El problema del agua en Chihuahua y la negación del “pueblo” 27 de agosto de 2020
Leonardo Meza Jara
Chihuahua, Chih.
Nunca el “pueblo” será una plenitud, nunca será una totalidad social, ni una totalidad política bien definida.
El “pueblo” es un concepto impreciso, cuyo piso ideológico y político no resulta del todo claro. Es necesario entonces, analizar a profundidad los usos del concepto y de la funcionalidad política del “pueblo”, que se han hecho presentes durante el gobierno de López Obrador.
En los debates que se han generado en redes sociales y en los medios sobre el movimiento de los agricultores que defienden el agua de las presas de Chihuahua, se ha evitado analizar a profundidad el concepto del “pueblo”.
¿Para la 4T y para Morena, los agricultores que han defendido el agua de las presas en Chihuahua, son parte del “pueblo” o no lo son?
A lo largo del conflicto por el agua de las presas en Chihuahua, se identifican un conjunto de mecanismos discursivos y de operación política, a partir de los cuales los agricultores de Chihuahua han sido marginados, denostados e incluso negados como “pueblo”.
En el fondo del conflicto por el agua de las presas en Chihuahua, hay una negación de los agricultores como “pueblo”. En esta negación, se identifica un pragmatismo en el proceder gubernamental, y se identifica también, una traición política.
En la negación de los agricultores de Chihuahua como “pueblo”, es posible identificar entre algunos lópezobradoristas el síndrome de Judas.
Aunque los agricultores han sido negados como “pueblo” más de tres veces entre algunos integrantes de Morena, hay una obstinación por negar a los agricultores de Chihuahua como “pueblo”.
Desde las estructuras del poder gubernamental y desde una militancia que evita la autocrítica, los lópezobradoristas se reservan el derecho de aprobar o desaprobar quienes son los integrantes del “pueblo” y quienes no lo son. A este respecto, habría que preguntarse:
¿Cuál es el perfil social que un sujeto debe tener para ser concebido como parte del “pueblo”?
¿Cuál es el estatus económico que un sujeto debería tener para ser reconocido como “pueblo”?
¿Cuál es la afinidad ideológica o política que un sujeto debe tener, para ser parte del “pueblo”?
¿Cuáles son las razones, por las cuáles los agricultores de Chihuahua que han defendido el agua de las presas, han sido negados como “pueblo”?
Sobre el concepto de “pueblo” que ha sido utilizado ideológica y políticamente por la 4T y por los militantes de Morena, se identifican un conjunto de vaguedades, ambigüedades y vacíos.
Este concepto está lleno de trampas. Mientras se niega a los agricultores de Chihuahua como “pueblo”, el presidente convoca al “pueblo” para hacer una consulta en la que se decida, si se juzga o no se juzga, a los expresidentes priistas y panistas por los actos de corrupción cometidos.
El de “pueblo” es un concepto que ha sido manipulado mediante dos mecanismos: A) discursos impregnados de una retórica que se inflama al grado de la exacerbación y, B) el trazo de una metafísica política que coloca al pueblo en una especie de paraíso histórico que resulta imaginario y real a la vez.
Por un lado, hay una retórica del “pueblo”, que discursivamente resulta conveniente para un proyecto político-gubernamental-electoral. Pero los puntos de apoyo de esta retórica están sujetos de ambigüedades, vaguedades y vacíos conceptuales y fácticos. Estamos hablando de una discursividad del “pueblo”, cuyo piso teórico y cuyo piso práctico es inestable y poco claro.
Por otro lado, el “pueblo” posee una existencia real y palpable. Pero también tiene una existencia imaginaria, que está más allá de lo real y que se instala en una metafísica.
Hay una metafísica del “pueblo”, como sustancia ideológica y política.
El “pueblo” es una especie de altar, un templo al que se le invoca de vez en cuando para allanar o justificar las acciones gubernamentales.
Al pueblo se le convoca, para una consulta sobre enjuiciar o no enjuiciar a los presidentes. Al pueblo se le evoca, como parte de una historia a la que se rememora y se consagra en los términos de una religiosidad política. Al pueblo se le invoca, de la misma manera en que se lanzan llamados y oraciones a los dioses que están más allá de la tierra.
A los defensores de la 4T y a los militantes de Morena, se les plantean las siguientes preguntas:
¿Que no el “pueblo”, son también las feministas que han demandado una actitud mucho más comprometida y consecuente de la 4T ante la violencia de género?
¿Que no el “pueblo”, son también las víctimas de la violencia del crimen de organizado que han dejado de ser escuchadas y atendidas por el gobierno de López Obrador?
¿Qué no el “pueblo”, son también los indígenas que han manifestado su oposición a la construcción del tren maya?
¿Qué no el “pueblo”, son también los indígenas yaquis de Sonora que tuvieron que manifestarse enfáticamente ante la 4T para ser escuchados?
¿Qué no el “pueblo”, son también los agricultores de Chihuahua que defienden el agua de las presas para garantizar los ciclos de riego del año 2021, en un contexto de agravamiento de la sequía?
¿Dónde comienza y dónde termina el “pueblo” para los defensores del lópezobradorismo?
¿Acaso el “pueblo”, es un concepto cuya funcionalidad política es fundamentalmente electoral, y se utiliza entonces como un mecanismo de adhesiones y captura de votos?
¿Más allá de lo electoral, hay un sujeto del pueblo al que se procura empoderar, para dialogar, debatir y decidir sobre los problemas del país?
¿O más bien, el “pueblo” es presa de una estrategia propagandista que administra y limita el diálogo, el debate y la participación activa de la sociedad en la solución de los problemas del país?