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Violencia política, feminicida

Violencia política, feminicida 7 de junio de 2018

Mariela Castro Flores

Chihuahua, Chih.

En medio del horror que representa la violencia exacerbada por la guerra no declarada que atravesamos y que tiene graves afectaciones en nuestro cotidiano vivir, lamento desde este espacio que existan manifestaciones normalizadas que pretendan justificar la misoginia que violenta de modo directo a mujeres que desean ejercer su legítimo derecho a hacer política e indirectamente, a quienes aspiran incursionar pero se ven inhibidas por las prácticas de personas como Javier Sánchez Herrera, coordinador de la fracción edilicia del Acción Nacional.

Su forma de señalar la supuesta falta de capacidad de la regidora Daniela Pérez Abbud en su trabajo pone en evidencia la serie de tropiezos, barreras, batallas y complicaciones que las mujeres enfrentamos cuando participamos en el espacio público y en específico, en la política; de cómo se nos exige a las mujeres mayor y mejores resultados en nuestro trabajo que a nuestros pares varones cuando, por ejemplo, sería oportuno confrontar estos mismos con el resto de las y los regidores emanados de ese mismo partido que al amparo de una fracción, pueden sustraerse de su chamba por la profesionalización de asesores y equipos personales de trabajo contra los muy escasos recursos de una sola que carece, incluso, de respaldo partidario.

La falta de un posicionamiento contundente de la dirección estatal de Morena lo confirma.

El machismo del coordinador se desató cuando la regidora cuestionó con supuestas evidencias “fake” lo que es un secreto a voces, que la alcaldesa del PAN, María Eugenia Campos Galván, hoy con licencia en busca de la reelección, utiliza recursos públicos para su campaña obedeciendo a la costumbre de operación política de quien es gobierno ú ocupa un puesto de elección popular en tiempos electorales. La falla de la regidora, quizá fue presentar el caso con “pruebas” endebles y como respuesta tuvo una andanada de descrédito, descalificaciones y ofensas que rayaron en el ámbito de lo personal, que lograron resonancia –en este germen que representa el odio- en distintos medios de comunicación que convirtieron en un circo lo que bien puedo haberse resuelto a la altura de la representación de cada uno de las y los involucrados frente al Estado y sus instituciones por las vías conducentes.

Tendría que ser la FEPADE quien definiera declarar procedencia o desestimar la denuncia pero no era labor de tan impresentable sujeto restarle legitimidad, puesto que es un recurso ciudadano para dirimir controversias. Por otra parte, cuestionar a la regidora en su persona y calificar su desempeño a través de calificativos ofensivos demuestra la baja calidad moral de un supuesto representante popular que atiende causas ciudadanas. Al señor se le olvida que la mitad de esa representación somos mujeres.

Un segundo tiempo de este entuerto, la sorna vino porque la regidora denunció ante la FEPADE las agresiones de Sánchez Herrera. A este señor que tan cómodo se ve, no le estaría de más revisar las resoluciones de esta entidad al respecto; estoy segura se le borraría la sonrisa.

Otro silencio ominoso dada la conformación paritaria del cabildo local, es el del resto de las regidoras que bien tienen sabido de los desbordes y arrebatos del regidor en cuestión.

Pero la irracionalidad del regidor Sánchez no es distinta a la de un amplio bloque del partido al que se suscribe y bien representa.

Esos, coincidentemente, son quienes respaldan discursos de odio sin ninguna reserva frente a la emergencia nacional que representa el feminicidio que en casos extremos, son la máxima manifestación no solo de la violencia de género, también la política. Son los que sirven la mesa para dar la bienvenida a libros que suelen confundir en base a prejuicios, miedo y desinformación.

Así, deliberadamente y con toda intención.

Como si con sus dichos no establecieran complicidad con quienes asesinan a mujeres candidatas de diversos partidos políticos.

Porque cuando violentan sustentan con ofensas sus agresiones responsabilizando a las víctimas de que ellos mismos sean violentos y no sepan o no encuentren otro modo de relacionarse con las mujeres.

Como cuando se dice que si la mataron fue “porque algo habrá hecho” o que si la violaron, fue porque “se lo buscó”.

La violencia política no solo es peligrosa por su normalización y los efectos en sus víctimas directas, también por las eventuales afectaciones a víctimas secundarias, como todas aquellas que desisten en el intento de reivindicar sus derechos político-electorales porque saben que siempre habrá un Javier Sánchez Herrera dispuesto a agredir encubriendo su miedo a las mujeres que pierden el miedo a ser protagonistas de los cambios históricos en los que de ninguna forma vamos a quedar fuera.

Que no sea la muerte lo que nos impida el avance.

Como a María del Sol Cruz Jarquín y Liliana García.

@MarieLouSalomé

marielacastroflores.blogspot.com

Mariela Castro Flores

Politóloga y analista política especialistas en género y derechos humanos.