Chihuahua, Chih.
“«Un niño como yo, dices» todos los niños son un yo que merecen ser tratados con cariño, con respeto, con cuidados y ser protegidos por la sociedad”
Dr. Hugo López-Gatell.
En un ejercicio democrático sin precedente alguno, de muy alto nivel y atendiendo a absolutamente toda convención de derechos humanos, se realizó el pasado 30 de abril la conferencia de prensa de la secretaria de salud que cotidianamente, da a conocer temas de interés con especialistas referentes a la pandemia acompañado del obligatorio informe técnico con una particularidad: niños, niñas y adolescentes irrumpieron en el horario estelar en lo que es muy probablemente, la hora de mayor audiencia en este momento en el país.
Las muy diversas infancias estuvieron representadas –decir que estuvieron todas sería un exceso, puesto que no vimos a ninguno hablar en lengua indígena, por ejemplo- pero el ejercicio como nunca antes en nuestro país, representó a la inclusión y el respeto.
Expresaron sus inquietudes, miedos, dudas y en ello, se dejó ver lo que se informan y lo pendientes que están de la situación, un niño con hemofilia y una niña con diabetes tipo 1 preguntaron si por su condición forman parte de los grupos de riesgo, si son más vulnerables, porque mucho se ha hablado de que quién padece diabetes o problemas de coagulación y su relación con padecer complicaciones del coronavirus porque las indicaciones siempre están dirigidas a personas que tienen estos padecimientos pero son mayores; una niña preguntó sobre cómo sería el regreso a clases con las nuevas medidas de sana distancia, el secretario tuvo que aceptar que aún no están del todo definidas.
El interés por saber sobre padecimientos del corazón, cuando podrán regresar a sus terapias, eventuales complicaciones por asma, la forma en que se comunicaría el personal de salud con las y los niños que utilizan el lenguaje de señas, fueron otras inquietudes expresadas que, junto a las anteriores, demostraron las graves deficiencias con las que hoy se enfrenta nuestro endeble sistema de salud. Otro acierto más al reconocer ahí mismo que, como enseñanza se debe fortalecer para poder recibir cuidado desde la prevención, la atención y la rehabilitación.
O sea, se les habló claro y no se les mintió ni se les matizó la verdad, básicamente, porque se les reconoce que son inteligentes y entienden razones; mas allá de la visión adultocéntrica que siempre les ha tenido como monitos a los que hay que tutelar o que considera, no tienen el “criterio totalmente formado” cuando una visión de derechos humanos indicaría que dependiendo de la crianza y la educación que reciben, es el odio o el respeto lo que se considera “criterio” y que lo apliquen es que acepten o rechacen la diferencia.
En términos claros, al preguntar cuáles enseñanzas nos dejará esta pandemia, se les respondió que “…el mundo puede aprender que debemos tener una sociedad más justa para que todas las personas tengamos los mismos recursos para alimentarnos, para conservar la salud, para una vivienda digna, para un trabajo respetado y bien remunerado…” (Dr. Hugo Lopez-Gatell, conferencia de prensa, 30/IV/2020); reconociendo desde el Estado un ideal de política pública que reconoce sus deficiencias y en ellas, los principales obstáculos para enfrentar la contingencia.
La visión adultocentrista inserta en el gobierno siempre ha visto a las infancias en un fetiche. Solo las pondera cuando alguna resaltaba por algo notable y lo traduce a discursos aspiracionales enclavados en el discurso meritocrático, por ejemplo, como cuando se les involucraba en una férrea competencia para conocer al presidente por ser los alumnos “ganadores” en los concursos académicos, misma lógica que se aplica (todavía) cada 30 de abril en los Congresos, Tribunales de Justicia, Cabildos y toda entidad de representación o gobierno relevante a modo de premio, acendrando la enseñanza que unos ganan y otros pierden y que por más esfuerzo que se haga, no se puede acceder a los privilegios que ganar otorga; convirtiendo dichos concursos en una cuestión de clase porque en un país como este, en el que niñas, niños y adolescentes representan 40 millones siendo una tercera parte de la población, en la que 21 millones viven en la pobreza y 4 millones no van a la escuela, es claro que esas dinámicas deben desaparecer por violentar a todas aquellas infancias que se desarrollan en una situación de inequidad o peor, tienen nulas posibilidades de desarrollo.
La conferencia también dejó ver algo que a la política pública en materia de salud en otro tiempo no le importaba: las niñas y los niños se enferman. Y lo hacen de enfermedades que se consideran adultas.
Las crónico-degenerativas cada vez están más presentes en este sector de la población, de ahí que las inquietudes expresadas sean en un sentido muy adverso al que los adultos discuten; en un sentir comunitario de bienestar, las y los menores expresaron su preocupación por las personas que no cuidan a las demás, por las que violentan al personal de salud.
Una responsabilidad grande se dibujó, hay un salto generacional ahí que se reconoció como nunca antes y que hizo perder ese sentir a las infancias de antes y es que, nunca habían recibido una escucha atenta, sin condescendencia, sin asumir antes de “oír” que no van a entender, sin utilizar diminutivos que los minimicen en criterio y personalidad, tomando en cuenta que son seres individuales, personas sujetas de derechos que con su activa participación política, se puede ir construyendo una nueva democracia, una que en realidad si sea incluyente, transversal, comprometida, respetuosa, equitativa y comunitaria.
Es a esta generación a la que le queda legarnos la nueva normalidad, la forma en que viviremos nuestras vidas de aquí en delante.
Ojalá esta vez, tengamos disposición a escucharles.
@MarieLouSalomé