La “Revolución” que no fue

La “Revolución” que no fue 15 de enero de 2021

Ethan Tejón Herrera

Chihuahua, Chih.

Aunque parezca sorprendente, millones de trumpistas repartidos a lo largo y a lo ancho del territorio de la Unión Americana, continúan viendo a Trump como si se tratara de una especie de salvador o redentor de una nación en decadencia.

Los Estados Unidos definitivamente ya no son lo que eran; la época del sueño dorado americano ha concluido, quizá para no volver nunca más.

La severa crisis económica que comenzó en aquella nación en 2008, el gasto excesivo en las intervenciones militares en Oriente Medio, la desigualdad social, el auge de la tecnología y de las redes sociales que desembocó en una guerra tecnológica y digital, así como el retorno del proteccionismo comercial, el ascenso de los países emergentes, específicamente los asiáticos y ahora sumémosle una pandemia, fueron factores que sumados contribuyeron a sepultar la noción del “American Dream”.

Trump fue el último clavo del ataúd norteamericano. Sus políticas, sus actitudes y sus creencias motivaron a millones de simpatizantes a creer que los Estados Unidos debía de colocarse por encima de las demás naciones, en una vuelta a la doctrina del viejo excepcionalismo estadounidense, que vería su concepción al menos dos siglos atrás.

Quedaron atrás las viejas formas de gobernar, tales como la diplomacia, el respeto, la negociación y el unilateralismo. 

 


Los discursos de Trump y sus motivaciones, fueron vistos con horror en todo el mundo. Era como si la locura del mundo entero se hubiera materializado en la piel de un solo hombre.

Pero definitivamente no fue así, millones de personas compartían su visión y estaban decididos a dejarla intacta, incluso una vez que Trump abandonara el cargo.

Tan solo basta recordar la reciente toma del Congreso estadounidense, también conocido como Capitolio o Capitol Hill, lo cual es un hecho inequívoco de que la fanatización, la polarización extrema y los discursos incendiarios son un peligro latente para la democracia y para sus instituciones.

Lo más grave y sorprendente del asunto, es que los manifestantes ahí reunidos creían que lo que estaba sucediendo ahí realmente, no era un episodio de violencia electoral, sino una verdadera “revolución”.

Una “revolución” que si bien no tuvo éxito, continuará amplificando su radio de alcance y buscará por todos los medios poner nuevamente al empresario neoyorquino en la Casa Blanca una vez más.

Sin embargo, esta misma semana se aprobó un nuevo juicio político en contra del mandatario estadounidense por incitar aquel episodio de violencia en la sede del poder legislativo, el cual dejó un  saldo trágico de cinco personas fallecidas, entre ellas una veterana de la Fuerza Aérea estadounidense simpatizante de Trump y un oficial de la policía del Capitolio que combatió en Irak.

Muchos líderes políticos y simpatizantes republicanos se han comenzado a distanciar del mandatario y le han recriminado su responsabilidad en los hechos del pasado 6 de enero y han apoyado a su contraparte demócrata por enjuiciar e impedir cualquier intento del presidente de volver a retomar su carrera política, una vez abandone el cargo a partir del próximo 20 de enero.

Sin embargo, incluso una vez que Biden tome posesión del cargo, el eco de un supuesto fraude electoral no dejará de sonar, así como también los episodios ya antes vistos de polarización y violencia extrema que serán parte de la “nueva normalidad” política estadounidense.

Con una nación dividida y severamente golpeada por la pandemia, Biden buscará retomar el liderazgo estadounidense y ganar nuevamente la confianza del mundo entero ante una nación que engendró a un líder político como Trump.

Lo que se viene en los próximos días será decisivo para determinar el futuro del sistema político estadounidense y del resguardo de sus instituciones.

No deja de asombrar que la considerada como la “madre” de todas las democracias modernas, haya sido testigo de un episodio similar a las experiencias latinoamericanas, africanas o inclusive de las provenientes de Europa del Este.

Millones creen en una supuesta “revolución” que aparentemente se convertirá en un dolor de cabeza para la democracia estadounidense y para el cuatrienio del demócrata Biden. Solo el tiempo dirá que sigue. Mientras tanto, conservar la democracia es una prioridad en el mundo contemporáneo, tan lleno de retos y peligros, como en cualquier otra coyuntura histórica.