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El dilema de la Estanflación

El dilema de la Estanflación 8 de julio de 2022

Manuel A. Carrasco Estrada

Chihuahua, Chih.

El periódico El Economista publicó el 24 de mayo de este año en su sección de opinión un artículo de Carlos Martinez Castillo, reconocido economista y Profesor de la Universidad Panamericana, la Ibero y con amplia experiencia dentro del Banco de México, la SHCO, La Presidencia de la República y Washington, D.C., un breve articulo donde categóricamente señala que México experimenta una clara estanflación. 

De manera similar, El Financiero, en su edición del 11 de mayo publica un artículo titulado: Estanflación 2022, donde su colaborador Clemente Ruiz Durán expresa que el país enfrenta un proceso de estanflación. 

El mismo periódico, pero ahora en su edición del 17 de mayo de su sección Economía, el autor Cristian Téllez, titula su artículo: ¿Y ahora qué? Economía de México está en estanflación: IMEF, en donde manifiesta que los expertos del Instituto Mexicano de Ejecutivos de Finanzas aseguraron que la economía de México se encuentra en un escenario de estanflación. 

El portal de noticias Publimetro, publicó el 25 de mayo, que de acuerdo con la Directora de Análisis Económico del Grupo Financiero BASE, Gabriela Siller, nuestro país entró a una fase de estanflación moderada. 

El periódico La Jornada en su versión digital del 19 de abril de 2022 en articulo de Dora Villanueva, señaló que, de acuerdo con el Instituto de Finanzas Internacionales, México encara una situación conocida como estanflación.

Sin el afán de demeritar lo expresado en tales artículos, me veo en la necesidad de tratar de precisar si técnicamente nuestro país se encuentra o no dentro de una etapa de estanflación, con independencia de las opiniones que cada experto pueda tener al respecto.

Un poco de historia siempre es importante, durante el periodo de 1970 a 1981, los Estados Unidos y algunos países desarrollados experimentaron una situación de estanflación, es decir, hubo un estancamiento de la economía aunado a una inflación fuera de los márgenes normales y un creciente desempleo. 

Esto se originó por la decisión de los países miembros de la OPEP de voluntariamente reducir la producción petrolera para generar en automático un alza en los energéticos como represalia al apoyo que Estados Unidos otorgó a Israel en su guerra contra los países árabes, es decir, los dueños del petróleo frenaron la oferta cuando la demanda era alta, y dada la dependencia global del crudo para las actividades industriales y comerciales, el mundo desarrollado experimentó un alza en los precios de bienes y servicios, pérdidas de empleo y un estancamiento de la actividad industrial. 

Ese periodo de estanflación perduró por toda la década, con tasas inflacionarias de alrededor del 8%, crecimientos anuales de 2.5% y desempleo de 6.5%.  Fue a raíz de este fenómeno que Estados Unidos comenzó a usar la política monetaria de su banco central para detener la inflación, política que se sigue replicando hasta el día de hoy no solo por ellos, sino por la gran mayoría de los bancos centrales como medida reaccionaria para contener el alza inflacionaria a través de frenar el consumo.

¿Estamos lejos de experimentar otro periodo prolongado de estanflación? Es muy complicado establecer los parámetros correctos para determinar si nuestro país atraviesa un periodo real de estanflación, sobre todo por lo que representa la informalidad laboral, que al cierre de 2021, según el INEGI representó el 56.5%.  En cuanto al empleo formal según el mismo Instituto, la tasa de desempleo en abril fue del 3.1% contra un 3.3% del mes anterior y 4.7% del mismo mes pero de 2021, por lo que se podría concluir que el personal económicamente activo no ha tenido un decremento, sino al contrario, muy poco, pero ha crecido. 

Sin embargo, nos topamos con la informalidad que es más de la mitad de la población y lo complicado que es medir las tasas de desocupación, por eso resulta difícil tener una tasa real de desempleo en nuestro país. En cuanto a los otros dos indicadores, estancamiento e inflación, el primero de ellos ha mostrado leves incrementos ponderados de 1.3% mensuales de enero a mayo del presente año, con un solo decremento del -0.3% en marzo, por otro lado, la inflación general, la subyacente y no subyacente están en niveles altísimos: 7.65, 7.28 y 8.77% respectivamente según la última reportada por Banxico para el mes de mayo. 

Atendiendo a estas cifras, nuestro país no atraviesa por una situación de estanflación, pues no se cumplen técnicamente las variables de la formula, aunque como mencioné en el párrafo anterior, existen criterios difíciles de medir como el desempleo y determinar que se entiende por una tasa de inflación alta y aumento de precios al consumidor. 

Otros economistas advierten solo dos criterios para determinar si existe estanflación: Crecimiento cero o menor al de periodos anteriores e inflaciones altas por encima del 10%, inclusive manejan términos de estanflación “light”.

Particularmente no comulgo con esas “distorsiones” a la doctrina económica, ya que poco abonan a entender realmente el punto dentro del ciclo económico por el que un país atraviesa y peor aún, dificultan las decisiones que según la lógica económica deben tomarse para buscar salir a flote. 

