Chihuahua, Chih.
El gobernador Javier Corral llega a su segundo año de gobierno, en medio de crecientes signos de rechazo popular.
Recibió un abucheo por una buena parte de los asistentes al foro sobre la reforma educativa, organizado por el futuro gobierno federal, esa reacción tiene importancia, no solamente por su valor implícito, sino porque la reacción del gobernante fue el fiel reflejo de su personalidad y de su falta de ubicación en la administración pública.
Repetido hasta el cansancio por infinidad de protagonistas y de analistas, la mayoría no proclives al panista, ese acto sirvió para confirmarlo: Su larga carrera parlamentaria lo “pierde”. Es un hombre no acostumbrado a perder una discusión y no se percata de la enorme repercusión que generan sus hechos y sus dichos.
Durante años vivió en la burbuja de la clase política y la élite académica en la cual las posturas emitidas tienen la importancia de contribuir al debate -en el nivel que posee dicha élite- pero que, finalmente no repercute tan directamente en la vida de las personas, como lo sí lo hacen los dichos y hechos del gobernante.
De ahí que si uno de sus integrantes realiza tal o cual práctica deportiva y lo “sube” a su “feis”; o que sea continuo asistente a los espectáculos, de cualquier tipo, y que, además, los “publicite”, no es, para nada, algo del otro mundo; nadie, en esos ambientes, se sorprende.
Por eso, “subir” a las redes sociales una imagen de la mascota preferida y acompañarla de una frase pretendidamente “intimista” no es, entre ellos, algo criticable, al contrario.
Otra es la realidad fuera de los ámbitos legislativos y de los exclusivos sitios y zonas de la ciudad de México.
A esa realidad ha debido enfrentarse Javier Corral y no lo asimila; no aprehende que sus actos, todos, están bajo el escrutinio de la sociedad; creyó que con linchar a los medios de comunicación, señalarlos -a todos- como súbditos de Duarte, bastaría para contar con una mayoritaria opinión favorable en la sociedad chihuahuense.
Se equivocó.
Y también en el diagnóstico realizado por su equipo y él mismo sobre la real situación de la entidad que gobernaría, ubicada, como si algo faltara, en una conflictiva y estratégica zona del tráfico internacional de estupefacientes.
Crece la certidumbre: Corral no está preparado para gobernar.
Contratada hasta el tope de las capacidades financieras del gobierno del estado, la deuda pública, casi en su totalidad, por el ex gobernador César Duarte, era un enorme desafío para la entrante administración, la que estaba obligada a efectuar un más que drástico recorte presupuestario, merced a la puesta en vigor de un salvaje ahorro gubernamental, que debió ser espartano.
No lo hicieron.
Los signos están por doquier: Los viajes de los subsecretarios de Cultura y de Innovación Económica son el más fiel reflejo; los del mismísimo gobernante; la creación de más puestos en la administración estatal; el mantenimiento de los sueldos y salarios, así como de las prestaciones de la élite dorada; las licitaciones en las que frecuentemente se compran bienes y mercancías por encima de los precios más adecuados; las compras por adjudicación directa, la mayoría realizadas en el sector salud.
El escándalo de las contrataciones en Comunicación Social, y no solamente en lo referente a los contratos en los que, supuestamente, se encuentra involucrado el anterior titular de esa Coordinación, Antonio Pinedo, sino por la hasta obscena relación del gobernador Corral con los directivos del Canal 28, y la increíblemente sumisa línea editorial desplegada por éstos para hacerse gratos a los ojos del panista.
Y fuera de eso, ademas de la permanente acusación de Corral a los medios -de criticarlo “porque ya no reciben los dineros que Duarte sí les entregaba”- la política de comunicación social es inexistente; la contratación de la difusión de la publicidad gubernamental se hace con los mismos criterios del pasado, de manera totalmente discrecional y favoreciendo a los cercanos, o a aquellas empresas que han concedido “bajarle una o dos rayitas” a la crítica.
Pero es imposible desconocer la realidad. El gobernador Corral ya descalificó a la revista Proceso, a los periódicos capitalinos Reforma, El Universal y La Jornada. ¿Lo criticarán porque han pretendido “extorsionarlo” debido a que no les “ha entregado” dinero? ¿O porque existen hechos y conductas criticables, develadas por los medios?
