Chihuahua, Chih.
*Publicado por THE INTERPRETER, NYT, el 6 de junio de 2024
Los límites a los mandatos pueden proteger contra las fuerzas que, de otro modo, harían a los sistemas presidenciales vulnerables al retroceso democrático o a la autocracia.
El actual presidente de México, Andrés Manuel López Obrador —conocido habitualmente por sus iniciales, AMLO—, es tan popular que casi con toda seguridad habría ganado otro mandato si su nombre hubiera estado en la boleta el pasado domingo.
Pero la Constitución mexicana establece un límite estricto de un sexenio para los presidentes. Así que, en su lugar, Claudia Sheinbaum, una científica ambiental y ex jefa de gobierno de Ciudad de México a quien López Obrador ungió como su sucesora, se postuló y logró una victoria aplastante.
Los límites presidenciales de un solo mandato son relativamente raros. Muchos países, como Estados Unidos y Francia, permiten dos mandatos. En sistemas parlamentarios como los del Reino Unido, España y Canadá, no hay límites de mandatos: los primeros ministros son elegidos técnicamente por su partido, no por los votantes (aunque los funcionarios del partido que los eligen suelen ser elegidos por los electores), y pueden permanecer en el cargo mientras los jefes de su partido, el gobierno y sus colegas parlamentarios les apoyen.
Los inconvenientes de un límite de un mandato son bastante obvios: un presidente electo puede estar empezando a implementar un ambicioso objetivo político a largo plazo o cambios estructurales. Abandonar el cargo después de un mandato puede significar que un trabajo importante quede incompleto o que sea fácilmente suspendido por un sucesor.
Algunos podrían argumentar que el concepto de limitar los mandatos es antidemocrático. Al fin y al cabo, su objetivo es impedir que los ciudadanos elijan a su primer candidato si ya ha ocupado el cargo durante el tiempo máximo permitido.
Entonces, ¿por qué los votantes no pueden elegir por sí mismos?
La respuesta, según los expertos, está en el delicado equilibrio necesario para proteger a la democracia de sí misma.
Los límites a los mandatos pueden proteger contra las fuerzas que, de otro modo, harían a los sistemas presidenciales vulnerables al retroceso democrático o a la autocracia. Y no existe una solución única: algunos países pueden beneficiarse más de límites de mandato más cortos si, por ejemplo, tienen altos niveles de corrupción o una historia reciente de dictadura.
Sí, puede haber demasiada democracia
A lo largo de muchos años de conversaciones con expertos que estudian el retroceso democrático, he oído a menudo un consejo aparentemente extraño: si se quiere proteger la democracia, es mejor no tener demasiada.
Lo sé, suena paradójico. Pero los sistemas democráticos necesitan algo más que la elección de los votantes para ser estables. También necesitan controles y equilibrios para evitar que una persona o partido acumule demasiado poder, e instituciones que puedan hacer que el sistema funcione.
Por ejemplo, los referendos.
A menudo se presentan como la forma más pura de democracia, pero los politólogos han descubierto que pueden subvertirla en vez de defenderla. Como los votantes suelen tener relativamente poca experiencia o información, los referendos suelen poner el poder en manos de élites que pueden moldear las narrativas de los medios de comunicación.
Y las votaciones directas tienden a ser volátiles, dependiendo de sentimientos partidistas no relacionados.
Las consecuencias del referendo sobre el brexit, en torno al cual abundó la desinformación, confirman esta crítica. Ahora, el 56 por ciento de los británicos dicen que votar a favor de abandonar la Unión Europea fue un error, y solo el 9 por ciento considera que el brexit fue un éxito, según una encuesta reciente de YouGov.
Así que, aunque la elección de voto sin restricciones, ya sea para una medida política o para un presidente, pueda parecer la opción democrática más pura, no siempre es la mejor.
Es posible que los votantes no se den cuenta de que reelegir a los presidentes para varios mandatos podría permitirles afianzar su poder y, en última instancia, socavar la democracia a largo plazo. Los límites a los mandatos incorporan protecciones automáticas al sistema.
Un amortiguador contra los aspirantes a dictadores
Durante la llamada “tercera ola” de democratización a fines del siglo XX, los países que salían del autoritarismo —incluidos muchos de América Latina— redactaron nuevas constituciones para consagrar las normas democráticas, que a menudo incluían la limitación de mandatos.