El no estar técnicamente ante un proceso de estanflación, no significa que el escenario actual refleje una marcada desaceleración económica en comparación con periodos anteriores y que el control de la inflación a tasas del 3% con un margen de más menos 1% se ve muy, pero muy lejano.

¿Entraremos a un periodo de estanflación? La bola mágica no existe, si bien muchos podrán especular sobre el futuro económico de nuestro país, no deja de ser eso, especulaciones, que en muchísimas ocasiones atienden más a interés políticos que económicos, por eso la importancia de tener criterios claros, fundamentados y adecuados a las circunstancias actuales, por lo que resulta de suma importancia, preguntarse qué ocurre hoy a diferencia de hace 50 años cuando Estados Unidos y otros países atravesaron una década de estanflación.

Las variables siempre son distintas, pues el mundo no es el mismo hoy que como lo fue ayer. Actualmente el mundo experimenta una ola inflacionaria tanto en productos alimentarios como en los energéticos, alza de interés de los bancos centrales, caídas de las bolsas de valores y sus principales indicadores, desplome de las criptomonedas, apreciación del dólar contra casi cualquier divisa y su inminente emparejamiento contra el euro-

Además, encarecimiento de la canasta básica, los costos de transportes por los cielos, cadenas de suministro principalmente de China en estancamiento debido a los confinamientos, crisis de contenedores para el transporte marítimo de mercancías y sus puertos, el resurgimiento de contagios de COVID-19, el no cese de la invasión rusa a Ucrania, la escasez y alza de materias primas, granos, metales y energéticos; un irrisorio crecimiento global ponderado de menos del 3% contra casi un 6% del año pasado, baja en las recaudaciones fiscales de la mayoría de los países, en este caso México es la excepción, es decir, enfrentamos a nivel global un periodo de desaceleración e incertidumbre, pero también hay que reconocerlo, los países y sus instituciones, tanto de política fiscal como monetaria, son más sólidas, los bancos centrales han demostrado un buen manejo de las tasas inflacionarias en las últimas décadas y gozan de verdadera autonomía, el comercio exterior sobre todo de países en vías de crecimiento como el nuestro se han convertido en las nuevas palancas de desarrollo.

La demanda de bienes y servicios post pandemia viene a la alza, lo que implicaría recuperación y creación de empleos en el mediano plazo, las políticas de subsidios que no son del todo muy bien vistas, en momentos como estos son sumamente necesarias sobre todo en los energéticos, y en nuestro caso, los niveles de deuda y de reservas nacionales dan un respiro importante, en pocas palabras, las condiciones actuales no parecen indicar que experimentaremos una estanflación, por el contrario, si la inflación, que podríamos decir es importada se logra controlar, el periodo de recuperación económica y crecimiento sostenido a las proyecciones que se tenían antes de la pandemia puede darse en un tiempo de 9 meses o un año.

El reto es grande, por un lado la política del Banco de México de subir la tasa general de interés a niveles nunca vistos del 7.75%, atiende al objetivo de frenar la inflación y proteger nuestra moneda al desincentivar el consumo y privilegiar el ahorro, ya que el costo de pedir dinero, es decir, el interés que nos cobran al ser mucho más alto, debiera ocasionar una baja en la demanda de bienes y servicios con el fin de que esta se empareje con la oferta, situación contraria a como se encuentra en este momento nuestra realidad, alta demanda y baja oferta. 

Por otro lado, si bien el crecimiento no ha sido negativo, salvo el mes de marzo pasado, la realidad es que nuestra economía no crece como debiera, y estas medidas alcistas en las tasas de interés poco favorecen a la reactivación económica, esta es la paradoja crucial, pero queda claro que el objetivo primordial del banco central es y debe ser siempre el de mantener la inflación controlada.

A forma de resumen, a mayor inflación mayor tasa de interés, a menor inflación menor tasa de interés. 

Muchos argumentan que el Banco de México y demás bancos centrales deben imprimir dinero para estimular el crecimiento económico y no subir las tasas de interés, lo cual va en contra de toda lógica y doctrina económica, pues entre más dinero exista en circulación, con el paso del tiempo irá perdiendo su valor y consecuentemente la inflación se elevaría por las nubes, porque de ser el dinero un recurso escaso se convertiría en abundante con menos plusvalía. 

Entendamos esto, las instituciones del sistema financiero mexicano, cada vez que prestan dinero cobran un tasa de interés por el plazo de vida del crédito, ese interés es la utilidad que ellas reciben; por ejemplo, si los préstamos están a razón de una tasa de interés del 4% a un año, y durante ese periodo la inflación es del 8%, cuando se termine de liquidar ese préstamo no habrá una utilidad real, por el contrario, habrá pérdidas por el 4%, por esa razón debe anticiparse una tasa de interés que vaya en proporción con la inflación para que no se pierda en el transcurso del tiempo el valor del dinero.

*MDF Manuel Carrasco