Chihuahua, Chih.
Dedico esta colaboración editorial a mis alumnos de los tres grupos del curso; Educación y Sociedad en América Latina, que actualmente imparto en la Unidad UPN 081. Ellos van conociendo a través de sus clases a conocer y pensar sobre una realidad también que poco a poco les va resultando familiar a raíz que salen de la casa común que es México, para valorar un entorno que también les es propio, Latinoamérica.
Va para ellos, con cariño y admiración, por el buen trabajo que realizan en sus cursos.
EL DESAFIO ES PENSAR
La civilización ha sido un largo proceso de crecimiento y desarrollo que ha llevado a la humanidad por milenios a construir o diremos mejor edificar las diversas civilizaciones, ya que afortunadamente no hay un modelo único de ver el mundo y para quienes han pretendido estandarizar la vida, es evidente que la policromía de culturas, sabores en lo gastronómico y expresiones de arte de muy diversa índole marcan hoy el mundo con la diversidad en que vivimos.
Así las cosas imperfectas, inacabadas y aun la edificación es la tarea, sin embargo la tragedia de la violencia enseñorea a raudales no solo a últimas fechas sino siempre, solo que como decía el teórico canadiense Marshall Mc Luhan, El mundo se ha convertido en una aldea y de su realidad hoy todos abrevamos sea a través de los medios o en el peor de los casos de la experiencia directa, que tanto duele.
Solo tomaré hoy un caso como referente y es el que tanto lamentamos por las muertes de mujeres por y con violencia que denominamos los feminicidios, buscando que todos reflexionemos en el artículo de Ana Cristina Ramos Publicado en la revista digital Rebelión https://piedepagina.mx/ titulado ¿Es el feminicidio otra forma de genocidio? y el del dolor por la muerte de un ser humano de cualquier sexo pero que por su época es llamado hombre como categoría conceptual así aplicada entonces, a todo ser humano y que expresa el dolor, que es magistralmente representado en el poema Civilización del maestro Jaime torres Bodet.
Como señalo y ante las noticias de casos tan controvertidos que involucran a mujeres como victimarias tal es el caso de quien secuestró y entregó a la niña Fátima, a su verdugo quedando por definir su mayor o menor coparticipación en el mismo homicidio.
Por ello porque todo es poco claro ahora aun para saber si hay realmente “mano negra” a través de personas infiltradas en la vandalización de edificios por las legítimas marchas de hartazgo feministas, ante el número de muertes que crece.
Estimo que menester es centrar la reflexión en que motiva y causa el hecho y considero que estas dos piezas literarias nos aportan elementos, para pensar que ante lo que vivimos como lacerante realidad es esencial.
Consideremos en todo su valor esta pregunta, sobre todo por la experiencia referida por quien realiza la obra que en ella se describe.
¿Es el feminicidio otra forma de genocidio?
Hace 25 años Ruanda vivió un genocidio que acabó con la vida de un millón de personas; cuando se fue el asedio, permaneció la violencia y las mujeres que fueron botín de guerra siguieron siendo víctimas.
Con su nueva obra de teatro, Koulsy Lamko, un artista ruandés y exiliado político en México lanza la pregunta: ¿Es el feminicidio otra forma de genocidio?
Lo que se escuchan son cantos tribales africanos que se mezclan con los ritmos del rap; historias de diversos feminicidios se introducen en la canción. Al público le llegan voces melancólicas; asustadas y fuertes de cinco mujeres que recrean en el escenario, con palabras, casos emblemáticos de mujeres asesinadas en distintas partes del mundo.
El performance se llama Oratorio de los Tepozanes. Su creador es Koulsy Lamko, refugiado político que vivió el genocidio de por lo menos 1 millón de personas de la etnia Tutsi en Ruanda.
Llegó a México hace 16 años y encontró un hogar en Iztapalapa. Asegura que si no tiene nada que hacer fuera de casa, no sale por temas de seguridad en el barrio. «Cuando se encuentra lo político con lo social, son problemas de predilección y en este momento, el feminicidio es un problema que hay que tocar», explicó Koulsy como su motivación detrás de esta obra teatral.
Alba Rosas, pianista y cantante del ensamble, cuenta que durante el proceso de montaje de la obra, Koulsy compartió con las actrices un pensamiento que le parecía políticamente incorrecto: «A mí me parece que lo que está pasando con las mujeres es un genocidio en todas partes; aquí en México son nueve al día; y dice que cuando él era chico en su tribu, cuando iban guerrilleros, su papá se iba a esconder a las cuevas y a él le ponían ropa de su hermana porque en ese entonces no tocaban a las niñas».
Explica que lastimar a las mujeres y lastimar a las niñas es una práctica que se utiliza como arma en las guerras, y que se ha propagado en todas partes. El título de la obra nació por dos razones: la primera porque no se podía hacer una ópera en el tiempo estipulado, pues Koulsy quería hacer un espectáculo mucho más grande del que presentó y en segunda porque los tepozanes son plantas prehispánicas que curan, «es decir cómo podemos con la palabra llevar a un tipo de resilencia y que el grito se transforma en un espacio de buscar resolución y no un espacio de desesperación».
