Unas preguntas sobre el tema del aborto

Unas preguntas sobre el tema del aborto 9 de marzo de 2019

Víctor Orozco Orozco*

Chihuahua, Chih.

Los embriones, cigotos, fetos, tienen vida, sin duda alguna. Así nos lo descubrió la diputada neolonesa quien nos mostró en un video el sonograma que le hicieron cuando estaba embarazada, haciéndonos escuchar los latidos del corazón de su futura hija.

El interrogante, cuya respuesta divide a los campos es: ¿Debe protegerse esta vida en los mismos términos que la de un bebé o la de un adulto, como la madre misma?. ¿El Derecho debe tutelarlos de igual manera?. Vamos mas atrás: Espermatozoides y óvulos tienen vida, con evidencia ¿También deben ser protegidos?. ¿Y qué pasa con el cigoto, resultante de su fusión?. Puede que prospere, pero puede que sea rechazado por el útero y expulsado, como le sucede a dos de cada tres. ¿Convierte este hecho a la madre en autora inconsciente de graves y crueles asesinatos, como lo quiere la lógica de Lily Téllez, la furiosa senadora de MORENA?.

También se dice que el embrión, desde el momento en que es concebido tiene “alma” y es por tanto un ser humano, con derecho a la vida. Si algún sentido tiene la palabra alma, implicaría la autoconciencia, la capacidad para sentir emociones, de distinguir entre el bien y el mal, en decidir entre opciones. Nada de esto tiene el embrión.

Nos quedaría, sin embargo, este nuevo concepto en extremo significativo e inspirador, de cuño reciente: la sintiencia, Es la capacidad o facultad para percibir sensaciones y responder a las mismas, para sufrir o gozar, temer o querer, experimentar rechazos o atracciones. En este profundo concepto se funda ahora la idea de los derechos de los animales, quienes poseen diferentes grados de sintencia. ¿La tienen los embriones?. Todos los estudios dicen que no. Su sensación es la de la madre. Es ella quien percibe el dolor o el placer. Tampoco aquí podría fundarse un argumento para hacer que la ley cuide igual a la madre que al embrión o cigoto que lleva en su seno.

También puede argüirse que el embrión es una persona en potencia. Y ello es cierto. Pero, para que esta potencia se convierta en acto, hay un largo camino lleno de vicisitudes. Es necesario torcer demasiado el sentido de la ley para que pueda poner en pie de igualdad a un potencial ser humano con uno real, actual. La pretensión de convertir al cigoto en una persona, sujeto del derecho a la vida que a ésta corresponde, es inadmisible. Salta a la vista sólo en imaginar a la madre arriesgando su existencia o sacrificándola para llevar a término un embarazo peligroso, producto de una violación, con un feto acompañado de malformaciones congénitas. O bien, obligada a parir siendo una niña, etcétera. En cada hipotético caso, los sentimientos y el sentido común son refractarios a aceptar que la vida del embrión, pueda tener primacía sobre la vida de los seres humanos.

Pensemos en otra cuestión. La biología contemporánea, asociada con otras ramas de la ciencia, ha realizado trascendentes estudios en células madre. Éstas tienen la particularidad de que pueden integrar cualquier órgano: cerebro, corazón, riñones, etcétera. Y son estudiadas antes de que estos órganos se formen, por necesidad durante las primeras semanas del embrión. Ignoro hasta dónde van los registros de sus avances en prevenir o curar enfermedades como el cáncer y otras. En todo caso, los descubrimientos médicos carecen de límites, en éste y en todos los terrenos. El problema es que las investigaciones y experimentos, exigen el sacrificio de los embriones. Son muertos pues. Cierto es que fueron obtenidos por el procedimiento de fecundación en vitro, pero provienen de la fusión de espermatozoides y óvulos provenientes de seres humanos, de hombres y mujeres reales. ¿En este caso también el Derecho debe evitar el sacrificio de estos seres vivos y protegerlos igual que lo hace con los donadores de óvulos y semen?. ¿Dónde debemos colocar la prioridad: en el desarrollo científico que busca traer beneficios a la humanidad con la cura y prevención de enfermedades o en la protección de los cigotos o embriones, seres vivos que pueden convertirse en personas si se les coloca en el medio adecuado?

Son estas cuestiones algunas de las que deben atenderse en el debate. No involucro por ahora, a otras de igual o mayor calado, como el problema social, el sacrificio de incontables mujeres sobre todo de las clases trabajadoras, quienes sufren la práctica de abortos en condiciones de insalubridad o inadecuadas. La discriminación, el abandono, la inatención que padecen niños traídos al mundo en las peores condiciones. El derecho violentado de las mujeres a decidir sobre su propio cuerpo, etcétera.

En el pasado, el fanatismo religioso, que opera como el telón de fondo sobre el cual se expresan los argumentos a favor de la penalización del aborto, ha perdido todas las batallas. Así fue con la tolerancia religiosa o libertad de conciencia, el matrimonio civil, el divorcio, la igualdad de sexos, el trato igual a homosexuales y heterosexuales, entre otras. Sin embargo, pueden pasar muchos años y causarse enormes sufrimientos, antes de que los recalcitrantes “antiabortistas” según gustan llamarse (Como si hubiera “abortistas”) se esfumen en una sociedad secular, respetuosa de los derechos, sostenedora de (y también soportada por) valores éticos universales.