Chihuahua, Chih.
*Intervención en el panel «La izquierda y de la democracia», convocado por el Partido de los Comunistas, celebrado en Tepic el 9 de noviembre de 2025, con motivo de los 50 años del fraude electoral en las elecciones de ese año al gobierno del estado
Las elecciones del 9 de noviembre de 1975 en Nayarit son un parteaguas en la historia electoral del país.
Fue la gesta de un pueblo enfrentado al régimen autoritario de aquellos años, que había enfrentado, 10 años atrás, las invasiones campesinas en el norte y noroeste del país, lideradas por la UGOCM; los movimientos estudiantiles de la CDMx y otros lugares; la guerrilla de Chihuahua y los brotes guerrilleros en distintas regiones.
Entre las cuales sobresalen los del estado de Guerrero, que eran más que brotes, era el pueblo de varias regiones estatales enfrentado al ejército.
Era el régimen que, también, había ordenado la matanza del Corpus Christi, por grupos policiacos, que dirigió quien luego sería “premiado” con la candidatura al gobierno de Nayarit
La histórica elección de Nayarit coincidió, también, con la última parte de la llamada ‘Guerra sucia’, librada por los últimos reductos de las guerrillas urbanas en México.
La de Nayarit no solo fue el compendio de las ilegales maniobras, tramposas, abusivas del régimen, sino que fue también uno de los movimientos -quizá el último- en el que fuerzas de la izquierda socialista, al tiempo que incursionaban en la lucha electoral, la entendían como parte de la lucha general que debe rían dar estos agrupamientos.
Sus antecedentes los encontramos en el nacimiento de la CTM, del SNTE, de los sindicatos petroleros y con una descomunal fuerza en el movimiento ferrocarrilero de todos los tiempos.

Alejandro Gascón Mercado abrevó de todo lo anterior y del pensamiento y obra de uno de los ideólogos más sólidos de la izquierda latinoamericana de esa época, Vicente Lombardo Toledano, fundador de la CTM, del PP, luego, del PPS e impulsor de la UGOCM, sin duda la organización campesina más importante de un largo período del México post-revolucionario.
Lombardo fue, también, uno de los principales ideólogos de la Revolución Mexicana.
La clase política post-revolucionaria mantuvo a Lombardo como uno de sus referentes.
Y esa es la otra fuente de la que abrevó Alejandro, la de la clase política nacida al influjo del más poderoso movimiento revolucionario-popular del México del siglo XX, que era la forma de hacer política, la otra forma, la de ligarse, de acuerdo con las características personales y la ubicación ideológica de cada uno de los protagonistas, al pueblo.
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Pero Alejandro no era el líder solitario que, gracias a sus características personales, diera origen a un vasto movimiento político y social; al contrario, formaba parte de ese movimiento, que generó una buena cantidad de dirigentes campesinos, ferrocarrileros, del magisterio y de muchos dirigentes políticos.
En todas esas fuentes podemos explicarnos el fenómeno que fue Alejandro, con toda seguridad el militante de esta izquierda, la socialista de México, que supo interpretar y compartir de manera asequible a los nayaritas un programa ‘mínimo’ socialista, aplicado a una región.
¿Se acuerdan cuando, en la campaña, en los mitines, decía que su gobierno pondría grandes lavadoras, para que ahí lavaran la ropa de todo el rancho, y así liberar a las mujeres de ese trabajo?
Por igual, mujeres y hombres, protestaban porque, decían, les iban a juntar su ropa con la de todos los demás y Alejandro les respondía -Pero, po’s si es la misma mugre que traemos todos-.
Las carcajadas de los asistentes se oían hasta Tepic.
Luego del fraude, Alejandro y más de la mitad del PPS nos fuimos a formar el PPM y de ahí a la fundación del PSUM.

