Nuevos partidos políticos: ¿Realmente son necesarios?

Nuevos partidos políticos: ¿Realmente son necesarios? 7 de septiembre de 2020

Hernán Ochoa Tovar

Chihuahua, Chih.

Desde los albores del proceso electoral (que hoy comienza), varias asociaciones políticas dejaron entrever su interés por convertirse en partidos, para así poder contender en las elecciones que tendrán verificativo el año entrante. 

Al día de hoy, sólo el Partido Encuentro Solidario (PES) -otrora social, aliado en la coalición que llevó a AMLO y a MORENA a la Presidencia- ha logrado cristalizar su registro, manteniéndose en la puja México Libre (de Margarita Zavala y Felipe Calderón), así como las Redes Sociales Progresistas (comandadas por cercanos y parientes a la ex lideresa del SNTE, Elba Esther Gordillo). 

Más allá de si la conducta del INE ha sido imparcial, correcta o no, ello me lleva a una poderosa reflexión acerca del asunto ¿Realmente requerimos contar con más partidos dentro de la vida política del estado y del país?

En el pasado reciente, probablemente la respuesta hubiese sido afirmativa. 

Hasta la reforma electoral de finales de la década de 1970, las posibilidades partidarias en el país se encontraban sumamente limitadas. 

En ese entonces, el PRI era el partido poderoso y gobernante que contaba, para una mejor “hegemonía y legitimación” con una serie de institutos que apoyaban su actuar, recibiendo la categoría de satélites o paraestatales: el PARM (Partido Auténtico de la Revolución Mexicana) comandado por el Gral. Juan Barragán, que aglutinaba a un sector del ejército que “formalmente” había sido desplazado de la cúpula y la hegemonía tricolor; el PPS (Partido Popular Socialista) cuyo líder histórico era el líder obrero y antiguo dirigente de la CTM, Vicente Lombardo Toledano; y más recientemente, el PST, una de cuyas principales figuras, Rafael Aguilar Talamantes, tenía la fama de tener cercanía con el poder en turno, no obstante su pasado como líder estudiantil izquierdista.

Bajo un fortísimo PRI, y una serie de partidos menores que obtenían prebendas y curules, vía la negociación gubernamental, el PAN se tornó en la única oposición histórica. 

Durante muchos años, abrir nuevos partidos en México devenía en una tarea titánica, pues su supervivencia dependía de diversos factores, entre ellos la capacidad de tener liderazgos carismáticos y capacidad de atracción en diferentes sectores (destacando segmentos de la clase obrera; la media o la burguesía descontenta con la ideología de la revolución). 

Sin embargo, como se ve, su labor, en muchas ocasiones, era más de comparsa que de contrapesos, pues, de acuerdo a lo esgrimido por Pablo González Casanova en su libro “La Democracia en México”, hasta la década de 1960 (el escribiente agregaría que, tal vez, incluso, hasta décadas más tarde) contender contra el PRI no era enfrentarse a un partido, sino a un sistema en su conjunto, el cual dominaba todos los poderes y se tornaba en una especie de lucha de David contra Goliat. 

Además, hasta las reformas electorales más modernas (las cuales tienen como punto inicial, a la realizada a finales de 1970, que dio entrada a la izquierda al Congreso de la Unión y a las contiendas políticas) los partidos políticos no recibían financiamiento público, motivo por el cual, participar en la democracia mexicana se tornaba en una tarea titánica, desgastante y con pocas recompensas.

Con la llegada de la transición a la democracia, estos preceptos se fueron modificando paulatinamente. Poco a poco, los partidos comenzaron a tener reglas del juego más justas y la distribución de los dineros electorales pasó a ser más equitativa. Conforme esto aconteció, el abanico de individuos y de asociaciones que buscaron convertirse en partidos políticos se acrecentó, jugando, muchas veces, más el interés monetario que el ideológico, pues los recursos que se reciben del estado son muchísimos, lo cual los convierte en un codiciado botín para tirios y troyanos. 

Esto porque, desde la década de 1990 -cuando el universo de las posibilidades se abrió- un cúmulo de partidos han recibido registro, pero sólo unos cuantos lo han conservado a largo plazo. 

