Chihuahua, Chih.
Son cifras para preocuparse seriamente y que debieran concitar, además del más extendido respaldo social, una buena cantidad de acciones de los gobiernos municipales, así como del estatal y el federal presididas por un objetivo central: Vacunar a casi la totalidad de la población en el estado.
Para ello se requiere de un mayor esfuerzo de coordinación entre ellas, que tenga como meta lo anterior, para intentar que la absoluta mayoría de chihuahuenses contemos con los niveles más altos de inmunidad frente al virus COVID 19.
Para quienes creen que el fin de la epidemia está cercano, será bueno recrear las cifras de vacunación otorgadas esta semana por la Delegación del Bienestar en Chihuahua, la delegación del gobierno federal:
“Han recibido al menos una dosis (de la vacuna del COVID 19) 2 millones 290 mil 840 personas en la entidad, lo que representa el 61.22% de la población de la entidad, según los datos proporcionados por la delegación de la Secretaría del Bienestar en el estado”. (Nota de Bernardo Islas, El Diario de Chihuahua, 09 febrero 2022).
En esas cifras se incluyeron otras, como la de que el 90% de la población mayor de 18 años ya fue inoculada, así como el 70% de los menores de 15 a 17 años.
De ese modo, de una población de 3 millones 741 mil, alrededor de 1 millón 450 mil chihuahuenses no han recibido, ni siquiera, una dosis de la vacuna. Ese número de personas es el equivalente al 38.78% del total de la población.
No es cualquier cifra, ni mucho menos para echar las campanas al vuelo, significa, números más, números menos, que 4 de 10 chihuahuenses no están vacunados, con la posibilidad de que se contagien -e infecten a los ya vacunados- es altísima.
Peor aún, las probabilidades de que los contagiados, no vacunados, caigan en la modalidad grave de la enfermedad son altísimas -igual que en las oleadas anteriores, dependiendo de su estado de salud y comorbilidades- así como la de que un porcentaje, considerablemente elevado, sufran la fase grave que los lleve al hospital y que, eventualmente, algunos mueran.
Además, como ya se ha informado exhaustivamente, la variante Ómicron es más contagiosa que las anteriores, por lo que las probabilidades de que los no-vacunados se infecten son proporcionalmente más altas que en el pasado.
Más aún, tales probabilidades crecen debido a que la posibilidad de reinfectarse, ahora lo sabemos, está siempre presente, no obstante haberse vacunado o infectado previamente.
La otra certeza, tampoco menor, es de que de caer enfermo de COVID, y si se está vacunado, muy probablemente se padezca la modalidad menos seria de la enfermedad, que no es, como dijo el presidente, un “covidcito” pues las secuelas de la enfermedad, incluso las leves, son, al mediano plazo, en un buen porcentaje de quienes caigan enfermos, son impredecibles, razones que nos debieran llevar a que, desde el ámbito de lo individual -y social- sigamos en la tónica de protegernos debidamente y con ello impedir que cunda la enfermedad.
Pero deberán ser las instancias gubernamentales las que promuevan, con toda la fuerza y recursos del Estado, la inmediata vacunación del total de la población, estrategia dentro de la cual deberá contemplarse, sin ambages y sin tardanza, la vacunación de los mayores de 5 años, para evitar, primero, que caigan enfermos y, segundo, que si se enferman, ya que una buena proporción de los menores de edad que se infectan desarrollan la modalidad asintomática de la enfermedad, evitar que se conviertan en transmisores del virus.
Es un problema de salud pública de la mayor importancia; de no resolverse prontamente se perpetuará la situación actual y se retrasará indefinidamente el momento en el que la epidemia se transforme en endemia, es decir, como lo dice la Academia de la lengua, en una enfermedad “que reina habitualmente, o en épocas fijas, en un país o comarca”.
Lo que, traducido al lenguaje llano significará que estará presente, pero que no será tan contagiosa, ni tan grave como hasta ahora lo ha sido.
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Fuente de citas hemerográficas antiguas: Información Procesada (INPRO)