Chihuahua, Chih.
“Si buscas resultados distintos, no hagas siempre lo mismo”: Albert Einstein.
El día de ayer, las dirigencias del PRI, PAN y PRD, encabezadas por Alejandro Moreno, Marko Cortés y Jesús Zambrano, anunciaron el relanzamiento de la coalición “Va por México”.
Muy orondos protagonizaron la conferencia de prensa donde hicieron el anuncio en cuestión. Sin embargo, escuchando los planteamientos de los otrora grandes partidos políticos de México, creo que dejan más preguntas que respuestas a la ciudadanía que pretendieron dirigirse.
En primera instancia, tanto Cortés como Moreno dejaron entrever –porque no lo llamaron así, huelga decir- una especie de “trueque de candidaturas” por denominarlo de alguna manera.
Esto es, quedaron en que a cambio del endoso del PAN a las candidatos del PRI a las gubernaturas de Coahuila y Edomex, el PRI apoyará a los candidatos designados por el blanquiazul a la Presidencia de la República y la Jefatura de Gobierno de la Ciudad de México.
Cabe destacar que, aunque trataron de matizar esta expresión deslizando que “se elegirán a los mejores perfiles independientemente del partido en el cual militen” (sic) lo cierto es que, a priori, asemeja un descarado reparto del pastel de candidaturas venideras. Reparto, en el cual, por cierto, Chucho Zambrano quedó como el convidado de piedra, pues, a menos de que sus homólogos decidan otorgarle una diputación plurinominal ya sea a él o alguien de la nomenklatura perredista, lo cierto es que el PRD está saliendo esa primera conversación con las manos relativamente vacías.
Quizás de ahí el reclamo tardío y sutil de un decepcionado Zambrano, quien –muy probablemente- preferirá seguir de arrimado en una coalición atípica donde el PRD es la única izquierda integrante, a coaligarse con las fuerzas de izquierda oficiales, donde las escasas fuerzas perredistas harían un mejor y más digno papel.
Empero, de cierta manera, la reeditada coalición pareciera una especie de juego de “suma cero” para algunos y de pérdida para otros.
Por ejemplo, hábilmente, el PAN apoyará en el Edomex y en Coahuila a sabiendas de que no tiene nada que perder, pues, aunque el blanquiazul tuvo tiempos de gloria en esas dos entidades, es bien sabido que las preferencias por el mismo han ido en un paulatino declive.
Además, los bonos de Enrique Vargas y Guillermo Anaya no son tan altos como para disputarles las gubernaturas a sus socios del PRI; de ahí que, quizás por un urdido pragmatismo, endosen la candidatura del suspirante más fuerte, en estos casos Manolo Jiménez (Coahuila) y Alejandra del Moral (Edomex).
Sin embargo, el PRI sí lleva las de perder. Siendo el otrora partidazo, y el que conservó la Presidencia de la República por siete decenios consecutivos (contando, además, el retorno en 2012 durante el gobierno de Enrique Peña Nieto), resulta paradójico que ahora quieran cederle la candidatura presidencial al PAN de buenas a primeras.
Esto porque, a contrapelo del blanquiazul, en el tricolor sí poseen liderazgos con prestigio, no obstante la desastrosa gestión de “Alito” Moreno como dirigente.
Entre los mismos podemos resaltar a Enrique de la Madrid; Claudia Ruiz Massieu; Beatriz Paredes; Ildefonso Guajardo y José Ángel Gurría. A pesar de que ninguno de los aludidos encarne una ruptura con el pasado, sí podría dar un debate interesante a quien fuere el eventual ungido del oficialismo (Claudia Sheinbaum, Marcelo Ebrard o Adán Augusto).
En cambio, en el PAN no hay excedencia de perfiles. Aunque, efectivamente, Santiago Creel podría dar un buen debate, no creo que se encuentre en los mejores tiempos de su trayectoria y difícilmente podría tirar a ganar en una contienda asimétrica.
Ricardo Anaya, en tanto, es un cartucho quemado quien no ha renovado su propuesta política en cuatro años. Mientras, Margarita Zavala difícilmente coseche una gran aceptación a estas alturas del partido; y Lily Téllez es neófita en el quehacer político. Quizá Mauricio Vila podría dar la batalla, teniendo el bemol de que sólo es conocido en la Península de Yucatán, aunque haya realizado un buen trabajo.
Y no obstante la mención de la gobernadora María Eugenia Campos en la quiniela de probables presidenciables, creo que, ante una coyuntura aciaga y compleja como la que actualmente vivimos en Chihuahua, lo más recomendable es que concluya su administración y, una vez que eso ocurra, decida explorar nuevos horizontes (no obstante la dificultad intrínseca, pues la política nacional es compleja, más aun, vista desde los binoculares norteños).
En tanto, el rol que actualmente funge el PRD resulta de una verdadera vergüenza ajena. Resulta triste que el partido que heredó el registro del antiguo PSUM, heredero del añejo Partido Comunista, haya terminado siendo una caricatura de sí mismo, sin grandes líderes y buscando una limosna de poder aún a costa de traicionarse a sí mismos.
Sin chistar, creo que es el partido que menos se ha beneficiado de esta transacción, pues, han perdido todas las elecciones importantes y su tendencia ha sido al declive. Creo que deberían reconsiderar ese escenario, explorando la disolución o un cambio de dirigencia, pues ¡si sigue Jesús Zambrano al frente, el PRD va a terminar desapareciendo! Quizás sería relevante que le cedieran el membrete de vuelta al viejo PSUM, pues el PRD terminó extraviando su rumbo en este extraño derrotero.
Finalmente, considero que se ha ratificado un curioso proceso: el PRI ha abdicado a su viejo nacionalismo revolucionario y ha abrazado el pensamiento derechista y neoliberal.
Si en el pasado reciente, algunos analistas esgrimían que las diferencias ideológicas entre el PRI moderno y el blanquiazul eran sólo de colores –pues ambos abrazaban el neoliberalismo-, con la prorrogación de “Va por México” se confirma dicho postulado.
Pareciera que la pretendida socialdemocracia que planteaba Alito Moreno al inicio de su gestión; y la ruptura con el neoliberalismo, esgrimida por Rubén Moreira (a la sazón coordinador de los diputados del PRI en el Congreso de la Unión) fueron sólo patadas de ahogado para adquirir legitimidad, pues, de los institutos de la antigua partidocracia, el tricolor es el que se encuentra más desacreditado popularmente, no obstante haber sido depositario del ideario de la Revolución Mexicana (en un inicio, huelga decir).
Empero, este juego podría ser costoso para el tricolor, pues, al pretender mimetizarse, tiene todas las de perder a largo plazo. Máxime, cuando el gran partido de la derecha mexicana es el PAN, mientras el PRI siempre se caracterizó por su veleidad ideológica anclada al nacionalismo revolucionario (del cual, cada vez se alejan más). Por lo tanto, quizás puedan retener Coahuila un sexenio más. Pero, a largo plazo, continuará su degradación de no ofrecer una nueva propuesta o un cambio de rumbo.
“Va por México” misma propuesta que espera resultados distintos ¿Les pegará? Lo sabremos en los próximos comicios.