Chihuahua, Chih.
No hay atenuantes. Prácticamente sin militantes que se inconformasen ante dos hechos cardinales ocurridos en su interior, Morena pavimenta el camino para no ser un referente de la izquierda democrática mexicana.
Sin la participación de sus integrantes, les designaron candidato a la gubernatura y les endilgaron aliados y alianzas.
Morena, al igual que el resto de la clase política, ideológicamente se corre al centro y, políticamente, se arroja al más descarnado pragmatismo. Como todos, nada vale más que ganar la próxima elección ¿Con quién? Casi con quien sea.
La vieja cantaleta de la clase política, especialmente de la izquierda -que parece desaparecer-, de que lo más importante era el programa a enarbolar en una contienda electoral o en las batallas por el poder político, ha pasado a la historia.
Bueno, con asentar que han superado ¡Hasta al PRI histórico! Aquel en el que sus más connotados dirigentes e ideólogos terqueaban -para impedir que apareciera la “cargada”- en una muy trillada frase: “Primero el programa, luego el hombre”.
Hoy, todo eso es historia.
Las elecciones del próximo junio enfrentarán a dos grandes bloques políticos:
Por una parte, el del gobierno de López Obrador con Morena, PVEM y PT; y en los estados en los que cuente con registro local, el PANAL, además de una organización civil identificada con este, Fuerza Turquesa.
Por la otra, el del PAN, PRI y PRD, que van juntos en 180 distritos federales y de distintos modos en las elecciones de gobernador, alcaldías y diputaciones de las 15 entidades.
Al igual que sus adversarios, los morenos no tienen mayores resquemores en la selección de sus aliados.
El partido de “la esperanza” se alió con tres de los partidos emblemáticos de la podredumbre política del pasado -el Partido Verde Ecologista de México (PVEM), el Partido del Trabajo (PT) y el Partido de Nueva Alianza (PANAL)-, del mismo modo que en 2018 lo había hecho con un partido clerical, el PES.
De ese modo, el “Verde” completa el círculo: Lo mismo fue firme aliado del PRI, que del PAN, que ahora de Morena, pero en realidad no ha sido aliado de esos partidos, lo ha sido, descarnadamente, del presidente de la república y, está confirmado, no le importa el origen político del mismo…
Del mismo modo, lo que fue una alianza fáctica de Morena con el gordillismo en la elección del 2018, hoy se concretará en varios estados, luego de un acuerdo nacional con los verdaderos dirigentes de ese agrupamiento magisterial.
Igualmente, los de la alianza opositora no tienen mayores problemas. dirigencias de estos tres partidos, hace mucho, se encuentran en las mismas coordenadas políticas e ideológicas y ahora están unidos por una argamasa aún más sólida: El alejamiento del poder.
No tienen más programa que impedirle a Morena contar con mayoría en la Cámara de Diputados. Eso es todo.
Tienen a su favor un aspecto: El de que muchos de sus argumentos tienen respaldo en la realidad. Tropiezan con un problema: tienen toda una vida de ejercicio público en su contra.
Son quienes prohijaron activamente la llegada de López Obrador a Palacio Nacional.
No sólo fue la corrupción -y quizá no principalmente- sino a que diseñaron, soñaron, delinearon, copiaron, concretaron y corrompieron a un verdaderamente injusto e inequitativo régimen económico, en el que el aprovechamiento de las corruptelas fue solamente la cereza del pastel.
A la desarticulación de ese régimen poco ha contribuido la denominada 4T.
Al contrario, en el camino ha deconstruido mucho de lo poco que los sectores democráticos de la sociedad mexicana habían construido en muchos aspectos de la vida social, especialmente en lo referente a la creación de entes, organismos, agrupaciones y nichos legislativos y jurídicos, a los que permanentemente se debían proteger de las intenciones controladoras del régimen.
Se esperaba que a la llegada de Morena al gobierno, se avanzara en la tendencia de fortalecerlas, rescatarlas, dotarlas de más recursos económicos y de legislaciones que preservaran y/o profundizaran los mecanismos democráticos de su integración.
La absoluta mayoría de esos organismos fueron creados -primero con la clara oposición del régimen y luego con su interesada aceptación (te lo acepto, pero luego me quedo con él)- para acotar al poder, especialmente al presidencial.
Hoy estamos en la tendencia contraria. Por ello no sorprende la política de alianzas del partido en el gobierno; tienen congruencia con lo realizado hasta ahora desde la presidencia de la república.
El problema, para amplios sectores de las capas democráticas del país, y de la izquierda (incluida la que milita en Morena) es que criticar, poner distancia frente a lo que está ocurriendo, los hace aparecer como convalidadores de los partidos del antiguo régimen que hoy están aliados y más, cuando, desde la tribuna presidencial se llama a la “lealtad ciega” y no se aceptan críticas u observaciones a lo que se está haciendo.
Así no se construye una alternativa democrática en el país, se consolida, eso sí, un ejercicio del poder cuyos puntos de contacto con aquella pierden fuerza y número.
Quienes, desde el morenismo y la izquierda, convalidan las pragmáticas alianzas realizadas hasta ahora -y las diseñadas para el proceso electoral- lo hacen bajo el argumento de que (antes, para acceder a él) son necesarias para mantenerse en el poder y que no ocurre nada importante, ni se pierde políticamente con ello.
