La banalidad del mal en Teuchitlán

Techiutlán-Desaparecidos

La banalidad del mal en Teuchitlán 18 de marzo de 2025

Verónica Villegas Garza

Chihuahua, Chih.

Lo terrible, lo verdaderamente terrible de la noticia del descubrimiento del campo de exterminio en la comunidad de Teuchitlán Jalisco es que con toda seguridad no es el único sitio de este tipo en el país, esa es la verdadera pesadilla vuelta realidad que no ha dejado de rondarnos desde hace 10 días, en casi cualquier estado que mencionemos con toda seguridad se encontrarán este tipo de lugares, Jalisco, Guanajuato, Michoacán, Zacatecas, Tamaulipas.

Citando al periodista Héctor de Mauleón: Desde julio del año 2020, la entonces titular de la Comisión Nacional de Búsqueda, Karla Quintana, advirtió: “La juventud mexicana está desapareciendo”. Según los datos del Registro Nacional de Personas Desaparecidas y No Localizadas, 75% de los desaparecidos en el país tienen entre 15 y 30 años de edad.

Solo durante el sexenio de Andrés Manuel López Obrador desaparecieron 51 mil personas (75% de sexo masculino). No solo eso: también se detectaron tres mil fosas clandestinas repartidas a lo largo de 24 estados” *

El pasado 05 de marzo, el colectivo Guerreros Buscadores de Jalisco recibió llamadas anónimas que los llevaron a un rancho en Teuchitlán. Lo que encontraron fue escalofriante: tres hornos crematorios clandestinos y evidencias de tortura y asesinatos. Un integrante del colectivo explicó que el lugar era utilizado como campo de adiestramiento por el crimen organizado y donde además se practicaban técnicas de secuestro y ejecución.

La verdad surge con el paso de los días, ahora sabemos que a pesar de que el rancho había sido intervenido por las autoridades en septiembre de 2024, no se colocaron sellos de aseguramiento, lo que permitió que el lugar siguiera operando. Los buscadores encontraron restos óseos fragmentados y piezas dentales que podrían ayudar en la identificación de las víctimas.

Con la verdad, empiezan también las excusas del Estado, el fiscal general declarando lo que todos pensamos: es imposible que las autoridades estatales y municipales no supieran de este lugar, pero omitiendo muy convenientemente que también es imposible que el Ejército, Guardia Nacional y otros organismos federales no estuvieran enterados.

Surgen entonces los pretextos y el intento de deslindarse de responsabilidades: la federación culpando al estado y al municipio y viceversa, la presidencia  jugando al papel de víctima aprendido del sexenio anterior, el jugar al papel de víctima de un complot en su contra, sin pensar que las víctimas son los cientos de miles desaparecidos por todo el país, las víctimas son las madres y padres buscadores, los que prácticamente con las manos desentierran los restos calcinados de sus desaparecidos, mientras que el Estado rebasado trata de culpar a fantasmas de hace 18 años.

¿Cómo puede un campo de exterminio operar por más de 10 años en intimidad? ¿Cómo pueden decenas de miles de personas ser desaparecidas y calcinadas en masa? ¿Cómo puede la violencia llegar a ser tan normalizada? Las respuestas, quizá, surgen del concepto de la banalidad del mal, un término acuñado por la filósofa Hannah Arendt para describir como la gente común mediante la irreflexión y el desapego burocrático pueden propiciar crímenes extraordinarios.

Las observaciones de Hannah Arendt durante los juicios de Nuremberg relativos al holocausto, revelaron que mal a menudo no es obra de monstruos, sino de gente común que sigue órdenes en un sistema establecido.

En México el crimen organizado opera de forma similar a las burocracias que Arendt describe: organizaciones jerárquicas con roles definidos, desde quienes dan órdenes hasta quienes las ejecutan. Cada miembro, como en Nuremberg puede afirmar ser sólo un “engranaje de la máquina”, cumpliendo con sus deberes sin cuestionar la moralidad de sus acciones, porque “si no lo hago yo alguien más lo hará.”

El no cuestionamiento de lo bueno o malo, es decir, la falta de pensamiento crítico: La "banalidad del mal" también se refleja en la incapacidad de los individuos para cuestionar las normas y las prácticas establecidas, incluso cuando estas son moralmente reprehensibles.

Las consecuencias ya las vivimos, tales como una profunda descomposición del tejido social, debilitamiento de las normas y valores que sostienen la cohesión social, incapacidad de las instituciones para prevenir y castigar la violencia que solo contribuyen a crear  una sensación de impunidad y desconfianza en la sociedad, una cultura de la violencia que incluye la glorificación de la misma  en los medios de comunicación, la música o el arte, y a todo lo anterior el factor de la desigualdad y la exclusión social 

Si los actores políticos y los cuerpos de seguridad del estado continúan justificándose y culpándose entre ellos, se empezará a notar una profunda descomposición del tejido social, teniendo como síntomas mas visibles la violencia y la brutalidad, donde se hace palpable la incapacidad de las instituciones para prevenir y castigar la violencia generando una sensación de impunidad.

Mientras todo esto continúe, cada día será mas palpable la fractura del Estado de Derecho.

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Verónica Villegas Garza

Analista y catedratica de la Uach