Chihuahua, Chih.
I.- Durante la hegemonía priista, la lógica para trepar hacia los espacios de poder era aparentemente sencilla. Aunque en el fondo es una compleja maquinaria que le dio forma a un conductismo. Una de las herencias del priismo es una pedagogía conductista para trepar al poder, cuya base es el condicionamiento operante de los premios y los castigos. Esta pedagogía trepadora tiene como fundamento cuatro premisas que se analizan enseguida.
La primera premisa de la pedagogía priista para ascender al poder es un manual tácito para guardar las lealtades y los silencios necesarios. La lealtad y el silencio son los primeros escalones que deben aprender a pisarse, mientras se asciende al poder. No importa, que al caminar por estos escalones vaya tomando forma una contra-ética ideológica y política. Los sótanos del poder se construyen con los ladrillos de las lealtades a ciegas y los silencios forzados. Desde hace tiempo, algunos militantes de Morena han ido formando escuela en la pedagogía de la lealtad y del silencio, cuyos orígenes se rastrean hasta el priismo.
La segunda premisa heredada por el priismo en las maneras de trepar al poder, se relaciona con la sentencia: “El que se mueve no sale en la foto”. Desde luego que la segunda premisa se relaciona con la primera. No moverse implica disciplinarse. En los años del tapado y del dedazo del priismo, era necesario quedarse quieto para ser parte de los fotografiados del poder. A los priistas se le debe la invención anti-dialéctica del inmovilismo electoral, que aparentemente ha sido superado.
En la actualidad, para aspirar a una candidatura es necesario moverse y aparecer en la foto de las coyunturas electorales. El acto de mover-se y colocar-se ante los ojos de los poderosos y del electorado, requiere el aprendizaje de un conjunto de técnicas para fabricar escenografías y libretos electorales que consideren: los tiempos precisos, los lugares necesarios y las personas indicadas.
Las formas de hacer política se han desplazado de las técnicas del inmovilismo priista (el acto de no moverse para aparecer en la foto) hacia un conjunto de técnicas para movilizarse y colocarse de la mejor forma posible sobre una coyuntura electoral (el acto de moverse a través de un libreto y una escenografía que teatralizan a la política).
La tercera premisa de la pedagogía priista para ascender a los espacios de poder, tiene la forma de una sentencia que va mucho más allá de lo circunstancial: Se requiere estar en el momento correcto, en el lugar correcto, con las personas correctas.
“El que a buen árbol se arrima, buena sombra le cobija”. No importa que las ramas del árbol estuvieran torcidas. Lo que importa son la altura y las frondas de poder del árbol al que alguien se arrima.
Lo que importa es el tamaño de las sombras que proporciona un árbol que reverdece con los ritmos electorales. Las cofradías partidistas que han sido nombradas como “grupos”, “corrientes”, “tribus”, etc., son conjuntos de hombres y mujeres que se mueven entre las sombras y las luces de la política en la persecución de los espacios de poder.
A partir de esas cofradías toma forma el árbol genealógico del poder político, que se extiende a través de luces y de sombras, de filias y de fobias.
La cuarta premisa tiene que ver con la manera de transitar los territorios de luces y de sombras del poder. En la pedagogía del ascenso al poder del priismo, es necesario aprender a caminar en el filo donde se juntan las sombras y las luces.
La escuela del priismo dejó como herencia generaciones de funambulistas que caminan en el filo de las sombras y las luces de la política. Manuel Barlett es uno de los maestros del funambulismo de alto rango, que nos sigue dando lecciones sobre las maneras de caminar sobre un filo de luces y de sombras, que se extienden hasta las alturas del poder en Morena y en la 4T.
II.- La pedagogía del priismo para acceder a los espacios de poder, se ha ido modificando en las últimas décadas. Hay un replanteamiento de las reglas del juego para trepar a los espacios de poder. Aunque en el fondo, la pedagogía priista para trepar a las alturas del poder persiste.
El replanteamiento de la pedagogía priista para subir las escaleras del poder tiene como base el anexo de dos premisas evidentemente neoliberales.
Estamos hablando de una quinta y una sexta premisa, que replantean las formas para acceder al poder en un contexto dominado por el neoliberalismo. Estas premisas neoliberales tienen como base pedagógica un constructivismo fijado en la concursabilidad de la política y en la mercadotecnia electoral.
La quinta premisa, tiene que ver con la democratización que inicia a finales del siglo pasado en México. Con la democratización aparece la concursabilidad de la política.
Una elección es un concurso cuyos puntajes son los votos que pueden ser cuantificados y cualificados de diferentes maneras. Se trata de construir candidatos ganadores o no-perdedores.
En síntesis, se trata de construir candidatos concursables y redituables a la vez. Las tendencias del voto se interpretan a partir de un conjunto de variables, en las que el voto es mucho más que un objeto de la política.
Las mediciones electorales de las tendencias del voto, lo segmentan por género, edades, razas, status, territorios, etc. En base a estas mediciones se define una estrategia de marketing electoral respecto a lo redituable y lo no redituable. Desde luego que lo redituable y lo no redituable de lo que se invierte en una campaña, es político y económico a la vez: cantidades de dinero, recursos humanos, trabajo territorial, tiempos usados, prensa, redes sociales, etc.
Una parte de los medios y los fines de la política, se miden a partir de la posibilidad de las ganancias y las pérdidas que se concursan electoralmente.
La sexta premisa de la pedagogía para trepar al poder tiene que ver con las maneras de funcionamiento del mercado electoral. Los candidatos son piezas de la mercadotecnia electoral en donde las variables económicas se traslapan con las variables políticas. De esta forma, lo político y lo económico se confunden. Hay momentos en que lo económico desplaza de manera determinante a lo político, esta es una de las presencias más oscuras del neoliberalismo en las formas de hacer política en el siglo XXI.
El epicentro de este desplazamiento es el dinero invertido en las campañas. Los procesos electorales se han ido cifrando a partir de una lógica de comercialización, en la que el voto es el valor de cambio del poder. Un voto es un intercambio político-comercial en el que se traslapan el dinero gastado en las campañas, los convencimientos y las simpatías conquistadas a través del marketing y, una confianza borrosa en las promesas de política.
En los procesos electorales lo prometido es deuda, desde luego que es una deuda política y económica a la vez. Esto último lo saben con certeza Javier Corral, María Eugenia Campos y Gustavo Madero, quienes han sido sufrido en carne propia las deudas políticas que se convierten en deudas económicas (o viceversa), que han llevado al estado de Chihuahua a los límites de la bancarrota.
III.- Se identifican entonces dos pedagogías que pueden seguir los aspirantes al poder.
Una es la pedagogía priista, que es un conductismo basado en los premios y castigos de una candidatura o de un puesto público. Otra es la pedagogía neoliberal constructivista que ha transformado a las elecciones en un concurso que se sujeta a las reglas del marketing electoral.
En la actualidad ambas pedagogías funcionan de manera paralela, enredándose y retroalimentándose de manera contradictoria a veces. Lo común entre ambas pedagogías del ascenso al poder, es la capacidad para construir artificios.
En el fondo, la política es el arte de construir rompecabezas de artificios, que son peldaños para trepar las escaleras del poder.