Al encontrarse con las otras corrientes de la izquierda socialista mexicana, fundar un partido de ella y con el consecuente desarrollo de la lucha electoral, aportaron el protagonismo necesario para crear las instituciones electorales que ya no estarían en manos del gobierno.
Porque no se trataba de ejercicios teóricos, el movimiento liderado por Alejandro Gascón Mercado, venía de protagonizar, sin duda, la que fue la más importante de las luchas electorales de la izquierda socialista mexicana de aquellos años y, probablemente, de la historia.
Vendría después el fraude de 1988, pero cuyo candidato, Cuauhtémoc Cárdenas, encabezaba un movimiento plural.
Nadie había logrado encabezar un movimiento estatal, capaz de disputarle al régimen, no sólo la capital del estado y ganarle, sino también la gubernatura de una entidad federativa y, también ganarla.
En estas luchas y las que dieron otros, especialmente los agrupamientos guerrilleros es en donde podemos encontrar las fuentes originarias de la gran reforma electoral de 1978.
En esa reforma se dilucidó, para la mayor parte de la izquierda, qué democracia impulsaría en el presente y futuro inmediato.
La reforma electoral de ese año, lanzada por el gobierno de López Portillo, bajo la conducción de Jesús Reyes Heroles e impulsada por la izquierda fue el primer paso de la creación de los organismos electorales hasta hoy día vigentes.
Estamos hablando de la democracia liberal, cuyo componente central es la lucha electoral.
No puede dejarse de lado en este aspecto, sin duda, al PAN, que contribuyó al reforzamiento de la nueva institucionalidad democrática, la creación del IFE, de la credencial de elector, al mejoramiento de las reglas de operación de las elecciones, el nombramiento de funcionarios electorales por fuera del gobierno, por lo menos formalmente, pero que ya no eran nombrados por el presidente de la República, en el nivel más alto o el del gobernador en los estados.
Pero la gran disyuntiva de la izquierda socialista, aparentemente ya la había resuelto, por lo menos la de la participación electoral y, de ese modo, el reforzamiento de las instituciones y procesos de la democracia liberal.
También la mayor parte de la izquierda latinoamericana, en lo general, lo había resuelto muchos años atrás, prácticamente desde Salvador Allende y sus compañeros, para proseguir con los distintos episodios en países de centro y sudamérica, hasta llegar al momento actual en que tres de los cuatro países más importantes de América del Sur, Brasil, Chile y Colombia, son gobernados por militantes de la izquierda socialista.
Aquí es en donde ubico el error de una parte de la izquierda socialista de México, la de los mayores agrupamientos, no se dió el debate de fondo, el programático.

Es en el PRD en donde se presentaron las principales discusiones programáticas de la izquierda, que para muchos ya recibía el mote de ‘izquierda electoral’, pero el debate no fue entre el programa de la izquierda socialista y los programas de corte liberal, ni siquiera de la izquierda democrática, o de la socialdemocracia, semejante a la que en Europa desde muchos años atrás se desarrolló, ganó elecciones y asumió el poder, para transformar profundamente a ese continente e impulsar el denominado ‘Estado de bienestar, en el que el Estado asume un papel fundamental en la provisión de servicios sociales (salud, educación, pensiones, prestaciones por desempleo) y en la redistribución de la riqueza a través de políticas impositivas progresivas.
Otra disyuntiva la resolvieron Alejandro y los dirigentes que lo acompañaron desde los primeros momentos.
A quienes aconsejaban iniciar otra forma de lucha, Alejandro les respondió con una aparente simpleza: «Convocamos a los nayaritas a una elección, no a una guerra».
Una vez pasada la elección presidencial de 1976, en Durango, Alejandro convocó a crear un nuevo partido, el Partido del Pueblo de México.
Muy poco después, en su camioneta, les propuso a Heberto Castillo (dirigente del Partido Mexicano de los Trabajadores, mítico dirigente del ’68) y a Arnoldo Martínez Verdugo (dirigente del Partido Comunista Mexicano) la unidad de la izquierda.
Heberto finalmente no prosiguió en esa fase inicial.
Con tal de quitarle el gobierno al partido de Estado, al partido hegemónico de entonces, el PRI, no entablamos el debate al que estábamos obligados, el del programa que desarrollaríamos y no limitarlo a una sola fase de la lucha política, muy importante, sin duda, pero que no trazaba objetivos más allá de ese.
A diferencia de la mayor parte de las agrupaciones de la izquierda latinoamericana, perdimos el perfil político e ideológico y lo que hoy sucede en el país es consecuencia directa de ello.
Podrán argüirse mil defectos, o infinidad de errores cometidos, o como otros lo sostienen, a la defección o traición de muchos militantes de esa izquierda.
Sin proyecto de mediano plazo, una buena parte de esos militantes no tuvieron -no tuvimos- más que militar, los que lo hicieron, de la mejor manera posible, en lo personal, ahí en donde cada quien creyó conveniente.
Y es que, además, desaparecía, frente a nuestros ojos, el protagonista de nuestros objetivos, puede decirse que, ante el desarrollo del capitalismo, desapareció, en la práctica, a la típica clase obrera industrial, y se proletarizaba a integrantes de las clases medias.
A los campesinos, casi los desaparece.

