Chihuahua, Chih.
Como miembro del Frente Cívico Nacional, tuve la gran oportunidad de participar en algunas de las sesiones de negociación con los partidos opositores para definir el método para seleccionar al abanderado del Frente Amplio.
El Frente Cívico Nacional surgió hace año y medio con el propósito específico de promover entre los partidos la participación directa de los ciudadanos bajo la modalidad que mejor se pudiera encontrar.
El argumento era que de esa forma se motivaría a los ciudadanos a una mayor participación, y el ganador de ese proceso surgiría como un candidato de la ciudadanía más que de tal o cual partido, al margen de su militancia.
Y que los métodos de selección cupulares ya habían demostrado su fracaso – como en 2018 – sobre todo en las difíciles condiciones que enfrenta el país ante un embate anti-democrático de Amlo.
Estos órganos cívicos diseñaron un proyecto general para elegir al abanderado, para presentarlo a los partidos como base de la negociación, y desde luego incluía la participación directa de los ciudadanos, sujeta a discutir su modalidad.
El PAN, desde el principio, dijo que ni se contemplara la posibilidad de dicha participación directa; sus razones tenía (probablemente su menor militancia frente a la mucho más nutrida del PRI).
A lo largo de varias sesiones, la postura del PAN no cambió; nada de participación directa. Sí a los debates, convenciones, encuestas y congresos estatales (tipo caucus), pero no participación directa. Esa fue su posición hasta hace pocas semanas.
Su propuesta era que, antes de la etapa final, cada partido decidiera a dos candidatos, un hombre y una mujer, y los órganos de la sociedad civil propusiera también a dos (aunque fueran miembros de partido que desearan competir con esas organizaciones).
Ante la negativa a la participación directa, el Frente Cívico propuso elegir a sus dos prospectos por primaria directa, con urnas físicas y voto electrónico, y por eso se bosquejó un órgano electoral con varias personalidades, a las que se le dijo que todo era un proyecto sujeto a la posible reacción de los partidos.
La idea no era romper con los partidos sino provocarles una reacción que quizá los llevara a aceptar la participación ciudadana directa. Se sabía que, en tal caso, los partidos insistirían en enviar representantes al órgano electoral (era lo lógico, pues sería una intercambio justo).
La estrategia funcionó; se aceptó finalmente la participación directa en cierta medida (era el propósito) a cambio de incorporar al órgano electoral dos representantes por partido.
Eso provocó la salida de varios de quienes habían sido invitados a ese órgano electoral (a quienes se les había advertido de su carácter provisional, y la eventualidad de que se incorporaran los partidos).
No hubo engaño ni utilización de esas personas; las condiciones estaban perfectamente claras desde el principio.
El nuevo órgano tendrá 6 miembros partidistas y 7 apartidistas, incluyendo la presidencia.
Lo importante es que el objetivo principal del FCN y otros organismos - la participación directa en la etapa final - se logró, y creo firmemente que eso generará mayor interés de los medios y la opinión pública - pese a las críticas, muchas de ellas infundadas - robando reflectores a Morena.
Y se traducirá (si las cosas se llevan bien) en una gran legitimación del ganador de ese ejercicio, lo que a su vez le imprimirá una mayor competitividad frente a Morena.
No fue nada sencillo, pero se logró. Y se sienta un precedente que no había ocurrido en nuestra historia política. Toca a todos llevar el proceso adecuadamente.
Y mientras más ciudadanos se inscriban para participar en la primaria directa, mayor legitimidad y competitividad se logrará para el 2024.
Todo esto abre de nuevo la posibilidad de un triunfo opositor. Las cartas no están echadas; el arroz electoral aún no está cocido. Todo puede pasar.