Perdida la autocontención, tanto del gobernante, como de su interlocutor televisivo favorito y casi único en la entidad-, lleva a Corral a enfrentarse, cada vez con más frecuencia, con hechos sorpresivos para él, que acontecen en la entidad que gobierna y a la cual comprende cada vez menos y lo convierten en presa fácil de la crítica más ramplona, por ejemplo, la de que no ha efectuado obra pública, queja que es la principal en amplios capas de la población y de la cual, paradójica, cínicamente, algunos personajes del priismo pretenden apropiarse.
¿Cómo va a construir Corral obra pública mayor, visible, si la deuda de Chihuahua está hasta el tope?
¿De dónde sacar los recursos para llevarla al cabo si Duarte se la gastó en muchas obras inconclusas, otras suntuarias y mayormente en gasto corriente y para cubrir el abultado déficit presupuestario, con el fin de aparentar mejores índices de Chihuahua en bienestar?
Y, además, Corral empeñado en acusar al presidente Peña Nieto de proteger al ex gobernante. La respuesta fue lógica. El grupo gobernante en el país, le aplicó la criticable regla de oro del presidencialismo mexicano: Si se portan mal, los castigo.
Al Estado de México más de 5 mil millones de pesos al final del año, “para adecuaciones presupuestarias”, y para el gobierno de Corral apenas rebasó los 60 millones.
A principios de diciembre del 2016, Corral viajó a la ciudad de México a gestionar la entrega de recursos extraordinarios de esa partida.
Previamente ya había realizado sendas declaraciones estruendosas. El resultado fue el castigo.
Exactamente un año después, un alto funcionario de Hacienda estatal comentó que el gobernador hacía las mismas gestiones de un año atrás. Jocoso dijo que le habían pedido que “por favor, no te vayas a pelear”.
No les hizo caso, en febrero iniciaba la caravana de la dignidad cuyos ejes centrales eran, sí, la exigencia de extraditar a Duarte y la entrega de aquellos recursos, pero que en el fondo estaba concebida para incidir en la ya inminente campaña presidencial.
Con muchas deficiencias jurídicas en los procesos, las que se le vendrán encima al grupo gobernante, pero una cosa sí hay que reconocerle. Hasta ahora, todos los exfuncionarios duartistas, acusados por el gobierno de Corral, se han declarado culpables, -por las razones que fueren- con la excepción de Alejandro Gutiérrez, el que está a punto de que lo declaren inocente, merced a la elaboración de una mala y débil acusación.
De ese modo, Corral sí puede ufanarse de haber llevado a la cárcel al mayor grupo de ex funcionarios públicos, acusados de corrupción, pero su gobierno adolece -en menor cuantía, obviamente, y en menor extensión- del mismo defecto.
Al tiempo.
Tiene pendiente obtener la extradición del ex gobernador y esa será su prueba de fuego, ante la cual no podrá argüir que Peña Nieto, o que AMLO lo protejan.
Duarte está en manos del gobierno norteamericano y quien resolverá sobre su presunta culpabilidad -requisito indispensable para conceder la extradición- serán los tribunales estadounidenses.
Pero una cosa es encontrar a la entidad que se va a gobernar en condiciones desastrosas, y otra es no tener, a la vuelta de dos años, un sensible mejoramiento de la hacienda pública; que en lugar de los ahorros deba recurrir frecuentemente a los créditos directos, y con una deuda creciente.
Y esa realidad terminará por abrumarlo. La constante ha sido una absoluta incapacidad para afrontar, directamente, los conflictos sociales y sus protagonistas, además de que en la mayoría de los casos se convierten en casi inmanejables, merced a una aguda falta de sensibilidad para entender las causas de las protestas sociales y resolverlas.
Ejemplos paradigmáticos de ello fueron los dos foros efectuados por las fuerzas de Morena: El de seguridad pública, efectuado en Juárez, con la presencia de López Obrador y el más reciente, el educativo.
En el primero, los familiares de las víctimas y las personas desaparecidas le reclamaron, hasta agriamente, que no les había concedido una sola entrevista. Los padres, dolidos hasta la médula, sólo pedían ser recibidos por su gobernante.
En la segunda, sabedor de la enorme oposición de la base magisterial a la reforma educativa, base de sus reclamos al gobierno de Corral pues la reforma les quitó infinidad de prestaciones -a distintos sectores magisteriales- expuso su oposición a la derogación de la reforma.
El abucheo fue automático. Y merecido.
Corral entregó en bandeja de plata la ocasión para ser maltratado, pero no solamente por lo educativo.
Tardará en aprehenderlo (así, con “h”) y quizá no lo haga.
Duarte recibió su primer abucheo a la mitad del gobierno, Corral ya lo superó, todavía no llega.
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