Chihuahua, Chih.
En los años recientes se ha puesto de moda el término de “posverdad” en el análisis político. Cuando un concepto se vuelve común en sus aplicaciones y usos es necesario detenerse y pensar a profundidad lo que está detrás de esta tendencia.
En el caso del concepto de “posverdad” son escasos los debates sobre las cualidades definitorias del término y sobre sus aplicaciones en el análisis político. Los orígenes del concepto se detectan en los Estados Unidos, entre la década de 1990 y en las dos primeras décadas del siglo XXI. Desde el contexto estadounidense este término ha sido trasladado a otras regiones y países el mundo, incluido México. Este es un primer elemento que es necesario analizar con detenimiento.
El concepto de “posverdad” surge en un tiempo histórico impregnado por la incertidumbre. Vivimos en una época histórica de quiebre civilizacional e institucional en la que nuestras formas de vida han sido puestas en duda de manera reiterada. Hay una serie de conceptos y teorías sociológicas y filosóficas que forman parte de un enorme campo semántico que hace referencia a la incertidumbre de nuestra época:
- Durante el siglo XX surgen las teorías de la incertidumbre en la física y las matemáticas (Heinsenberg, Gödely Tarsky), que posteriormente se trasladan hacia otros planos de la vida.
- En la década de 1980 Ulrich Beck planteó la teoría de la sociedad del riesgo.
- En las décadas finales del siglo XX surge el pensamiento complejo de Edgar Morín, que subraya la misma condición de riesgo e incertidumbre ante la vida presente y futura.
- En los años recientes el filósofo italiano Giani Vatimmo ha planteado la necesidad de una filosofía de vida basada en un “pensamiento débil”, sin fuertes asideros epistemológicos, éticos o políticos.
- También recientemente surge el concepto de “modernidad líquida” de Bauman, que caracteriza a un tiempo histórico inestable dominado por la lógica neoliberal.
Estas teorías y otras más han abonado a la interpretación de una época que se caracteriza por el relativismo, en donde la verdad es una construcción que al carecer de sustento y solidez, se vuelve en todo momento cuestionable. Vivimos una época en la que los desbarrancaderos de la verdad aparecen por todos lados. Desde 1960 hasta la fecha las verdades históricas, políticas, sociales, éticas, etc. han sido puestas en duda de manera permanente. A esta etapa de permanente cuestionamiento de la verdad se le conoce como “posmodernidad”.
El concepto de “posverdad” es entonces una de las derivaciones de la posmodernidad en la teoría y el análisis político. La “posverdad” es un síntoma teórico (presente en libros y artículos) y fáctico (presente en los hechos) de la posmodernidad y nos muestra a millones de hombres y mujeres del siglo XXI que caminan sobre un terreno histórico quebradizo, en el que aparecen fisuras por todos lados.
Pero en la política y la historia de nuestros días no todo es “posverdad”, no todo tendría que ser medido de manera estricta a partir de este concepto que implica un relativismo extremo. En este momento histórico es necesario detenerse y comenzar a desentrañar los procedimientos a través de los cuales se busca construir un relativismo político extremo, donde la “posverdad” juega un rol de primer orden.
En los hechos políticos de los dos últimos meses en Chihuahua y en México, uno de los asuntos que comienza a oscilar en el péndulo que va de la verdad hacia la carencia de verdad (la “posverdad”), es el proceso para juzgar a César Duarte y sus cómplices.
Los acontecimientos de los últimos dos meses que han girado alrededor del caso de César Duarte, comienzan a arrojar una serie de ingredientes que van configurando el montaje de un escenario caracterizado por la “posverdad”:
- Los señalamientos y denuncias de tortura por parte de dos de los duartistas que están en la cárcel (Antonio Tarín García y Gerardo Villegas Madriles).
- La colocación de dos espectaculares por parte del gobierno del estado presionando por la extradición del exgobernador, que inmediatamente fueron impugnados y retirados.
- Las confrontaciones de Corral con la prensa estatal y nacional, y en específico los audios en los que Maclovio Murillo amenaza al periodista Osvaldo Salvador Ang, del periódico digital “La Opción”.
- Las confrontaciones abiertas entre Corral, el priismo nacional y el gobierno federal, que han llevado a una serie de maniobras y señalamientos de ida y vuelta entre los confrontados.
- Los señalamientos que se han hecho a Corral por el caso de Miroslava Breach, que implican a funcionarios del panismo local.
- En el colmo del cinismo, recientemente aparece la figura de César Duarte, quien a través de sus abogados denuncia a Javier Corral por una presunta campaña de desprestigio en su contra y por el desvío de recursos para apoyar a la caravana por la dignidad.
Todos estos acontecimientos y otros más, comienzan a poner en duda el desenlace de los procesos jurídicos en contra de César Duarte y los operadores de su sexenio. Esto va dándole forma a un escenario político que busca construir un territorio que camina ente la cierto y lo incierto, entre lo plenamente probado y lo carente de pruebas, ente lo verdadero y lo falso. ¿A quiénes les conviene esto y por qué razones?
Lo cierto es que la coyuntura y los hechos políticos que envuelven al caso de César Duarte, comienzan a convertirse en un territorio minado que resulta amenazado por los procedimientos políticos y mediáticos a partir de los cuales se elabora la “posverdad”. El caso de César Duarte es un laboratorio político para que los analistas e investigadores puedan analizar con detenimiento y a profundidad los procedimientos a través de los cuáles se construye la “posverdad”.
Quienes hacemos análisis político debemos ser cautos en la emisión de nuestros juicios y valoraciones.
El análisis político es una actividad que resulta comparable con la actividad que realiza un cirujano que disecciona un cuerpo. Al analizar el caso de Duarte y los desempeños del gobierno corralista ante ello, es necesario hacer los cortes, las extracciones y los análisis del cuerpo de lo político de manera cuidadosa, procurando en todo momento una vigilancia epistemológica y ética sobre lo que se afirma.
En una época herida por la “posverdad”, el periodismo es una actividad que debe caminar sobre el delgado filo y equilibrio desde el que sostienen la verdad y la justicia.