Chihuahua, Chih.
La sorpresiva aparición del Fiscal General de la República, Alejandro Gertz Manero, en los medios de comunicación, en la cual dio a conocer la presentación de una denuncia del ex director de Pemex, Emilio Lozoya, en la cual acusa al ex presidente Enrique Peña Nieto y a su Secretario de Hacienda y Relaciones Exteriores, Luis Videgaray, de ordenarle entregar diversas cantidades de dinero, en calidad de sobornos a distintos personajes de la vida pública mexicana, en la gestión del mexiquense.
El reparto de dinero venía de los tiempos de la campaña electoral del 2012, en la que, al menos, se repartieron 100 millones de pesos a expertos electorales extranjeros que actuaron entonces.
Luego, ya en la presidencia, la denuncia de Lozoya implica al menos la entrega de más de 300 millones de pesos para impulsar las reformas, así como las corruptelas con Odebrecht, una de sus filiales -Braskem-Idesa- está implicada a partir de la firma, en el gobierno de Felipe Calderón Hinojosa, de un proyecto sobre la planta Etileno Siglo XXI.
La información de Lozoya, de ser cierta, le otorgaría a la presidencia de Peña Nieto el galardón mayor en materia de corrupción.
La del ex gobernador del Estado de México, es una carrera en la que los malos manejos, la corrupción, el desmedido uso de recursos, de origen lícito e ilícito, fueron los signos característicos y ahora, con las muertes de Luis Miranda, padre del mejor amigo de Peña Nieto y principal operador de éste y la de Isaac Gamboa, meses atrás, pues este fue el operador de las transacciones que beneficiaron al PRI desde la Secretaría de Hacienda, se convierte, también, en una historia de crímenes.
Acceder a la presidencia de la república fue un objetivo planeado desde dos décadas antes de su llegada.
A su arribo contribuyeron todos los más conspicuos integrantes del siempre negado Grupo Atlacomulco; lo cuidaron como a la niña de sus hijos, a su éxito contribuyó, como nadie, el grupo propietario de Televisa.
A través de ésta, no sólo le construyeron una imagen presidencial, también contribuyeron con el otro factor que hiciera más atractiva la imagen del mexiquense, la de una actriz del monopolio televisivo con la cual se construyera paralelamente una vida de ensueño del a la postre primer mandatario.
De ninguna manera es una coincidencia que la llegada de Peña Nieto también arribara al poder la que es, sin duda, la “camada” más corrupta de gobernadores emanados del PRI (y decir eso ya es una exageración) que no sólo contribuyeron con todos los recursos a su alcance para propiciar, primero, la llegada de Peña a la presidencia, sino también para luego trazar el nuevo futuro del país, a partir de las “reformas estructurales”.
Impedida por segunda ocasión la llegada de López Obrador a la presidencia de la república, el peñatiesmo creyó que a partir de la extrema facilidad con la que convencieron a panistas y perredistas el futuro era de ellos.
En ese futuro, que ya era presente (de ensueño) pues eran los amos y señores del país, se sintieron seguros. La oposición de “peligro” había sido derrotada nuevamente y ahora, con seguridad, para siempre, entonces era el momento de aprovechar tal posición y obtener todas las prebendas y oportunidades que llegaron con ella, incluida Odebrecht y los negocios de las medicinas; de las obras de los gobiernos que controlaban, del endeudamiento al que enloquecidamente se entregaron casi todos los gobernadores de los estados.
Por si faltaran oportunidades, ahí estaban los negocios de los contratos de la industria petrolera, de la eléctrica; los derivados de la operación de las aduanas; los del robo de combustibles -sí, en los ductos pero también en las refinerías, en los barcos, etc.- las de las pensiones y la industria médica.
Y la cereza del pastel, los derivados del narcotráfico, cuyas informaciones fluirán en los próximos meses.
Ese mar de corruptelas implica no sólo a la clase política, sino también, y preferentemente, a la “mafia del poder”, que ahora se acomoda a los nuevos tiempos y acoge, complacida, el terso tratamiento que le otorga el nuevo gobierno federal.
Preso en la ambigüedad de su composición y de sus metas, así como de la profunda rectificación iniciada por el presidente López Obrador a sus antiguas metas y concepciones -sin abandonarlas todas, las que aparecen a tramos y llevan a la continua contradicción en el gabinete- la nueva administración federal tiene en sus manos una invaluable oportunidad de acceder a aquella telaraña de corruptelas y sancionarlas ejemplarmente, siempre y cuando no les ganen las ansias de aprovecharla ilegalmente en la coyuntura electoral.
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