Chihuahua, Chih.
Impactantes las imágenes del dolor y la tragedia de un pueblo son las de toda la jornada en la que centenares de habitantes de Tlahuelilpan y sus alrededores corrieron, presurosos, a tomar la cantidad que fuera del combustible que fluía a una presión creciente.
También fueron cientos los que corrieron con sus bidones, en lo que se advierte como una reiterada práctica en esa zona.
Luego, el dolor estrujante, la compasión, la tristeza y la impotencia, tanto de las víctimas que pudieron todavía correr en los últimos instantes de sus vidas; pero también el de quienes somos testigos lejanos de esa inmensa tragedia.
Pero una vez superados los primeros momentos de ella, deberá darse paso a una muy puntual investigación sobre los hechos que dieron pie al fallecimiento de más de 70 personas (y que, de acuerdo con los reportes médicos, en los que la absoluta mayoría de los heridos tienen elevados porcentajes de sus cuerpos con quemaduras de 2o. y 3o. grado, con lo que la cifra de víctimas mortales, seguramente, rebasará la centena) y que más de 80 personas hayan resultado heridas, con pronósticos muy desalentadores.
En primer lugar, el pinchazo del ducto no fue de nueva realización, se trataba de una toma clandestina vieja -de acuerdo con las primeras declaraciones gubernamentales- pero que estaba en una zanja, la que contaba con dimensiones tales que permitían el trabajo de zapa de varias personas simultáneamente y en la que se advierte, antes de la conflagración, hierba fresca, nueva en su interior.
Es decir, era una zanja abierta tiempo atrás, de la que tenían conocimiento algunos de los pobladores ¿Y si estos lo sabían, porqué no las autoridades locales? ¿Y si éstas lo sabían, porqué no se lo hicieron del conocimiento a las estatales y federales?
Más aún, los reportes periodísticos indican que esa es una zona “huachicolera”, con varios reportes de distintos incidentes relacionados con la existencia de tomas clandestinas de combustible, y si en los últimos días el tema central abordado por López Obrador fue el del combate a los ladrones de combustible y la puesta en marcha de distintos operativos para combatirlo:
¿Por qué razón nadie se percató de la existencia de una toma clandestina, a cielo abierto, en Tlahuelilpan?
¿Por qué razón los mandos policiacos y militares encargados de la vigilancia de las instalaciones -que incluyen preferentemente, en estos momentos, los ductos, especialmente los procedentes de Tuxpan, Tula y Salamanca- de Pemex?
¿Por qué razón no se erigió un círculo alrededor de la toma clandestina, cuando ya estaba el derrame a todo lo alto, que impidiera el acceso de más personas y solo quedaran adentro de ese círculo los que ya lo estaban y conforme fueran saliendo, contener el acceso de más gente, incluso con medidas de fuerza, pero en la periferia del sitio?
¿Por qué no se hizo, y se hace, una vigilancia permanente en los ductos más importantes del traslado de combustibles a lo largo de todos ellos?
Son muchos los interrogantes, más importantes si entre los antecedentes se encuentra el hecho de que, hasta ahora, están señalados 4 jefes militares, de la más elevada jerarquía, como participantes en el robo millonario de combustibles debido a sus responsabilidades en la vigilancia de las instalaciones de Pemex.
Por lo pronto, queda subsistente una muy destacada ¿Cómo es posible que existiera una zanja sobre el ducto y en éste una instalación “hechiza” para robar el combustible y nadie la reportara?
Las consecuencias son extremas, el dolor de todo un pueblo…