Odio y censura

Odio y censura 20 de septiembre de 2025

Jorge Volpi

Chihuahua, Chih.

«Creo que vale la pena. Pienso que vale pagar el costo de algunas desafortunadas muertes cada año para que podamos tener la Segunda Enmienda».

Así respondía Charlie Kirk a la pregunta que lo confrontaba con la proliferación de armas en Estados Unidos protegida por la Constitución: en aras de que cualquiera tenga el derecho a adquirirlas y portarlas, unas cuantas muertes al año no son nada.

No mucho después de pronunciar estas palabras, Kirk fue abatido por una bala proveniente de un joven -por cierto, no muy distinto a él- en posesión de uno de esos rifles que había podido obtener con extrema facilidad.

La de Kirk mismo se convertía, así, en una de esas desafortunadas muertes a causa de la Segunda Enmienda.

De manera semejante a Horst Wessel -el joven nazi asesinado por un militante comunista en 1930-, hoy Trump y los suyos aspiran a convertir a Kirk en un mártir.

El Kennedy Center de Washington -un espacio público- fue transformado en un centro de peregrinación para que los militantes MAGA participaran en sus exequias; asimismo, el Presidente ordenó que las banderas estadounidenses ondearan a media asta y que una vigilia se llevara a cabo a lo largo del país pare recordar su lucha por los «valores estadounidenses».

Un homenaje inédito, imposible de imaginar para otras víctimas de la proliferación de armas de fuego -o de la policía-, cuyo único objetivo consiste en exacerbar aún más la rabia de sus fanáticos.

En su relato, Kirk, quien al momento de morir tenía apenas 31 años, aparece como un paladín de la libertad de expresión: alguien asesinado solo a causa de sus ideas. Solo que, en los hechos, el fundador de Turning Point USA -una organización ultraderechista auspiciada por su padre y otros donantes republicanos- encarnaba justo aquello que más ha contribuido a minar y enrarecer la discusión pública: era alguien que vivía de esparcir el odio contra los migrantes o las personas trans, desdeñaba a las minorías no blancas, llegó a comparar el aborto con Auschwitz, denostaba el feminismo y tenía lances antisemitas, en tanto no cesaba de increpar a la izquierda woke por la censura ligada a la llamada «cultura de la cancelación».

Kirk empujaba hasta sus límites la Primera Enmienda -aquella que en Estados Unidos garantiza la libertad de expresión- para atacar y denigrar sistemáticamente a otros seres humanos.

Como escribió Elizabeth Spiers en un punzante artículo en The Nation -atacado sin falta por los conservadores-, uno puede lamentar el homicidio de Kirk, como el de cualquier otra persona, y en cambio deplorar su vida sin por ello perder la decencia.

Solo que, en otra de las incoherencias propias de esta época, tanto el gobierno de Trump como sus seguidores no habían acabado de enterrarlo cuando ya se aprestaban a censurar a quienes se atrevían, no ya a criticar a su nuevo santo, sino a resistirse a celebrarlo.

La fiscal general Pam Bondi amenazó con procesar a quienes se valieran de un "discurso de odio" en contra de Kirk -sin mencionar, por supuesto, el que este ejercía día con día- o con atacar a las empresas que no se sumaran a su vigilia.

Poco después, el gobierno de Trump propició el cese inmediato por parte de Disney del humorista Jimmy Kimmel a causa de algunos comentarios burlones en torno a Kirk y Trump -los cuales no eran ni de lejos tan ofensivos como los del militante asesinado- y ha amenazado a otros periodistas o cadenas por las mismas razones.

Es decir: mientras con una mano ensalza a Kirk por su defensa de la libertad de expresión, con la otra aplasta a quienes la ejercen.

Nos hallamos, una vez más, ante la hipocresía radical del déspota.

Como Wessel, a quien los nazis le compusieron una canción que se convirtió en su segundo himno, Kirk era lo contrario de un héroe: un enemigo de la libertad, profundamente inhumano -"no puedo soportar la palabra empatía", afirmó-, que se valía de ella para derruirla.

Era, en este sentido, el mejor espejo de nuestra época: una en la que todos los valores liberales están siendo destruidos justo por aquellos que más los invocan.

*Publicado por Reforma el 20 de septiembre de 2025