Las cinco jóvenes que aprendieron a cantar canciones relacionadas con la muerte en lenguas originarias de Senegal, Mali, Burkina, Ruanda, una de ella es un canto funerario Mandinga; ellas se sienten afortunadas de poder ser las representantes de esta obra: «Significa que todavía estamos vivas, cuando estamos en la edad en la que ya algo nos debió de haber pasado».
La violencia que se representa en la obra no es ajena a Violeta. Para la obra investigó el caso de una vecina. Narra la cruenta historia de una mujer que descubrió a su esposo molestando sexualmente a sus hijas y cómo al confrontarlo la mandó al hospital y se llevó a sus hijas a Veracruz donde las asesinó y después, se suicidó.
Para Koulsy, la violencia se ha fomentado porque «hay leyes que se han generado para mantenernos en este tríptico: individualismo, cinismo, nihilismo» el cual es más perceptible en las ciudades.
Cuenta que hace años se entrometió en la vida privada de su vecino para evitar que siguiera golpeando a su esposa, posiblemente matara, acto que ambos vecinos en algún momento agradecieron.
Aunque le provoca sentimientos encontrados, para Violeta las reflexiones más valiosas de la obra está en los últimos versos: «Creer en el ser humano; porque a pesar de toda la violencia siempre te quedas con la espinita de creer en las personas, creer que la gente va a cambiar, creer que la violencia a final de cuentas es ignorancia».
Y del magistral poema Civilización que tan espléndidamente refleja el dolor por la muerte de un ser humano, -que puede ser hombre o mujer- porque igual nos duele la muerte de cada uno de ellos y ellas, ya que como Donne expresara en el preludio que hace Hemingway en su libro ¿Por quién doblan las Campanas? la muerte de cada ser humano nos disminuye a todos.
CIVILIZACIÓN
Un hombre muere en mí siempre que un hombre
muere en cualquier lugar, asesinado
por el miedo y la prisa de otros hombres.
Un hombre como yo; durante meses
en las entrañas de una madre oculto;
nacido, como yo,
entre esperanzas y entre lágrimas,
y —como yo— feliz de haber sufrido,
triste de haber gozado,
Hecho de sangre y sal y tiempo y sueño.
Un hombre que anheló ser más que un hombre
y que, de pronto, un día comprendió
el valor que tendría la existencia
si todos cuantos viven
fuesen, en realidad, hombres enhiestos,
capaces de legar sin amargura
lo que todos dejamos
a los próximos hombres:
El amor, las mujeres, los crepúsculos,
la luna, el mar, el sol, las sementeras,
el frío de la piña rebanada
sobre el plato de laca de un otoño,
el alba de unos ojos,
el litoral de una sonrisa
y, en todo lo que viene y lo que pasa,
el ansia de encontrar
la dimensión de una verdad completa.
Un hombre muere en mí siempre que en Asia,
o en la margen de un río
de África o de América,
o en el jardín de una ciudad de Europa,
Una bala de hombre mata a un hombre.
Y su muerte deshace
todo lo que pensé haber levantado
en mí sobre sillares permanentes:
La confianza en mis héroes,
mi afición a callar bajo los pinos,
el orgullo que tuve de ser hombre
al oír —en Platón— morir a Sócrates,
y hasta el sabor del agua, y hasta el claro
júbilo de saber
que dos y dos son cuatro...
Porque de nuevo todo es puesto en duda,
todo se interroga de nuevo
y deja mil preguntas sin respuesta
en la hora en que el hombre
penetra —a mano armada—
en la vida indefensa de otros hombres.
súbitamente arteras,
las raíces del ser nos estrangulan.
Y nada está seguro de sí mismo
—ni en la semilla en germen,
ni en la aurora la alondra,
ni en la roca el diamante,
ni en la compacta oscuridad la estrella,
¡cuando hay hombres que amasan
el pan de su victoria
con el polvo sangriento de otros hombres!
Corolario
Es tiempo de pensar en ¿cómo edificamos la sociedad que necesitamos? y valorar lo que tenemos para no perder, lo que nos ha costado tanto construir.
EXHORTO
En solidaridad con el maestro Juan Durán Arrieta, catedrático de la UPN Campus Nuevo Casas Grandes y en franca consonancia con la acción que emprende como resistencia a lo que estima injusto que se realiza en su centro de trabajo, me permitiré a partir de esta colaboración y hasta que se dé resultado satisfactorio a su demanda, suscribir la leyenda con la que él cierra como colofón, su colaboración dominical también, en el periódico hermano: El Diario de Nuevo Casas Grandes, en la cual el expresa lo siguiente:
“Por otro lado exijo que se resuelvan los problemas de corrupción que hay en el Campus Nuevo Casas Grandes de la UPN”.