
No, el Dr. David Kershenobich, secretario de Salud, no se merecía haberlo expuesto en la mañanera del martes cuando, justo al momento de dirigirse al presídium, la Presidenta se le acercó para recomendarle no mencionar "municipios afectados".
Así se escuchó clarito porque el micrófono estaba abierto, así lo oyeron decenas de reporteros y periodistas que suelen asistir a las mañaneras y, asimismo, todo mundo fue testigo del gesto tan autoritario y tan fuera de lugar de Sheinbaum.
Tengo el privilegio de conocer personalmente al Dr. Kershenobich.
Hace algunos años me atendió en Nutrición. No obstante era el director general, él personalmente estuvo al pendiente del desarrollo de mi tratamiento como especialista en gastroenterología, con un doctorado de la Universidad de Londres.
Desde muy temprano en la mañana, lo veía entrar desde el vestíbulo donde me encontraba sentada para esperar mi turno, con su bata blanca y con una expresión de hombre sabio y preocupado por sus pacientes.
Cuando le preguntaba a alguno de sus colegas acerca del Dr. Kershenobich, todos se expresaban en términos muy elogiosos y con respeto. Muy pronto comprendí que se trataba de un médico para quien los elogios eran bien merecidos.
Ser su paciente o recomendada por él, era una garantía. "Es un genio, un incansable trabajador. Y por si fuera poco, sumamente generoso con los pacientes de pocos recursos", comentaban sus colegas.
Curiosamente, también mencionaban que era un don Juan gracias a su plática, simpatía y erudición. Decían que nunca se enojaba, que tenía un gran sentido del humor y que el interior de su coche estaba lleno de documentos, periódicos atrasados y expedientes por revisar.
Transcribir su currículum me llevaría todo el espacio, es investigador desde hace 50 años, miembro de la Academia Nacional de Medicina y de la Real Academia de Medicina de España; tiene cerca de 500 publicaciones y artículos originales de revistas como The New England Journal of Medicine y 54 capítulos de libros.
Por todo lo anterior, sentí horrible cómo la Presidenta se dirigía a él como si se tratara de un subalterno que recibía órdenes de cualquier tipo.
Qué penoso para el doctor Kershenobich y quienes estaban presentes.
-No digas municipios afectados -pidió la mandataria.
-¿Mande? -preguntó el doctor, a lo que respondió la Presidenta en voz baja: "Sí, te dije... municipios afectados".
Ahora yo me pregunto por qué no es conveniente decir los "municipios afectados", que son los que vemos totalmente anegados.
¿Sería solo por el error del doctor al nombrar dos municipios un día antes? ¿O se está recurriendo, como en sexenios pasados, a mentiras y ocultamientos de la realidad? ¿Por qué no permitir a los funcionarios expresarse libremente?
Y ¿por qué de nuevo recurrir a las simulaciones para ocultar la tragedia de los mu-ni-ci-pios a-fec-ta-dos?
La afectada en realidad es ella.
También Sheinbaum está ahogada en problemas y tormentas. Y también a la mandataria le llega el agua hasta el cuello. Está hundida en el lodo y no sabe cómo salir.
Por eso le habla con tan poco respeto a un funcionario mucho mayor que ella y, por si fuera poco, del mismo origen judío.
Decía el general Cárdenas que el "modito" era muy importante y Sheinbaum tiene un modito muy feo, muy despectivo y desagradable.
Leo en la imprescindible obra de El manual de urbanidad y buenas maneras, del venezolano Manuel Antonio Carreño, publicado por primera vez en 1853: "El comportamiento de un jefe implica mostrar respeto, puntualidad y una actitud que inspire confianza (...) Se debe dar un buen ejemplo a los subordinados a través de la ética, la cortesía (...) Manteniendo siempre el control (...) El superior siempre debe ser modesto, generoso y cordial con sus inferiores. No demostrará su superioridad, ni hará obvia la inferioridad de las personas a su cargo...".
Me queda clarísimo que a los de la 4T los tienen sin cuidado las buenas maneras. Los ejemplos abundan de morenistas prepotentes, groseros, altaneros y violentos.
Sinceramente lamentamos lo sucedido al Dr. David Kershenobich; no se lo merece, pero más lo lamentamos porque viene de una supuestamente científica como él y a quien seguramente conoce desde que era una niña, quien andando el tiempo se volvió su jefa y una Presidenta soberbia y grosera, cuyas buenas maneras dejan mucho que desear.