Chihuahua, Chih.
En forma por demás sorpresiva al inicio de esta semana, México y Estados Unidos llegaron a un acuerdo bilateral preliminar en cuanto a la renovación del Tratado de Libre Comercio de Norteamérica, puesto en marcha en 1994 y desdeñado en agosto de 2017 por el presidente norteamericano Donald Trump, el cual lo calificó como un “desastre” que afectaba a los trabajadores y la industria manufacturera de su país.
El presidente de México fue el encargado de hacer el anuncio. Primero habló con el primer ministro de Canadá, Justin Trudeau, a quien informó del estado de las negociaciones en las mesas de trabajo entre México y Estados Unidos y unas horas después, con Donald Trump, en cadena televisiva, radiofónica y ante los principales periódicos de ese país, a convocatoria de la Casa Blanca.
Trump, en dicha conferencia, repitió que “era un gran acuerdo bilateral” entre ambos países, como lo había divulgado en su página de Twitter. Literalmente dijo: “Después de duras negociaciones el NAFTA ahora se llamará Acuerdo Comercial entre Estados Unidos y México. Es un gran día para el comercio. Es un muy buen acuerdo para ambos países”.
Dicho lo anterior, dejó en claro que sería un acuerdo bilateral por separado con su vecino del norte.
Para deducir lo que realmente está ocurriendo y a quién beneficia este endeble y resbaladizo acuerdo --cuyo contenido no se ha dado a conocer--, hay que preguntarse:
¿Qué entiende Trump por una negociación justa? ¿Por qué se aferra a un acuerdo bilateral con México y Canadá y no trilateral, como el suscrito desde 1994?
Para dar respuestas a estas interrogantes, debemos considerar el contexto político electoral por el que atraviesan México y Estados Unidos y en lo particular Enrique Peña Nieto y Donald Trump.
De igual forma, no debe dejarse de lado la disputa geopolítica en el mundo y la guerra comercial entre las grandes potencias, China, Japón, Rusia y Alemania y por supuesto Estados Unidos.
En lo que se refiere al contexto político electoral es lógico que a ambos mandatarios les conviene y les urge que se llegue a un acuerdo comercial y que Trump insista en que sea bilateral, que le favorezca para seguir impulsando su guerra comercial con sus competidores.
Peña Nieto, como ya lo está promocionando, quiere concluir su mandato el 1 de diciembre, con la imagen de un presidente que modernizó al país con 14 reformas estructurales y salvó a México de una catástrofe comercial y desplome financiero.
Donald Trump busca por su parte ganar adeptos en las elecciones intermedias de la Cámara de Representantes, claves para él, pues si los republicanos pierden la mayoría legislativa, puede ir a juicio político por todos las irregularidades e ilegalidades en que incurrió durante su campaña presidencial, que sus asesores han confirmado ante la justicia.
Con la divisa de divide y vencerás, Trump se salió con la suya en la negociación con México en varios rubros clave, como el de la cláusula de terminación anticipada del TLCAN, que si bien tendrá una vigencia de 16 años, se renovará cada seis años.
Accedió también a que México haya aceptado eliminar el capítulo 19 de resolución de disputas en el TLCAN, que permite que los tres integrantes del acuerdo comercial puedan pedir paneles independientes cuando se es víctima de decisiones comerciales desleales.
El gobierno de Peña Nieto dejó correr por la libre, así mismo, las reglas impuestas por Trump, particularmente en lo que se refiere a la industria automotriz.
La norma impuesta por Trump establece que el 75 por ciento de las partes de los automóviles sean fabricados en los países integrantes del TLCAN, un incremento de 12.5%.
Otra regla de este acuerdo exige que los trabajadores automotrices en los dos o tres países que suscriban el TLCAN, perciban al menos 16 dólares por hora. Los vehículos ensamblados en plantas ya existentes que no cumplan con esa regla, se les cobrará un arancel de 2.5 por ciento, lo que parece un beneficio para los trabajadores pero resta competitividad a México, que es lo que a él le interesa.
La personalidad de Trump, ciertamente es considerada a nivel mundial, como inquietante por su megalomanía, narcisismo, manipulación, egolatría.
Lo digo porque en el caso del tema que hemos abordado, todo puede cambiar. Hoy dice una cosa y mañana la puede negar. Un día después del “gran acuerdo comercial con México”, volvió a insistir en su obsesión de construir el muro fronterizo que México tendría que pagar.
Así que ni Peña Nieto y Andrés Manuel López Obrador y sus equipos, deberían aún no echar a vuelo las campanas. Quedan muy pocos días para saber a detalle cuáles fueron los acuerdos suscritos entre México y Estados Unidos, y el porqué de la resistencia de Trump a que Canadá se incorpore al TLCAN.
¿Será acaso que Trump lo quiere es disolver el TLCAN e impulsar acuerdos bilaterales con México y Canadá, para imponer a uno y otro su dominio?
No lo dudo. En su libro “El arte de la negociación”, de 1987, Trump presume: “Me gusta provocar a mis adversarios para ver cómo reaccionan; si son débiles, los aplasto y si son fuertes, negocio”.
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