De incongruencias morenistas y revanchas corralistas 10 de febrero de 2019
Luis Javier Valero Flores
Chihuahua, Chih.
Del mismo modo que Javier Corral -quizá aumentado debido a los antecedentes programáticos de su líder, el ahora presidente, Andrés Manuel López Obrador- los recientemente estrenados como gobernantes, los militantes y aliados de Morena, estaban obligados a adoptar, -en los hechos, no en los discursos- una conducta republicana, en la que el centro de ella fuese la muy mentada por AMLO, austeridad republicana.
El ahora gobernador Corral enarboló como bandera central de su campaña la pretensión de llevar a la cárcel al “vulgar ladrón”, el ex gobernador César Duarte.
Los chihuahuenses entendieron, por extensión, que su gobierno se desempeñaría dentro de los límites aquellos.
Corral no sólo lo hizo explícitamente, sino que hasta emitió un código de ética para los nuevos gobernantes y se autoproclamó como abanderado del combate a la corrupción y adalid de la transparencia y hoy se enfrenta al hecho de que es sabido que tanto él, como su gabinete, decidieron ocultar sus patrimonios, luego de que en muchísimas ocasiones el mandatario estatal prometiera que sí lo haría:
“Tras dos años y cuatro meses a cargo del Gobierno de Chihuahua, Javier Corral y su gabinete mantienen en la opacidad su patrimonio, a pesar de haberse comprometido a hacerlo público. Según se desprende de los datos disponibles por obligaciones de transparencia, el gobernador, sus secretarios, subsecretarios y directores han optado por no detallar los bienes y montos de sus propiedades.
El 18 de enero de 2017, Corral anunció que a través de la página 3de3 se transparentarían las declaraciones patrimoniales, de intereses y fiscales de todo su gabinete. Dos años después la información no se ha actualizado, aunque, de acuerdo con los datos oficiales, el mandatario y sus colaboradores han tenido modificaciones en sus bienes”. (Nota de Itzel Ramírez, El Diario de Juárez, 8/II/19).
La falta de cumplimiento a esa prometida conducta lo acompaña permanentemente. A dos años y medios del término de su mandato, los grados de rechazo lo invaden hasta en sus páginas oficiales; los comentarios ácidos, severos, hasta groseros hacia su persona, son la mayoría, especialmente cuando el gobernante chihuahuense endereza sus baterías en contra del presidente López Obrador.
Perdida la posibilidad de contar con un gobierno local, en una de las dos ciudades más importantes del estado -Morena ganó las presidencias municipales de Cuauhtémoc, Rosales, Guerrero y Gómez Farías- que le permitiese, no sólo presumir su trabajo en el ámbito local, capitalizar la buena imagen del gobierno del tabasqueño y proyectar a alguno de sus integrantes, con mayor fuerza, a las elecciones estatales del 2021, Morena se quedó con su grupo parlamentario en el Congreso del Estado como la única herramienta local para la siguiente etapa, muy importante, que será la disputa del gobierno del estado.
El desempeño de sus diputados locales se convertiría en el escaparate local, para hacerle frente a sus dos principales adversarios locales, el gobierno de Corral-PAN y el alcalde juarense, Armando Cabada.
Si el gobernador Corral estaba obligado a la austeridad, los diputados de Morena, aún más.
No hace mucho López Obrador lanzó como lema de campaña “Honestidad valiente” y enarboló como uno de sus principales símbolos la figura de Benito Juárez; él mismo, contra todas las opiniones, vive de manera muy austera, viaja en avión comercial y en su automóvil particular, y cimbró a la clase política al realizar diversos actos encaminados a que los funcionarios públicos no ganen -en la realidad, no en los discursos- menos que el presidente.
Más aún, los primeros funcionarios públicos emergidos de Morena, entre ellos los legisladores federales de las elecciones del 2015, debieron ceder la mitad de sus salarios a un fondo creado por Morena para financiar diversas universidades, promovidas por este partido.
Debe realizarse la acotación, la mayoría de quienes se convirtieron en diputados locales de Morena en Chihuahua, proceden de las filas de Morena; son militantes de las primeras horas, de aquellos que recorrían, incansables, las calles, veredas y terracerías de los caminos y colonias de Chihuahua; otros, los menos, proceden de las organizaciones campesinas más prestigiadas de la entidad.
Con ellos accedieron al poder -en la burocracia legislativa- algunos de sus militantes, de aquellos que casi accediendo a la primera juventud se incorporaron al lopezobradorismo.
Varios de ellos gozan del reconocimiento y hasta cariño de Andrés Manuel.
Hoy constituyen un baldón para el morenismo, en lo general. Habrá, como es obvio, sus excepciones, pero la crítica de los chihuahuenses más enterados de la “cosa” política los ha enterrado, sus hechos los han mal calificado.
