Chihuahua, Chih.
La reciente nominación de Eduardo Fernández Herrera como Secretario de Salud estatal (aun y cuando no tiene el perfil necesario para ello, según el propio Colegio Médico de la entidad, pues es economista y no profesional de la medicina), me hizo pensar en un problema que ha perseguido a la burocracia nacional a lo largo de los sexenios, y dista de concluir en lo que lleva la 4T; ello, a pesar de la acertada conformación del gabinete presidencial, misma que el escribiente describió, hace un par de años, como una especie de Dream Team.
Prácticamente, desde los albores del presidencialismo, se gestó esta problemática. Sujetos como el Gral. Plutarco Elías Calles y el regiomontano Aarón Sáenz, ocuparon un cúmulo de cargos diametralmente opuestos los unos a los otros; hecho que repitieron Emilio Portes Gil (líder del PNR, Presidente, Procurador General de la República y Embajador de México en la India, entre otros) y el Gral. Lázaro Cárdenas (Gobernador de Michoacán, igualmente líder del -entonces- naciente tricolor, Presidente y Secretario de la Defensa en su pospresidencia).
Hasta un sujeto brillante, como lo fue don Jesús Reyes Heroles, alcanzó un récord semejante, pues, también llegó a ser líder del PRI, Director del IMSS, de PEMEX y diputado, además de Secretario de Gobernación (cuando alcanzó el pináculo de su carrera política) y de Educación.
Récords semejantes los poseen el hoy veterano Porfirio Muñoz Ledo (varias veces secretario de estado y legislador), así como el finado Pedro Ojeda Paullada, quien ocupó tres secretarías de estado en tres sexenios consecutivos (PGR, Secretario del Trabajo y de Pesca).
Cuando llegó la transición a la democracia, se llegó a hablar de que esta polémica práctica pudiese terminarse, pues se pensaba que, de manera semejante a como acontecía en los países desarrollados, se pudiese tener un servicio profesional de carrera -en lugar de las consabidas burocracias cambiantes- que estuviera más allá de veleidades políticas.
Sin embargo, aunque este hecho se intentó cimentar en el Foxismo y en el Calderonismo, la legislación fue un tanto endeble, y pudieron más las ancestrales costumbres que los intentos de modernización.
A pesar de que en algunas instituciones, como el IFE (hoy INE) se intentó enraizar esta práctica, fue más la excepción a la regla prevaleciente. En tanto, la Secretaría de Relaciones Exteriores (SRE) ha sido de las pocas excepciones en el organigrama de la administración pública federal, donde, en efecto, este factor ha tenido una incidencia; esto, no obstante que esta dependencia no ha estado ajena a partidismos, ya que, en el pasado reciente, connotados integrantes de la clase política nacional, han sido nombrados como embajadores o cónsules, a pesar de su poca experiencia en la materia, en algunos casos.
Como lo mencionaba al inicio de este texto, el arribo de la tercera alternancia (la victoria de MORENA en 2018) no cambió las reglas del juego, sino todo lo contrario.
A lo largo del presente sexenio, se han dado varios polémicos enroques, donde se ha visto que algunos funcionarios van a donde los mandan, pero, probablemente, no sean especialistas en alguna área; o, si lo son, pesa más la disciplina partidaria -y presidencial- que la sensatez de hacerse a un lado, en caso de percibir que pudieran no tener las credenciales adecuadas para ocupar un determinado cargo.
El más reciente caso es el de David León, quien, de ser un buen coordinador de Protección Civil a nivel nacional (sacó a la dependencia de la irrelevancia y el ostracismo que padeció durante el sexenio anterior; algo análogo a lo realizado por Ricardo Sheffield en la PROFECO), fue enviado por el presidente López Obrador, a ser el director fundador de la naciente compañía que distribuirá los medicamentos a nivel nacional, llamada por Sergio Sarmiento “La CONASUPO de la salud” (Sergio Sarmiento, El Diario/Reforma, 3/08/2020).
