Olson, alienación parental

Olson, alienación parental 18 de noviembre de 2025

Georgina Torres Nájera

Chihuahua, Chih.

-Cuando el legislador huele a Edad Media: El peligro de la alienación parental en manos de Olson.

-Cuando el Estado amenaza con convertirse en verdugo.

-Un caballero medieval disfrazado de legislador moderno.

En pleno siglo XXI, Chihuahua enfrenta un fenómeno político que parece salido de un códice medieval: un legislador que, con porte de cruzado y discurso anclado en la oscuridad de la Edad Media, insiste en resucitar ideas que deberían permanecer enterradas junto con las antiguas pestes. 

Me refiero al diputado Carlos Olson, cuya agenda pública se ha distinguido, no por avances, sino por intentar reinstalar formas de control social propias de épocas donde la razón temblaba ante los dogmas.

Su más reciente empresa, la llamada “ley de alienación parental”, es el equivalente contemporáneo a esos viejos edictos que castigaban a las mujeres por “desobediencia” o “rebeldía”. 

Una ley que promete justicia, pero que en realidad opera como un instrumento para someter y disciplinar a quienes ya cargan con la mayor parte del desgaste emocional y económico de la crianza: las madres chihuahuenses.

Un caballero medieval disfrazado de legislador moderno. 

Si algo caracteriza la narrativa política de Olson es su profundo apego por visiones rígidas, binaristas y conservadoras. 

Su historial lo confirma, se ha opuesto a avances en derechos de las mujeres, ha atacado a la comunidad LGBT+, ha deslegitimado el lenguaje inclusivo y ha promovido agendas que pretenden imponer “verdades únicas” al estilo de los viejos concilios donde se decretaba quién tenía derecho a existir y quién debía ser silenciado.

Su discurso, cargado de miedos morales, recuerda a esos predicadores medievales que condenaban todo lo que no entendían y utilizaban la ignorancia del pueblo, su miedo y su fe como herramienta política. 

Pero el problema es que Olson no predica desde un atril de piedra: Legisla y sus decisiones tienen efectos reales. 

La “alienación parental”: Un castigo disfrazado de ley.

Lo más preocupante de su propuesta es el eco medievalista que arrastra: Culpar a las mujeres de los conflictos familiares y convertirlas en sospechosas por defecto.

El concepto de “alienación parental”, ampliamente cuestionado en ámbitos jurídicos y psicológicos, ha sido usado en distintos países como arma para desacreditar denuncias legítimas de violencia y para forzar convivencias que no son seguras para niñas y niños. 

El origen de esta ley se atribuye al pederasta Richard Gardner. 

Esta ley corre el riesgo de: Revictimizar a mujeres, calificándolas como manipuladoras simplemente por proteger a sus hijos; penalizar decisiones de crianza, que deberían resolverse con diálogo y acompañamiento profesional, no con sanciones; reducir la voz de los niños*, que terminan usados como piezas en un tablero de poder adulto.

Bajo el disfraz de “equilibrar” las relaciones familiares, la ley refuerza lógicas patriarcales que recuerdan a los viejos códigos que castigaban a las mujeres por perturbar la paz del hogar.

Un legislador que mira a la diversidad como herejía: Olson no actúa en el vacío. 

Su expediente político está marcado por ataques constantes hacia la comunidad LGBT+. 

Con la misma convicción con la que los inquisidores perseguían a quienes se desviaban del dogma, Olson ha utilizado su plataforma para burlarse del lenguaje inclusivo, promover narrativas que estigmatizan identidades diversas, intentar reducir la educación a una visión rígida de niños y niñas, negando existencias reales, presentar iniciativas que buscan limitar derechos reproductivos o de identidad.

No es exageración decir que su visión del mundo se acerca más a la prevaleciente en la Edad Media que a la de un estado democrático plural. La diferencia es que, en aquel entonces, los edictos venían de un castillo; hoy, salen del Congreso.

La peste del retroceso, si algo destruyó ciudades enteras en la Edad Media fue la peste: silenciosa, expansiva, devastadora. 

Las leyes regresivas como la de “alienación parental” funcionan igual. No matan cuerpos, pero sí pueden mutilar derechos, contaminar instituciones y debilitar a quienes el Estado tiene obligación de proteger.

Cuando un legislador propone normas que pueden ser utilizadas para perseguir, controlar y callar a mujeres, madres y comunidades diversas, no hablamos de simple conservadurismo: hablamos de una regresión.

“Chihuahua merece luz, no tinieblas”.

Mientras el mundo avanza hacia modelos más humanos, más inclusivos y protectores de la niñez, el diputado Olson parece empeñado en empujar a Chihuahua hacia la penumbra de un pasado donde el poder se ejercía sin empatía y donde la justicia era un privilegio, no un derecho.

Las madres chihuahuenses no necesitan leyes que las vigilen, las cuestionen o las castiguen. 

Necesitan políticas públicas reales, acceso a justicia, acompañamiento psicológico, protección efectiva ante la violencia y espacios donde su voz sea escuchada sin sospecha.

Y la niñez no necesita ser utilizada como estandarte moral para lanzar agendas personales, necesita entornos seguros, afectivos y libres de manipulación institucional.

La alienación parental que impulsa Olson no es una ley moderna, es una reliquia medieval disfrazada de reforma. 

Es una peste normativa cuyos efectos pueden propagarse silenciosamente hasta infectar la vida familiar chihuahuense.  

Chihuahua debe elegir entre dos caminos: La oscuridad de leyes que retroceden siglos, o la claridad de políticas que protejan sin discriminar.

Se pretende que regresemos a ideas que huelen a rancio, Chihuahua sigue avanzando, los derechos no se negocian y la dignidad no se discute, la historia juzgará con rigor a quienes usan el poder para retroceder derechos, y hoy estamos frente a una disyuntiva clara: O permitir que visiones rancias se disfracen de modernidad o defender una sociedad donde mujeres, niñas, niños vivan sin miedo sin que el Estado se vuelva su verdugo.

La ciudadanía tiene la responsabilidad y el derecho de señalar cuándo un legislador actúa como si viviera en la Edad Media, porque la historia ya nos enseñó que las pestes se detienen a tiempo o arrasan a la población.