Chihuahua, Chih.
De un amor casi clandestino, de una azarosa preñez, se gestaba ya con impaciencia y disimulo, con desesperada ternura, el ser que enraizaría al chicano y que lo resumiría en todo su esplendor, miseria y complejidad: El pachuco.
Pachuco: Palabra que tuvo su origen, probablemente, en El Paso, Texas, puesto que ahí se inició el movimiento. Se trata de una palabra compuesta: al atravesar el puente tipo arco, al llegar a la cima, aparecía un gran anuncio que decía Shoe Co. Y por otra parte, por la noción de que al atravesar la línea fronteriza lo hacían de modo ilegal, es decir “chueco”, que en posteriores modificaciones lingüísticas se transformó en “chuco”, término al cual se le antecedió la primera sílaba de El Paso, Pa. Sin embargo, esta supuesta etimología es desbordada por la “Pluralidad de Significados” en donde lo que realmente importa es que bajo ese rubro se dio, como juego pirotécnico, el primer esplendor chicano.
Melena que va huyendo al peluquero,
un sombrero grandote en la cabeza,
una pluma muy larga en el sombrero
y saco hasta la corva, de una pieza.
Van en turno después los pantalones:
tienen en la cintura pliegues miles,
de cadera a chamorro dos balones
y en la parte de abajo dos fusiles.
Dos pulgadas de suela en los zapatos;
en sus modos y en todo son iguales,
y en su trato común se hablan de “batos”
y cuando hay más confianza de “carnales”.
(Servando Cárdenas)
Habitantes de suburbios y escondrijos, ser opacado e intruso, continuamente hostilizado, maltratado y devaluado por todos y por sí mismo, perseguido por la “Migra”, amenazado y explotado por los patrones y reducido a una condición subhumana, en la desesperación de su ahogo, emerge el pachuco, de modo repentino y reactivo, como una especie de fantasma de colores.
Eran perseguidos por intrusos, señalados como indeseables. En esos momentos la lógica, el sentido común, recomendaban que en un acto de camuflaje aparentaran ser los nuevos continuadores del “american way of life”. Pero renuentes a abandonar sus costumbres y a asimilarse al sistema dominante, decididos a “No rajarse” frente al descomunal e insistente falo del capitalismo, determinaron, asfixiados, liberarse exacerbando sus rasgos distintivos.
El pachuco, inventor de sí mismo, elabora también su moda, su disfraz. No es de extrañar que los pachucos siendo personas, que por sus circunstancias vivenciales, “se disfrazan, que temen a la mirada ajena, capaz de desnudarlos y dejarlos en cueros”, según lo observa Octavio Paz, hayan elaborado su vestimenta con exagerada ornamentación, en donde recuperaban exaltada, su noción de lo mexicano en los colores chillantes y en lo abigarrado de sus adornos, por otra parte no exenta de original elegancia. El traje y su conducta, pretendidamente delictiva, ayudan (?) al pachuco a fabricarle una apariencia, en donde se alimentaba el mito de ser propietario de una potencia sexual desmesurada y de una gran agresividad que no cesaba sino con la muerte, de tal modo que esa animalidad capaz de transgredir toda norma, despertaba en los demás, sentimientos de temor y atracción, de envidia y rechazo.
Además de su ropaje estaba la singularidad de su lenguaje: El Mex-Am o el Spanglish. Escandaloso para los académicos, inaudito para los puristas de la lengua, criticado por los guardadores de “las buenas costumbres”. Estas eran las reacciones ante la magia de una nueva palabra que se repudiaba tanto como electrizaba. Significaba la inauguración de un modo de decirse: Era la manifestación inequívoca de una nueva “raza” que nombraba las cosas como las sentía, de la manera que las hacía suyas y así favorecía al proceso psicológico, individual y colectivo, que le ayudaba a adaptarse más fácilmente a una comunidad hostil.
¿Ese loco,
cúrate!
Dig on what/
on what them dudes are saying.
VATO.