Empero, en esta administración también se han presentado otros hechos semejantes, destacando el de Horacio Duarte, quien pasó de subsecretario del Trabajo a Director de Aduanas; o el de Diana Álvarez Maury y Rabindranath Salazar, quienes fueron enrocados, yendo uno a parar a la subsecretaría de Gobernación, y la otra funcionaria, al nivel Banco del Bienestar.
A este respecto, considero que este tipo de movimientos deberían ser más la excepción que la regla, pues la dificultad que entraña la administración pública, requiere funcionarios especializados en sus respectivos ramos, en lugar de militantes que se dejan guiar por vientos personales y políticos.
Es importante anotar que, aunque considero a las lealtades políticas como un hecho relevante, el factor que más debe pesar a la hora de las nominaciones, debe ser la profesionalización, misma que, a mi juicio, debe primar, más allá de amiguismos o simpatías.
Por desgracia, el estado de Chihuahua no ha sido ajeno a este tipo de movimientos díscolos. Durante la larga época de gobiernos tricolores fue muy usual que diversos funcionarios se reciclaran, sexenio a sexenio, hasta el cansancio, pasando de funcionarios de primer nivel, a legisladores, para eventualmente llegar a ocupar cargos menores.
Con la llegada de Javier Corral a la gubernatura, se tuvo el acierto de nombrar a gente conocedora en muchos de los cargos de la administración.
Sin embargo, considero que el arribo de un economista a la Secretaría de Salud estatal, es un hecho errático; máxime, en tiempos en los cuales, vivimos una pandemia que parece no tener final, y el titular de dicha dependencia debe ser alguien que esté inmerso y conozca, a profundidad, los usos y costumbres, así como la realidad, del gremio médico, para así poder encarar la cruda realidad que enfrentamos, con todas las herramientas y conocimiento de la materia.
Por ello, considero que la propuesta, planteada hace algunos días, por el diputado local, Omar Bazán, en el sentido de que se reforme la ley para exigir que el titular de salud estatal sea un licenciado en medicina, con especialidad en administración de hospitales, y con experiencia en la materia, no es una mala idea, pues forzaría al gobierno a nominar a sus mejores cuadros para ser los responsables sanitarios de la entidad.
Empero, lo que me parece extraño, es que Bazán, como se diría coloquialmente, “otorga el consejo y no lo sigue”.
Ello, porque, durante la pasada gestión tricolor, el hoy prófugo César D., llevó como relevo de Sergio Piña Marshall y Basilio Barrios (médicos, ambos), a Pedro Hernández, un supuesto administrador, quien sólo seguía órdenes de Duarte, pero no conocía un ápice de menesteres sanitarios.
De tal suerte que, considero, el gobernador Corral debería meditar acerca de la decisión tomada, pues es preocupante tener a los médicos de la entidad disgustados y soslayados, cuando, bajo este contexto, debe existir una cabal sinergia con los mismos.
Pudiera ser que Eduardo Fernández hiciera una buena gestión.
Salomón Chertorivski supo cerrar bien el sexenio calderonista. No obstante, el hecho es que los contextos son sumamente distintos, pues cuando el ex presidente Calderón realizó aquel nombramiento, la pandemia AH1N1 había pasado ya; en estos días, en cambio, lo peor parece estar por venir, mientras los científicos del orbe enfocan sus baterías en encontrar una vacuna, pero el plazo fatal parece no existir.
Este debería ser un factor a considerar, dentro de tan polémica nominación, puesto que el panorama a corto plazo no es halagüeño y se requieren especialistas para hacerle frente.
Finalmente, considero que los gobiernos, tanto estatales como federales, deben convocar a profesionales de la materia a ocupar los cargos públicos. Es una gran asignatura pendiente a la cual le queda muchísimo debate por delante.
Éste sólo es el comienzo.