 


Entre los que han sobrevivido a ese largo y sinuoso camino están el PT y el PVEM, surgidos, ambos, al calor de la coyuntura salinista. La historia de ambos partidos es interesante, pues en el PT confluyen viejos liderazgos de izquierda que encontraron vasos comunicantes con el equipo gobernante de aquella época, fundamentalmente entre Alberto Anaya y Raúl Salinas de Gortari. 

En cuanto al PVEM, tenían un viejo nexo con el PRI, pero utilizaron la bandera del medio ambiente como leitmotiv para destacar en las urnas. 

A ambos partidos los ha distinguido su pragmatismo extremo: el PT pasó de aliado del PRI neoliberal, a apoyar a AMLO en sus tres campañas y al PRD regionalmente; en la actualidad, recuperando ese talante izquierdista, es parte de la coalición gubernamental, aunque no exento de controversias. 

El PVEM, por tanto, siempre supo encontrar el acomodo con el gobernante que fuese; y ahora, fieles a su legado, se dicen aliados de la 4T y apoyan sus iniciativas en los congresos. Cabe señalar, el PT estuvo a punto de perder el registro hace apenas un lustro. Empero, la ayuda del PRI y del PRD se tornó en un balón de oxígeno electoral para ellos, y, en 2018, pasaron de ser una fuerza incipiente, a uno de los institutos torales dentro de la conformación de las fuerzas políticas en la Cámara de Diputados y el Senado; aun así, tienen pocos integrantes dentro del gabinete (Manuel Bartlett, la excepción).

El PES, en tanto, es un caso curioso. Partido carismático, con una agenda conservadora, presumiblemente cobró importancia como un alfil del tricolor, en el curso del sexenio de Peña Nieto (se decía que uno de sus patrocinadores había sido el ex Secretario de Gobernación, hoy senador, Miguel Ángel Osorio Chong). 

Sin embargo, viendo las posibilidades de AMLO de ganar la presidencia en 2018, se convirtieron en una especie de socios junior de la coalición, y, en un giro de 360 grados, abrazaron una ideología contrapuesta a la suya propia. 

Al día de hoy, al igual que el PT y el PVEM, han apoyado las iniciativas de la 4T en el Congreso. Sin embargo, soterradamente, su ideología sigue siendo conservadora, como lo hemos podido notar aquí en Chihuahua, donde han defendido iniciativas de este corte (el PIN parental), han apoyado las marchas por la familia tradicional, y han rezongado de las iniciativas progresistas de MORENA. 

Todo ello nos lleva a un lugar común: lo que se disputa en el Congreso y en la arena partidaria no es -como en el pasado- lo ideológico, sino lo hegemónico y lo económico. De ahí que se estén gestando contradictorias alineaciones y alianzas, en aras de allegarse lo más posible de recursos procedentes del erario público. 

A contrapelo de recibir alguna sorpresa, creo que el resurgido PES seguirá teniendo un comportamiento contradictorio en los congresos y su vida pública, motivo por el cual, considero, las sorpresas serán pocas. 

En el caso de las Redes Sociales Progresistas (cuyo registro se encuentra en el limbo) habría que ver, pero, se infiere, serían un partido cercano a la órbita obradorista. México Libre, en tanto, se hubiera tornado en una voz necesaria para esa oposición que no ha encontrado acicate. No obstante, corría el riesgo de polarizar más el discurso opositor, el cual se encuentra dividido y con pocos liderazgos notables, huelga decir. 

Quizá su incorporación sí hubiera modificado el relato existente; pero la política cuenta con muchos caminos.

Como podemos ver, la paulatina incorporación de nuevos partidos, es un fenómeno que presenta luces y sombras. Puede llevarnos a tener una mejor democracia, pero también a la defensa de cotos de poder y de rancios cacicazgos. 

Habremos de ver el derrotero por el cual se enfila esta historia. Con en el PES nos encaminamos a un dejavú; veamos si el Tribunal Electoral ratifica los argumentos del INE; o si, por el contrario, estas asociaciones se quedan el camino. 

El tiempo dictará la última palabra.

Hernán Ochoa Tovar

Maestro en Historia, analista político.