La patria encarnada

La patria encarnada 21 de febrero de 2022

Jesús Silva-Herzog Márquez

Chihuahua, Chih.

Luis XIV era un gobernante humilde. Apocado, tímido y modesto, apenas se atrevió a compararse con el sol y decir, según algunas versiones, que era el Estado. El Estado soy yo. ¡Cuánta humildad la suya! 

El monarca empelucado era solamente la fuente de las leyes, el origen de las decisiones de gobierno, el último árbitro de los conflictos. 

Por fortuna, nuestro soberano no siente esos pudores. 

Él, que está dando a luz a la nueva patria, pertenece a otra categoría. El Estado es poca cosa para el conductor de la Transformación. 

El Presidente es el pueblo mismo, la nación y la patria.

Lo que parece broma es convicción de los senadores de Morena. No pongo palabras en su boca. Registro lo que escriben y firman. Lo que declaran con orgullo y desparpajo. No respondo tampoco de una declaración apresurada sino al manifiesto público de todos los senadores del oficialismo. 

Si me detengo en esas palabras es porque me parecen muestra de que el delirio del poder es contagioso. Porque el régimen que se imagina haciendo una guerra exige un tipo de lealtad acrítica y servil y, en el fondo, obliga a la renuncia no solamente de la razón sino también del decoro.

Vale la pena detenerse en el texto que leyó el senador César Cravioto y guardarlo para una futura recopilación de la zalamería nacional. 

"El presidente Andrés Manuel López Obrador encarna a la nación, a la patria y al pueblo; los opositores al presidente, por consiguiente, buscan detener los avances para darle al pueblo de México un futuro más digno". 

El Presidente es la forma corporal de la nación, es el pueblo hecho carne, la patria alojada en la anatomía de un hombre. 

Misterios de una nueva trinidad política: una persona en la que residen tres deidades. 

He de confesar que, cuando encontré la frase publicada en algún lugar, me pareció a tal punto grotesca que la imaginé falsa. Algún malqueriente del régimen habría puesto esas palabras en boca de los senadores para burlarse de ellos. 

Creí que alguien trataba de parodiar la devoción por el caudillo con ese lenguaje de trastornada idolatría. No imaginé que, en efecto, los senadores de Morena habían escrito y firmado ese texto que no hace más que confirmar la tesis de Enrique Krauze sobre el carácter mesiánico del liderazgo lopezobradorista.

Es cierto. No habría por qué sorprenderse. Los senadores no se apartan del discurso cotidiano del Presidente. Simplemente lo hacen suyo y extraen las consecuencias que lleva implícito ese delirio de grandeza. 

Nadie tiene derecho a oponerse al salvador. Solo un depravado podría usar su libertad para obstaculizar la felicidad a la que su palabra nos conduce. El discurso persecutorio del Presidente simplemente hace eco en voz de sus aduladores.

Regresemos al documento de antología porque el respaldo de los morenistas comporta una amenaza clara. 

Quienes se oponen al Presidente son mercenarios y son "traidores a la nación, a la patria y al pueblo". El manifiesto de respaldo al Presidente describe a los críticos como un Antiméxico que debe ser escarmentado. Militar en la oposición es cometer un crimen. Oponerse a quien encarna a la trinidad patriótica es una vileza imperdonable. Más que eso, un delito. 

Nadie puede tomar a la ligera la fórmula que emplean los senadores del oficialismo. Lo que empieza como teología adulatoria desemboca en el Código Penal. Lo ha insinuado ya el Presidente de las divinas frases: es golpismo, es traición a la patria ir en contra del "proyecto de transformación".

Resulta penoso ver entre los firmantes de ese comunicado de aires francamente totalitarios a una mujer que ocupó un asiento en la Suprema Corte de Justicia y que sigue presentándose como defensora de la constitucionalidad. 

Es doloroso constatar que la lealtad a un caudillo puede llevar a tal sometimiento del decoro intelectual y obligue a una abogada de prestigio a suscribir un documento execrable que niega los principios más elementales del orden constitucional y del diálogo pluralista. Lamentable que acompañe con su firma a quienes identifican la discrepancia con la traición.

El hombre es un animal que traga sapos, escribió alguna vez el gran ensayista inglés William Hazlitt. 

Los morenistas no se los tragan, los saborean.

*Tomado de Reforma, 21 de febrero de 2022