Habrá que sopesarlo debidamente, son muchas las facturas -de todas las dimensiones- las que la 4T está pagando por ello.
La principal de ellas es la rápida aceptación de sus bases al uso de los peores vicios y defectos del antiguo régimen para acceder al poder.
El patrimonialismo y el uso de los privilegios del ejercicio de la función pública se hicieron patentes en la designación de varios de los candidatos a los gobiernos estatales; crecen las evidencias de ello en los medios de comunicación -tradicionales y los no tanto, y que para descalificar tales informaciones se desgasta aceleradamente el argumento de que lo hacen “por ya no recibir el chayote”- y cuyos excesos forman parte (y lo serán, seguramente en la campaña) de los alegatos de la oposición en contra de los candidatos del partido gubernamental.
¿Cómo no va a ser lesivo para el país el mayor empoderamiento de las élites dirigentes de los partidos coaligados con Morena, cuyas concepciones políticas -dejemos fuera las ideológicas- no abonan al avance democrático del país? ¿Cómo compaginar las luchas de cientos de miles de trabajadores magisteriales con la alianza -más que pragmática- con el partido de quien fue la cacique magisterial, aliada y hechura del salinismo?
¿A poco se cree que ayuntarse políticamente con esa élite no la empodera y que ese empoderamiento no tiene repercusiones en el diario funcionamiento de la Secretaría de Educación Pública, máxime ahora que está bajo la responsabilidad de alguien que ha sido más que obsecuente con la dirigencia magisterial, y cuyas consecuencias afectan diariamente a decenas de millones de escolares y maestros?
Pero si hubiese algo que golpeara más a los militantes de la izquierda, esto fue realizado por la dirigencia de Morena en dos facetas: La de la designación de sus candidatos y la definición de sus aliados.
Ni en una, ni en otra, tuvieron algo que ver los integrantes de lo que todavía suele denominarse como partido de izquierda.
Si la designación del candidato del PRI, de cuando era el régimen del partido de Estado, era un verdadero carnaval, lo que ahora está haciendo Morena no alcanza clasificación: Ni elección, ni encuesta, vil designación.
Y para hacerlo de ese modo, no se puede de otro, con total opacidad.
Lo peor, sin cuidar forma política alguna, sin atender un aspecto a cual más de importante en el futuro inmediato: El de las heridas causadas.
Así, en el caso de Chihuahua, por lo menos en tres de los aspirantes -Víctor Quintana, Cruz Pérez Cuéllar y Armando Cabada- tales procedimientos dejaron mucho que desear.
A Quintana le dijeron que “por razones metodológicas” no lo incluyeron en la encuesta, “porque sólo podían encuestarse a 7, no a 8”.
Cabada, en un texto, en un lenguaje críptico, abogó porque en el futuro se dieran procesos “más equitativos” y Pérez Cuéllar, más incisivo, calificó la encuesta como “cuchareada” y pidió la información oficial acerca de un aspecto que puede ser motivo de un largo y sustentado litigio -si lo continúa-, el de que pide la información de quienes fueron los 4 seleccionados para hacer la encuesta.
Sí, es que la convocatoria de Morena establecía que de los inscritos se haría una selección de 4 con los que se haría la encuesta, pero resulta que la Comisión Nacional de Elecciones se “saltó” ese paso, no se supo que lo realizaran y ahora Cruz Pérez les pide que le informen de él.
¡A sudar!
Si llegara a los tribunales electorales, estos podrían fallar que violaron la convocatoria y los obligarían a repetir el procedimiento. ¡Orale!
En donde, de plano, se volaron la barda es en la concreción de las alianzas para el proceso electoral local. Desaparecieron a todas las instancias de la dirigencia estatal de Chihuahua.
Miren la joya de la encarnación del autoritarismo partidario:
“A través de un comunicado el senador José Ramón Enríquez Herrera, delegado de Morena en Chihuahua, confirmó que el partido irá en coalición junto con los partidos Nueva Alianza (Panal) y el Partido del Trabajo (PT) en las elecciones del próximo año”. (Nota de Pavel Juárez/ El Diario de Juárez, 21/XII/20).
“Las dirigencias estatales y nacionales del PT, Nueva Alianza y Morena Chihuahua, expresaron su voluntad de signar una coalición electoral y política con la intención de la construcción de acuerdos democráticos frente al proceso electoral del 2021”. El documento de intención fue firmado por América Aguilar Gil, miembro de la dirigencia estatal del Partido del Trabajo, el senador José Ramón Enríquez, delegado de Morena en Chihuahua y Eduardo Rodríguez Olveda, presidente del Comité Directivo Estatal del Partido Nueva Alianza. (Ibídem).
Esa alianza, dijo Enríquez, servirá para “consolidar la 4T… y que los chihuahuenses tengan un gobierno de coalición que esté a la altura de los ciudadanos y en el cual puedan confiar”.
La cereza del pastel, otorgado por las fuerzas de izquierda -o de las que lo fueron- nos la ofrendó el PRD:
¡Su dirigencia estatal pidió se registrara su alianza en Chihuahua con el PRI; y su dirigencia nacional, con el PAN!
¿Podrá la izquierda acceder, algún día, al poder?
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