Chihuahua, Chih.
Explicar el modelo extractivista y los procesos donde se tienen modificaciones del Mezcal-Agave Artesanal que adquieren un contexto “mercantilista”, es evidenciar la existencia de conflictos en las tensiones socioculturales entre la identidad cultural y los saberes tradicionales.
El mezcal es una bebida destilada producida a partir de la cocción de la “piña” de maguey o por alguna de sus partes “quiote o pencas”; existe evidencia que su desarrolló fue por la llegada de los españoles; pero su elaboración primigenia obedece “a un origen nahoa”.
La planta de maguey fue modificada de un bien natural a un bien privado “y cerrando” como un bien público; el devenir al “dominio español” aparecen magueyeras como el Tequila en Jalisco y Llanos de Apam, donde este último comprende los estados de Hidalgo, Estado de México, Tlaxcala y Puebla.
A fin del siglo XVIII la producción magueyera se transforma del uso ritual hacia las destilerías, donde las ollas de barro tuvieron un rol determinante en las “fábricas o palenques del vino-mezcal” y en donde el porfiriato y las políticas posrevolucionarias estimularon la mecanización.
En los sesentas se da un impulso agroindustrial en el país, donde la información del valor de los bienes permitió un cambio gradual de paradigma respecto al uso del maguey como elemento socio-cultural y en cuya expresión actual son los monocultivos dirigidos por el núcleo empresarial productivista; mismo que corresponde a los objetivos e intereses del capital “y en pro” del aumento de la plusvalía hacia atrás y hacia delante de la Cadena de Valor de los procesos de producción, transformación y comercialización del Sistema Producto del Mezcal-Agave.
Está producción intensiva permitió mayor presión ambiental e hídrica, deterioro ecosistémico, marginación socioeconómica, daño de los cultivos básicos y de la agrobiodiversidad y la modificación de los sistemas de producción y del conocimiento mezcalero.
La rigidez de las políticas fiscales entre 1980 y 1990, concreto el establecimiento en 1994 de la Denominación de Origen Mezcal (DOM), después de 1994 a 2018, la Denominación de Origen se expandió entre los estados y algunos de sus municipios de Oaxaca, Guerrero, Zacatecas, San Luís Potosí, Durango, Tamaulipas, Guanajuato, Puebla, Michoacán, Estado de México, Morelos y Aguascalientes; situación que da pie en radicar más a los productores en sus comunidades y la elección de incrementar sus ingresos.
Señalar los claroscuros del capital transnacional es imperativo como “un salario no remunerador, desigual y dependiente” de los trabajadores del Mezcal-Agave y que corresponde a una proporción monetaria paupérrima que pagan los empresarios a los labriegos, y cuyo monto promedio fluctúa entre la mitad de un salario mínimo mensual y la percepción completa de un salario mínimo vigente, es decir alrededor de 3,500 pesos mensuales por trabajador, mismo que está muy por debajo de los salarios contractuales de las distintas clases agroindustriales, en suma ¡un salario digno y justo para la obtención de una canasta básica alimentaria para los mezcaleros es una falacia! (Fuente estimada en base a la ENIGHF 2022).
Ver la cuantía salarial de lo que perciben los trabajadores, explica como los pequeños productores con o sin tierra se conectan con las dinámicas tradicionales de los territorios y los modos de producción campesina.
La respuesta de las compañías transnacionales fue la ruta de la expansión mercantilista como lo hicieron Bacardí, Pernod Ricard y Diageo, que adquirieron marcas para aprovechar el auge en el mercado en el país y con ello expandirse en “Estados Unidos, Canadá y otros países”; en este sentido la extensión de la Denominación de Origen del Mezcal-Agave se explica por la preferencia de alta demanda del mercado internacional.
Lo relevante de las marcas en el 2011 fue porque que Diageo negocio la marca “Pierde almas”, Bacardí obtiene la bebida con “Ilegal” y Pernod Richard con “Del maguey”, marcas que fueron de gran popularidad del mezcal oaxaqueño luego de la declaratoria de la DOM en 1994, sin embargo, hoy pertenecen a las corporaciones transnacionales.
La irrupción del mezcal como componente sociocultural, fue un “rescate de la tradición Mezcalifornia” en Estados Unidos, mismo que se exhibió en el 2015, y en el 2019 se promociono internacionalmente. Esto es un pillaje y saqueo biocultural-extractivista, pues el material genético se sustrajo del país, así como el conocimiento campesino sobre la destilación y fermentación del mezcal y el pulque.
El mal habido extractivismo se centra en el corporativismo que ha desarrollado un proceso de captación de productos, materias primas y de conocimiento que sólo beneficia al oligopolio del Mezcal-Agave; la penetración del capital transnacional tiene propósitos ajenos a lo “religioso y social” de la comunidad y en donde el mezcal es un componente sociocultural campesino derivado de la apropiación de espacios productivos y de medios de producción; el despojo a los mezcaleros ha convertido en sus territorios en asalariados; así, que al perder lo cultural y lo biológico, se tiene como saldo un paso atrás al dominio transnacional y desarrollista; la disyuntiva es de perder lo más preciado del poder popular y campesino o bien continuar la lucha de resistencia y resiliencia de los pueblos y su descendencia.
La protección de la agrobiodiversidad es una falacia, porque el conocimiento campesino y las prácticas culturales “son entelequias modernizadoras” y en cuya salida de los programas y proyectos es determinante seguir los intereses mercantilistas.
En suma, es imperativo revisar la Denominación de Origen de 1994 del mezcal para adecuar y proteger los territorios, el conocimiento, las formas de producción, el reconocimiento de los saberes tradicionales, la autonomía, las semillas y por un sistema-producto donde predomine el manejo agroecológico que estructure la producción sustentable y sostenible.