Hoy estamos frente al fenómeno del hipercapitalismo, capaz de darle a los más poderosos capitalistas, un poder como jamás lo habían tenido.
Nadie, de los grandes pensadores y creadores del marxismo, se imaginaron que pudiera desarrollarse de la manera en que lo enfrentamos.
Han estandarizado la vida de la inmensa mayoría de los terrícolas, paradójicamente, también han logrado hacer más asequibles -con límites- la mayor parte de los bienes de consumo y, por tanto, elevado los niveles de ingresos de casi todos los que habitamos la Tierra, con la excepción de una gran cantidad de la población africana, grandes segmentos de los países subordinados y de menores porcentajes de la población, claramente marginada en los centros urbanos del mundo desarrollado.
Frente a ello ¿Cómo resolver la gran cuestión de la toma del poder en un mundo en el que la democracia liberal, sí, la democracia burguesa, se enseñoreó en todo el planeta, convirtiendo al gran sueño de la «Toma del Palacio de Invierno» en eso, en un gran sueño?
¿Luchar por llamar a la población a esa gran ‘toma’ o salir a la calle para convencerla de ganar la próxima elección, en el sinuoso camino de las reformas posibles y enfrentando el poder seductor del gran capital, para quedarse solo como la opción contestaria que pregona la búsqueda del sueño que, para la mayoría, se antoja inalcanzable, sabiendo que esta democracia liberal es absolutamente limitada?
Pero lo que vemos desde el gobierno, en el cual participan muchos de aquellos con los que transitamos algún tiempo, es una completa regresión.
Y lo es desde el punto de vista del desarrollo de la democracia liberal, pues han destruido la mayor parte del andamiaje institucional de estas formas de gobierno, y la han sustituido por un régimen con una tendencia claramente autoritaria, en el que pretenden establecer y superar todos los controles que el anterior partido hegemónico creó para mantenerse en el poder.
Nada más que ahora super reforzado por el agudo y acelerado proceso de militarización de la vida nacional, enmedio de una rampante corrupción y la más salvaje oleada delictiva, creada por el todopoderoso crimen organizado que desde distintas instancias del poder se alienta y protege.
Poco falta para que los militares vuelvan, nuevamente, a robarse las urnas electorales.
El fraude de hace 50 años en Nayarit fue uno de los más escandalosos de la historia moderna.
Con el fraude intentaron liquidar a todo un movimiento popular, que había enfrentado al cacicazgo de Gilberto Flores Muñoz, que había tomado las tierras que le pertenecían a los campesinos.
Que les había derrotado en las elecciones a la presidencia de Tepic y, desde ahí, gobernado, de la manera que no se ha repetido, jamás, en México.

Para finalizar, rescato el momento en el que Alejandro y Salvador Castañeda acudieron a Los Pinos, convocados por el presidente Luis Echeverría.
También estuvo el dirigente nacional del PPS, Jorge Cruishank.
Alejandro, al ver que les daban de cenar, le dijo a Salvador -su compañero de toda la vida, -se me hace que será "nuestra última cena, Chaparrito”.
Para ‘negociar’ estaban el presidente del PRI, Porfirio Muñoz Ledo, y el Secretario General, Augusto Gómez Villanueva, que había sido amigo de Alejandro pues coincidieron, de jóvenes, en el internado, cuando ambos fueron dirigentes de sus respectivos internados rurales.
Muñoz Ledo y Gómez Villanueva les hicieron diversas propuestas: Que calculara cuánto dinero había gastado en la campaña para reponérselo, que eligiera a cuál embajada quería irse.
Le ofrecieron la de Cuba, fue rechazada; luego, la de Italia, fue rechazada; ante la negativa, Muñoz Ledo y Alejandro se enfrascaron en una muy ríspida discusión, ante ella, Gómez Villanueva intentó llamar al ‘orden’ a Alejandro y éste le respondió, fuerte la voz -«A mí ningún matraquero, hijo de la chingada, me va a llamar al orden».
Ese fue el momento en que entró al lugar el presidente: «¡Qué pasa, qué ya no podemos hablar entre mexicanos».
Bajó el nivel del tono, pero las propuestas continuaron y ahí fue cuando se habló de que Alejandro fuera el candidato de la alianza entre el PRI y el PPS a la senaduría.
Fue rechazada, pero a Cruishansk le brillaron los ojos. Ahí se gestó la primera alianza del PRI, en toda su historia.
Con ello, el régimen reconocía su derrota ante los nayaritas.
Ahí nació el PPM, que devendría, con los años, en los anfitriones de este evento -los compañeros del Partido de los Comunistas- a quienes les agradezco la convocatoria a este reencuentro, así sea a la distancia y que me permite saludarlos con afecto.
Muchas gracias.
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