Chihuahua, Chih.
Hubiese bastado que todos los candidatos juntaran en un video sus anuncios de campaña para que el debate se celebrase. La noche de ayer fue una cansina repetición de spots televisivos y radiofónicos, casi textuales, de todos los candidatos, en la que repitieron sus fórmulas y acusaciones.
La estrategia que desarrollarían en el curso del debate era conocida de antemano, todos se lanzarían en contra del puntero de las encuestas, luego Anaya y Meade se enviarían algunos ataques para tratar de colocarse en el segundo lugar, como en las encuestas y en las preferencias electorales, pero, al final, coincidiendo todos en sus críticas a López Obrador.
Y éste, al principio algo tenso, luego, socarrón casi hasta regodeándose en repetir sus spots y, por momentos, hasta sonrisas irónicas, pero dentro de su estrategia para el primer debate, mantenerse ecuánime ante los ataques y acusaciones y seleccionando algunas respuestas, pero parco y corto en las propuestas.
Obviamente, todos los equipos y sus corifeos establecerán que su candidato fue el mejor, que fue el de las mejores propuestas; se darán a conocer sondeos realizados en la noche pasada con supuestos triunfadores y, todos, tratarán de demostrar que su abanderado es quien obtuvo las mejores puntuaciones en el debate.
Sin embargo, tengo la impresión que no servirá para cambiar las tendencias de las preferencias electorales; si acaso, El Bronco y Margarita mejorarán en un punto y será sorpresa si alcanzan los dos puntos, el resto se mantendrá en sus posiciones.
Por una razón, porque los candidatos no aportaron nuevos elementos a lo ya mostrado en los escasos 22 días de campaña, debido a que las denominadas precampañas sirvieron, en la práctica, como preámbulo a la actual actividad de los candidatos.
Importa detenerse en los tres punteros.
Por momentos daba pena el candidato del PRI, José Antonio Meade, haciendo propuestas como si fuera ajeno al gobierno, hablando de cosas que la administración federal no ha realizado y como si hubiera ocupado un lugar secundario en la elaboración de las políticas públicas, en la recaudación y distribución de los ingresos federales, en lugar de, como lo fue, uno de los artífices del desastre por el cual transita la sociedad mexicana.
No hubo un solo momento en el cual dijera que su gobierno continuaría por la senda positiva de algún aspecto del gobierno de Peña Nieto. ¿Tampoco los encontró?
Anaya y AMLO desaprovecharon el tema de anoche -Corrupción- y no desnudaron, frente a un público abierto a escuchar atentamente sus expresiones, la enorme corrupción de la actual administración, desnudarlo, enfatizar en las casas de los gobernantes, en la colusión con los huachicoleros, en el caso Odebrecht, en los procesos contra los ex gobernadores (aunque sí fueron mencionados), es decir, hacer una puntillosa radiografía del régimen de corrupción que soportamos.
En ese sentido, el que más desaprovechó la oportunidad fue el candidato de Morena, era el momento para remarcar de qué manera, no solamente se unían en el debate para atacarlo, sino que al momento de gobernar eran semejantes y fortalecer su eje de campaña: El de que nos gobierna el PRI-AN.
Pocos simpatizantes de Morena lo dirán en público, pero es indudable que el discurso de López Obrador no era el que esperaban los simpatizantes, nuevos y viejos, del tabasqueño.
Y momentos para lanzarles dardos envenenados en esta materia los hubo a pasto en la noche. Anaya, más ágil, pero también Meade, no se cansaron de prometer que habría fiscal autónomo, además del fiscal anticorrupción, también autónomo, sin que nadie les dijera, con detalle, que eso ya está en la ley, que no se han nombrado debido a la disputa por las posiciones que han sostenido priistas y panistas.
Nadie mencionó que el país entra a un proceso electoral con encargados de despacho en la PGR, que no se ha nombrado el fiscal anticorrupción, que el titular de la Fepade fue destituido por el encargado de la PGR, que existen denuncias en contra de los candidatos independientes por haber cometido los peores actos de corrupción, los electorales, y son peores, porque están orientados a burlar la voluntad popular.
En ese escenario, el candidato del PAN, Ricardo Anaya, como correspondía, fue el más incisivo, e insistente, en los ataques a AMLO, pero usando, o falsedades, o medias verdades, como cuando acusó al izquierdista de no aceptar al fiscal autónomo y sostener que quería nombrarlo El Peje, al llegar al gobierno, ocultando el hecho de que la ley así lo establece, que el presidente propone una terna y el Congreso elige, como le aclaró Andrés Manuel y que Anaya está prometiendo hacer algo que ya está aprobado.
Una cosa sí dejaron asentado en el primer debate, todos consideran al candidato de Morena el rival a vencer. Con ello enviaron un poderoso mensaje al electorado.
Todos podrán decir que salieron ganadores, pero la impresión generalizada será la de que no se mueven las preferencias. Si este fuera el parámetro, entonces perdieron, pues lo que se busca con una buena actuación en los debates, es subir en las simpatías ciudadanas.
Si es así, el ganador será, sin duda, el Peje, no porque su desempeño anoche haya sido el mejor, sino porque le sirvió para mantenerse adelante y, seguramente, con números cercanos al 50% de las preferencias electorales.