aplicas muchas vacunas desaceleras la velocidad del contagio.
Y si te pones el cubrebocas podrás evitarte adquirir la enfermedad.
¿Porqué no lo entienden los gobernantes mexicanos, entiéndase el Gral. Sandoval, el médico López Gatell, el Director del IMSS Zoé Robledo y el presidente López Obrador?
Una cosa más, por demás inexplicable:
¿Qué caso tiene la presencia de elementos militares, armados hasta los dientes, en los consultorios y sitios en qué se aplican las vacunas ¿Qué caso tiene?
¿O se trata de naturalizar la presencia militar hasta en la sopa?
Y, además, sin sana distancia, se vuelven ejemplo de lo que no se debe hacer.
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