Más acotaciones.
Con varios de ellos existen vínculos amistosos, pero imposible aceptar conductas que chocan con lo esgrimido por AMLO.
Lo revelado acerca del número de asesores del grupo parlamentario, el más alto de la actual legislatura, y sus salarios; la camioneta Suburban adjudicada al líder de los diputados, Miguel Colunga; el mantenimiento de sus ingresos y prerrogativas; y el elevado (50, según el diputado panista, Jesús Villarreal, presidente de la mesa directiva del Congreso y ex coordinador de los diputados en la pasada legislatura) número de personas dadas de alta en la ahora desaparecida Secretaría de Asuntos Interinstitucionales, al frente de la cual estaba Omar Holguín, el expresidente del Consejo Estatal.
No hay noticia alguna acerca de, por lo menos, la donación de los salarios a las universidades de Morena o a alguna otra institución, en hechos que pudieran constatarse por entes, físicos o morales, ajenos a los legisladores, como en alguna ocasión, hace muchisisímos años, lo hicieran los diputados del PRD, Alma Gómez, Rafael Torres y Pavel Aguilar (aunque éste sólo lo hiciera en las primeras ocasiones) con los aumentos que se auto asignaron los diputados de la legislatura 1998-2001.
No se está haciendo un balance de la actuación de estos diputados, puede que sea buena, en términos de fuerza de oposición, pero en el rubro aquí abordado, que no es menor para una buena parte de la población, que rechaza (y en buena medida por ello AMLO obtuvo 30 millones de votos) los insultantes privilegios de la clase política -a la que tan rápida y alegremente se sumó un buen grupo de morenistas- salen debiendo; su fortaleza política está íntimamente ligada a la moral política, por ello debieron -deben- renunciar a los privilegios.
En lugar de ello, arguyeron, que se opusieron pero que fueron vencidos en las votaciones y, a continuación, como no prosperaron sus propuestas, po’s ni modo, a gozarlos, o a lo sumo, como lo hizo el diputado Benjamín Carrera, proponer una ley de austeridad, o como lo propuso Miguel Colunga, hacerles llamados al resto de los diputados para que se bajaran los salarios.
Porque desde el punto de vista estrictamente político le ofrecieron a la bancada del PAN una inmejorable oportunidad para denunciarlos como receptores de los privilegios que tanto criticó AMLO.
Así, los panistas no sólo los sacaron del co-gobierno del Congreso del Estado, sino que los “balconearon” y los mostraron como portadores de la peor de las incongruencias a las que pueden llegar los gobernantes de la “4a.Transformación”.
Y estos hechos hicieron que uno mayor, realizado por el grupo gobernante, incluido el mandatario Corral, perdiera notoriedad: La decisión de romper un acuerdo político entre Morena y el PAN para co gobernar en el Congreso del Estado, lo que le deparaba al partido de López Obrador importantes posiciones.
Con toda seguridad la causa fue el voto de los morenistas en contra de la aprobación de la reestructuración de la deuda.
Algunas versiones sostienen que el presidente, luego de escuchar al gobernador Corral, convino en la aprobación, siempre y cuando se cumplieran tres requisitos: Que no creciera la deuda, que no fuera en perjuicio de los chihuahuenses y que no incrementara el número de gobiernos posteriores a los que se obligara a pagarla, pero que en todo caso, los diputados de Morena estaban en libertad de hacer lo que creyeran conveniente.
Luego las versiones se dividen. Una sostiene que AMLO dio la orden de no aprobar la reestructuración y la otra que los legisladores locales decidieron, por su cuenta, rechazarla, lo que recibió el beneplácito de la presidenta nacional, Yeidckol Polevnsky.
En cualquier caso, como lo sostiene un muy influyente panista local, la respuesta de Corral fue una “bola muy dura”: Expulsaron de los órganos administrativos del Congreso a Morena.
Con ello, los compañeros de López Obrador se quedaron sin la mejor de sus posiciones gubernamentales en el estado, más allá, obviamente, de los cargos en la administración federal.
Hoy el PAN ha logrado contar con una endeble mayoría, luego del rompimiento con Morena, pero ello lo obligará a negociar constantemente con los pequeños partidos acreditados en el Congreso.
Le saldrá muy costoso pues esas agrupaciones no son de las que guardan, ni lealtades permanentes, ni conductas políticas, por tanto, congruentes y sembró el camino para que Morena entrara a la ruta de la permanente confrontación con el gobierno de Corral, independientemente de las filias o fobias, o sustento real, que pudieran tener sus reacciones y que, probablemente, sería la postura política que mejor le conviniera, es decir, la de la verdadera oposición en el estado, como le corresponde.
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