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El pasado violento, siempre presente
Sin Retorno

El pasado violento, siempre presente 21 de enero de 2019

Luis Javier Valero Flores

Chihuahua, Chih.

Sin cambios verdaderamente estructurales, los problemas de seguridad, en el país, continuarán.

Se presentarán con altibajos, seguramente de manera creciente, como ahora lo sufrimos en todo el territorio nacional pues las cifras de homicidios no disminuyen, al contrario y en cada vez mayor proporción abarcan a más entidades.

Además, la degradación del entramado social, producto de muchos factores, pero fundamentalmente a causa del incremento de las actividades del crimen organizado y de la acelerada depauperación de la población, producen un incesante incremento de los índices delictivos, que llevan, también, a percepción de que son “normales” las actividades delictuosas.

Las escalofriantes escenas del incendio de las tomas clandestinas en Tlahuelilpan son claras muestras de lo anterior, así como las no menos espeluznantes imágenes de los vehículos, instalaciones y elementos policíacos atacados en días pasados, tanto en Juárez, como en Chihuahua capital.

Como en la oleada violenta del 2008-2012, nuevamente el antiguo Paso del Norte es el escenario de crímenes con las mismas características de esa época y, desde muchas semanas atrás, el incremento de homicidios nos lleva a aquellos años.

¿Qué cambió en materia de seguridad pública que nos llevara a esperar resultados distintos a los del pasado?

Nada.

Quizá una cosa sí ocurrió. A diferencia de entonces, el aumento en el consumo de la droga conocida como cristal es impresionante. Su bajo costo y sus nocivos efectos, de corto y mediano plazo, la convierten en la más peligrosa de casi todas las drogas existentes.

Y no solamente en el aspecto del consumo individual, sino en el de al ser de muy bajo costo, convierte en sus primeras presas -y casi únicas- a las personas de las más bajas condiciones económicas, lo que hace de los barrios y colonias más pobres auténticas bombas explosivas de muy inquietantes perspectivas pues la incorporación de jóvenes de estos estratos sociales -del mismo modo que en el pasado, pero llevada a muy elevadas cifras- a las actividades criminales es, casi, masivamente y a un muy bajo costo para los jefes de las bandas delictuosas, tanto en la sociedad, como en la parte gubernamental, que seguramente explica el hecho de que uno de los principales objetivos de los grupos criminales sean las corporaciones policiacas, las que han sufrido múltiples ataques a mansalva, a manos de delincuentes que actúan con plena impunidad y con un increíble descaro.

Y como nada cambió en la estrategia gubernamental para combatir a la delincuencia; todo aumentó en ese aspecto, no sólo los homicidios se incrementaron, también el número de los delitos acompañantes del tráfico de drogas; éste continuó del mismo modo y volumen que en el pasado y la corrupción, además de crecer en el seno de la sociedad, abarcó a más esferas, y más influyentes, del mundo de la política y el gobierno, de tal modo que la impotencia es, por muchos momentos, la principal sensación en cada vez más amplias capas de la población.

Un aspecto de lo cual es el hecho de que “desde el inicio de la administración de Javier Corral han sido asesinados 66 elementos policiacos de las diferentes corporaciones que hay en Chihuahua. (Y) En total, ha informado la FGE, se han detenido a 14 personas acusadas de participar en los ataques en contra de la Agencia Estatal de Investigación”. (Nota de Itzel Ramírez, El Diario de Juárez, 20 enero 2019).

Igual ocurre en el esclarecimiento de los homicidios ocurridos en lo que va de la actual administración, que no es nada distinto al pasado previo: La impunidad más rampante.

Todo lo anterior lleva a muchos a optar por las soluciones más “extremas”.

Incluso a los nuevos gobernantes en el plano nacional, como el de pretender militarizar la seguridad pública, sin percatarse que una de las salidas consiste en la construcción y el fortalecimiento de las corporaciones policiacas y la incidencia real en el fortalecimiento del entramado social, así como la puesta en vigor de un proceso de legalización del tráfico de drogas, de manera escalonada y con el pleno control, tanto de autoridades confiables, como de representantes de la sociedad civil, así como de organizaciones internacionales que coadyuven en estos propósitos, podría ser la ruta a seguir para salir del infierno actual.

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Luis Javier Valero Flores

Director General de Aserto. Columnista de El Diario