Verdes pinos bordeaban el camino. La inexorable aurora acariciaba sus gélidas copas y el olor a hierba fresca envolvía el ambiente, cargándolo de la suave quietud, que solo brinda la naturaleza. El sol iba borrando las antropomorfas figuras que diez horas antes, la noche, en complicidad con la Luna y la Sierra, habí...