That your are (ja-ja, que lucas!):
A non-goal oriented,
aliniated being
sufriendo un “identity-crisis”
rejecting conventional modes and mores,
¡Me la Rayo
ywacha dizque yoysprangfrom EL CHUCO
boogie´dinto LOS & found
the battleground
for US Naval wars;
y se acá.
Órale, simón que sí...”
(Raúl Salinas)
Spanglish, zootsuit, su música y sus bailes, las fantasías que en torno a ellos proliferaban y la propagandización amarillista de su movimiento, tantas veces definido como sin causa ni cauce, les hizo aparecer frente a los ojos de los anglosajones e incluso frente a la opinión pública mexicana, como un producto social indigno. Esta imagen fue reproducida grotesca y sublimemente hasta formar el estereotipo.
Este estereotipo, aprovechado hábilmente por el grupo dominante, que dueño de una sociedad altamente industrializada y consumista donde importa mucho que los productos sean identificados y aceptados sin cuestionamientos, fue mostrado en el mercado cultural ideológico como un ser claramente inferior y por tanto necesariamente subordinado cuyo comportamiento era conflictivo y sólo capaz para el desempeño de tareas desdeñables y sin motivaciones reales para escalar el éxito al que los ciudadanos estadounidenses estaban acostumbrados.
Estereotipo para los anglos, singularidad para el pachuco. Para el pachuco el ser único y distinto era su otra manera de estar solo, es decirse marginado y sufrir, es decir, de existir: En la soledad y en la penumbra de su barrio, al caer su disfraz, al desnudarse, descubría al ser sentimental y débil que pretendía ocultar. Herido, tatuado por la desgracia, dolido por la marginación, urgido por regresar a etapas más anteriores de su historia y temeroso del futuro, ese era, ciertamente, el pachuco. Ante la realidad de su vida presente prefirió el camino de la fatalidad. La muerte se le niega afanosamente, la busca en los torpes desplantes de valentía, en los intrépidos impulsos de la desesperanza que en lugar de llorar genuinamente lo hace reír a gritos; la busca y se le escapa en las rebeliones que muchas veces son pretextos para el encuentro con el otro aún en la desgracia y el dolor; arremetidas inconscientes que muchas veces buscan, a través del castigo, la reconciliación o el perdón de los dueños del país.
“Órale, carnal. Simón, ése, semos chicanos, camarada. El chante, acá cantoneamos pa’estelaredo, ve, usté‚ sabe, guy, los gabas le apañaron esta land a la raza; al racle pos ahí andan estos batos quesquecamellando en los files y en donde querétaros, chavalos, que está durazna la movida. —escuela, —chale, carnal! simón a la war te llevan, ése, y te dan en la jefa de volada. No nos dan quebrada los bolillos porque semos prietos, ése, y pos tú ya s banas, pa’tener batos que le hagan el jale free. En la School carnal, te echan la pompa andar si teoriqueas en chicano. ¨Sabes qué, carnal? pos qué hace uno; acá pochos y allá greasers. Vale más que sepas una cosa, bato, se nos están hinchando los tanates. Que se pongan al alba camaradas porque, porque si no se nos da nuestro place y nos van respetando, ése, se los va a cargar la pinchi con todo y la tía de los chavalones. Abusado, carnal, calletano y la gallina es tuya. Órale, mi güenruquito, pásela suavena ahí lo huacho”.
(Miguel Méndez)
El pachuco fue la concreción del alma chicana. Los chicanos al establecerse como tales, inician una primera fase de revaloración, una introspección en la búsqueda de sus raíces, de su esencia. Teniendo como antecedentes el pachuquismo, a partir de los ‘60, este proceso adquiere madurez y de acuerdo con Juan Armando Epple, cohesión ideológica a través de la postulación de los rasgos caracterizados del grupo como totalidad: Una identidad étnica (la raza), una identidad política (la causa), una identidad cultural (la formulación de la cultura chicana), y la postulación de un territorio propio (Aztlán).
*Fragmento de mi ensayo Chicanos, y Cholos, incluido en mi libro Tierras Bárbaras.