“Y retiembla en sus centros la tierra al sororo rugir del amor…”

“Y retiembla en sus centros la tierra al sororo rugir del amor…” 14 de marzo de 2020

Mariela Castro Flores

Chihuahua, Chih.

[...] Cantamos sin miedo pedimos justicia,

Gritamos por cada desaparecida.

Que resuene fuerte ¡Nos queremos vivas!

Que caiga con fuerza el feminicida.

-Vivir Quintana

 

 

De eso se trató, de amor. De marchar un día para no morir después, de ser la voz de las que ya no están, porque aunque no hayamos perdido nada, por las que lo han perdido todo, de resistir al poder que oprime para reconocer solo al poder de estar todas juntas.
El pasado 8 de marzo despertamos y la revolución feminista ya estaba ahí. Se fraguó a fuego lento a razón de 10 asesinadas a diario por razones de género, de 8 violaciones cada hora, de 34 niñas de entre 10 y 14 años que se convierten en madres cada día sin falta por las violaciones que padecen al interior de su hogar, del acoso callejero, las agresiones sexuales en el transporte público, el acoso sexual y el hostigamiento laboral.
¿Qué nos dejó la histórica jornada del pasado #8M? De entrada, la conciencia de que somos históricas. Como nunca antes las calles de Chihuahua presenciaron un alud de mujeres que se sumaron a la protesta, miles, asistieron por primera vez en el reconocimiento de haber padecido violencia en alguna ocasión, impresionando el número de niñas y mujeres jóvenes que conformaron todos los contingentes en su mayoría, a ellas, que no las impresionan los discursos políticos ni gubernamentales que hablan de igualdad sustantiva, política pública, de acciones afirmativas. Ellas por otras vías están denunciando agresores, a sus violadores, porque las elites dejaron hace mucho de representarlas si es que lo han hecho alguna vez.
Las pintas recogieron sus reclamos, los que se fueron guardando y creciendo impunemente, en los que, si por un momento nos detenemos, derivado de su lectura nos preocuparían más las muertas que las paredes. No quedó pared sin intervenir ni conciencia sin incomodar. No quedó estructura desde la jornada sin cimbrar en lo económico, lo político y lo social. 


Lo económico fue determinado por el Paro del #9M “El nueve nadie se mueve”, en el que quedó clara nuestra ausencia. No solo se percibió un ambiente enrarecido en la ciudad a consecuencia de no presenciar pisadas femeninas en sus calles y cabe resaltarlo, tampoco de niños y niñas que hicieron evidente que las infancias no le son confiadas a los hombres. El impacto registró una pérdida estimada en 37 mil millones de pesos según cifras del INEGI y entre 34 y 43 millones de pesos según Bancomer, 23200 millones de pesos en actividades remuneradas y 11371 millones en trabajo no remunerado en labores domésticas y de cuidados (las estimaciones se realizan a partir del parámetro de la contabilidad que hace la OIT sobre el costo que erogan y aportan a los sistemas económicos). De las mujeres que integran la fuerza laboral (21.6 millones) en la jornada del pasado lunes se ausentaron 12.7 millones. Los principales bancos cerraron 3200 sucursales, un 52% aproximadamente.
En lo político un sinfín de cuestionamientos que apuntaron manipulación, financiamiento con fines de desestabilización fueron lo mínimo; el oportunismo trepidante de la derecha que capitalizó las demandas feministas para aparentar ser progresistas mientras su praxis política se enmarca en cancelar, estigmatizar y criminalizar mujeres derivado de sus agendas; una izquierda que pretendió “instruir” desde la descalificación de las formas, que acusaba de sectarismo, que reclamaba a gritos asumir un protagonismo de un movimiento que no colaboró en construir sino al contrario, del cual muchas tuvieron que desertar bajo la consigna de “no hay peor macho de derecha, que uno de izquierda” para construir espacios seguros libres de acoso; un gobierno federal que días antes se mostró desdeñoso ante el creciente recrudecimiento de la violencia feminicida y que posterior a la marcha, sigue sin darse por aludido a lo que inéditamente el país vivió con una ceguera y sordera selectiva frente al grito que le reventaba los tímpanos a cualquiera. Un mandatario estatal que no acusa de recibida ninguna demanda y delega de forma negligente y al cual, le causó mayor duelo su amada Greta que las mujeres asesinadas, violentadas, acosadas y que presume de incluyente y sensible, cuando navega en aguas calmas como si viviera en una indemne utopía. La derecha sigue instalada en no solo no avanzar, sino institucionalizar un retroceso que desde la infamia se sentiría más cómoda replicando normas y dinámicas obscurantistas.


¿Y qué decir de la presidenta municipal? Como lo dijo en la plaza en la movilización del domingo: “hornear pasteles y hacer bordados para combatir el feminicidio”. 


Socialmente definitivamente hay un antes y un después de la histórica jornada. Tendederos de agresores han pululado en universidades y bachilleratos, denuncias por la falta de sensibilidad de directivos y personal administrativo –específicamente sobre su directora Teresa Ortuño- por despreciar a sus alumnas y sus demandas en el Colegio de Bachilleres por las carnes asadas y la protección otorgada a maestros acosadores; múltiples denuncias por acoso, violación y maltrato principalmente inundan las redes sociales buscan hacer asumir costos sociales a los hombres por sus violencias puesto que para la gran mayoría de las jóvenes, el sistema judicial que libera feminicidas, es laxo y garantista en extremo con agresores sexuales, no les otorga ninguna garantía. Las violaciones están comenzando en serio a considerarse delitos y dejando de ser secretos de familia, se les ha comenzado a mencionar por su nombre: PEDERASTIA; porque no solo los curas católicos y los pastores evangélicos violan, también los papás, abuelos, primos, hermanos, primos y tíos. Y encima, pretenden erigirse autoridades sobre las formas en que las mujeres deciden denunciar.

 
Pero no.

Calladitas no nos vemos más bonitas. 
Las calles se tomaron para demostrar que nos quitaron todo, hasta el miedo, que cuando nos lo sembraron, nos salieron alas.


La movilización y el paro marcaron una distancia entre nosotras y los del poder.

Entre quien lo ejerce y lo protege.

Entre quien establece –enarbolándose de causa- complicidades para que todo siga igual.

Entre lo que estaba y era, porque somos la historia nueva.


Por eso es tan potente esta marea, porque en medio de las razonas políticas de la búsqueda del poder, nunca había estado lo que más estamos privilegiando: la vida.

El amor es el motor.

 


Nos queremos vivas.

Si nos tocan a una, respondemos todas.

 


@MarieLouSalomé

Mariela Castro Flores

Politóloga y analista política especialistas en género y derechos humanos.