Chihuahua, Chih.
La discusión que deberá celebrar el día de hoy la Cámara de Senadores -si es que no ocurriera cosa contraria- para aprobar las reformas constitucionales que darían origen a la Guardia Nacional (GN), como un órgano del Estado encargado de la Seguridad Pública y no, como hasta ahora, de la Seguridad Nacional, ha sido diáfanamente precisada por el promovente real, el presidente López Obrador.
Ya no hay confusión alguna, el tabasqueño definió a la GN como una “corporación de seguridad que garantizará el respeto a los derechos humanos y el uso regulado de la fuerza, como operan las fuerzas de paz de la ONU”, porque, remarcó en una conferencia de prensa realizada en Monterrey, “Queremos que el Ejército mexicano tenga la función de la seguridad, de garantizar la seguridad pública…”. (Nota de Reforma, 20 Febrero 2019).
Así, con todas sus palabras, es la pretensión del gobierno de la 4a. T, no hay más opciones, pretende hacer algo que ningún gobierno, en el planeta, ha optado para combatir la violencia generada por el crimen organizado, que esa es la principal de las características de la que sufrimos en México.
Y como si fuéramos un país sumergido en un conflicto bélico, aboga por la presencia de la fuerza militar, que eso son las fuerzas de paz de la ONU, que para actuar lo hacen bajo un régimen especial, el que conocíamos en México como el de la suspensión de las garantías individuales, es decir, de excepción.
¿Eso es lo que necesita el país, o sólo, -como lo han afirmado hasta la saciedad infinidad de activistas de las organizaciones de desaparecidos, de derechos humanos, investigadores, especialistas, etc.- en determinadas regiones y zonas del país, ahí en donde los grupos criminales han sustituido al Estado Mexicano y desarrollar un eficiente cuerpo de policías -o policías-, pensado, imaginado, soñado, para el México del futuro inmediato?
No falta a la verdad López Obrador.
De acuerdo al dictamen aprobado solamente por los senadores de la coalición gobernante -Morena, PES y PT- se mantiene la intención de crear una Guardia Nacional con formación y disciplina militares, pues permitirá la participación de las Fuerzas Armadas en tareas de seguridad pública por tiempo indefinido, en tanto sea constituida la corporación; mantiene el fuero militar para los elementos que cometan delitos clasificados como del orden castrense, lo que sumado al hecho de que se mantiene la existencia de una Junta Militar de Jefes de Estado Mayor, conformada principalmente de militares.
No hay margen a la duda, la GN sería una institución militar.
Peor aún, los “senadores ampliaron como una de las responsabilidades de la Guardia Nacional ‘la preservación de la paz pública y el orden’, por lo que la agrupación puede participar en la disolución de manifestaciones que la autoridad considere que están alterando el orden público”. (Nota de Andro Aguilar, Pie de Página/La verdadJuárez, 20/II/19).
Por si fuera poco, le enmiendan la plana a la Cámara de Diputados y eliminan la perspectiva de género que tenían que ejercer como obligación los integrantes de la Guardia Nacional en sus funciones.
Más preocupante aún, en oposición a lo existente, el articulado propuesto por los senadores de Morena ya no le pone restricciones a las facultades del presidente.
Los legisladores de Morena y muchos de sus simpatizantes razonan como si AMLO fuera eterno y que siempre estará ahí conduciendo los destinos de la nación con honradez y eficiencia, no están actuando en función de la elevada tarea que les tocaba asumir: La de que, como primera fuerza de izquierda en asumir la presidencia, están obligados a crear el entramado jurídico democrático que preservara el rumbo del país para la presente y siguientes generaciones, y no se plantean la posibilidad, uno, la del término de la gestión de López Obrador y otra, para la que siempre deberán preparadas las instituciones, la falta del titular del Poder Ejecutivo, temporal o definitiva.
Nos pasamos casi todo un siglo para desterrar el presidencialismo, no sólo el denominado “imperial”, sino cualquiera, porque es un obstáculo mayor para el desarrollo de la democracia y ahora, desde el primer partido de izquierda que gana la presidencia en lugar de acentuar en aquel sentido, trazan la ruta para el contrario, al refortalecimiento de la figura presidencial.
¿Dónde quedaron las aportaciones de Porfirio Muñoz Ledo y otros en la vía de la construcción de un régimen parlamentario?
¡Qué grave!
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