Chihuahua, Chih.
I.- A mediados del 2017 el Colegio de México (Colmex) definió el concepto del “chairo”: “Persona que defiende causas sociales y políticas en contra de las ideologías de la derecha, pero a la que se atribuye falta de compromiso verdadero con lo que dice defender; persona que se autosatisface con sus actitudes.”
La definición de “chairo” del Colmex es a todas luces negativa. Literalmente, un “chairo” no tendría un compromiso ideológico ni político con las causas de la izquierda. Un “chairo” sería presa de su propia simulación. La figura política del “chairo” rompe de manera rotunda con la figura del militante de la izquierda del siglo XX, que en su forma más radical se manifiesta en el guerrillero dispuesto a dar la vida por la causa.
A su vez, la definición literal del “chairo” asumida por el Colmex concibe a esta figura como una cenicienta de la izquierda en el siglo XXI. El “chairo” se mira en el espejo de lo político para “autosatisfacerse” y no para transformar el mundo. Los “chairos” eluden el compromiso y solo buscan la vanidad personal que se construye políticamente en el imaginario de las redes sociales, de esta forma son una evasión y una disolución de lo político. Los “chairos” son “anti-militantes” y “anti-ciudadanos”, son posmodernos por definición.
Lo que más llama la atención respecto al “chairo” es que este concepto se ha asumido de manera acrítica, sin el menor cuestionamiento. Numerosos militantes o simpatizantes de la izquierda se conciben a sí mismos como “chairos”, sin el menor respiro de cuestionamiento. Ante el señalamiento de “chairos”, la respuesta es “derechairos”. El lenguaje se asfixia en el reducto de la negatividad nombrada.
El momento clave del siglo XXI en el lenguaje de la política es cuando los “chairos” asumen con orgullo a esta palabra que los nombra. Cuando la negatividad de una palabra se asume en forma de positividad, consciente o inconscientemente, la política puede llegar a convertirse en una caverna o un fracaso.
La palabra “chairo” trae consigo la negatividad de la política que se proyecta hacia el siglo XXI, es un síntoma de lo que puede pasar con la política en los años por venir.
“Chairos” del mundo, uníos en contra de la palabra que los nombra…
II.- A veces se inventan palabras que nombran a los odiados. Palabras que nacen de un rencor que hace apretar los dientes al grado de quebrarlos, que construyen un derredor limitado por un cerco de púas. La raíz de la palabra “chairo” brota de un encono entre lo psicológico y lo político que se anudan en las redes sociales.
Los “chairos” son los psicológicamente odiables, los políticamente inaceptables, los equivocados bajo la forma del culpable. Detrás de esta palabra están los señalamientos que acusan y sentencian a los adversarios en un juicio sumario.
Si el amor es un motor que mueve al mundo, también el odio lo es. La negatividad del odio es un artefacto motivacional para construir las vidas de los hombres. Políticamente, odiar se puede convertir en un sentimiento productivo. Esta es una de las sentencias del nazismo y del fascismo que han retornado en el siglo XXI.
Un “chairo” es un odiado, un simpatizante o militante político de la izquierda que merece el rechazo por el solo hecho de ser “chairo”. Quienes son señalados de esta forma, son colocados contra el paredón de las palabras que se lanzan como escupitajos contra el rostro.
La política es una extensión de la religión que nos ha enseñado a odiar a los apóstatas, a los equivocados, a los imperdonables. La política es un territorio irracional que se exalta para construir a la figura del enemigo. La respuesta a todos los males y los bienes es el enemigo, por lo tanto, el enemigo es necesario.
Bienvenidos sean al odio los militantes de la izquierda. Bienvenidos a esta palabra que se dice como si fuera una oración y un credo…
III.- El lenguaje de la política en el siglo XXI es un lenguaje contra-académico. La política del siglo XXI ha sido bautizada por una serie palabras que no han sido creadas por los filósofos, los politólogos, los sociólogos y otros habitantes de los cubículos universitarios. El lenguaje de la política hierve en las redes sociales, entre lo irracional y lo racional de la gente común y corriente.
El lenguaje que bautiza a la política del siglo XXI pertenece a una lucha inaudita: “chairos”, “pejechairos”, “pejezombies”, “derechairos”, “peñabots”, “amlovers” “amlofobia”, “feminazis”, “macho progre”. Estas palabras buscan la construcción discursiva de un enemigo o de un aliado. Son palabras que forman parte de una negatividad y una violencia que caracterizan a la política del siglo XXI.
El lenguaje suele convertirse en un arma concebida bajo la lógica del ataque y la defensa. Hay que ganar y someter a los otros con palabras que puedan funcionar como un knockout. Todo lo demás sale sobrando. Una sola palabra puede ser la victoria o la derrota personal y política...