Chihuahua, Chih.
Con pesar y tristeza para todos aquellos, a quienes el infausto dolor de perder a un ser querido, ha tocado.
La semana ha sido de tal dolor generado por la violencia que muestra su rostro en Cerocahui en la Sierra de Chihuahua, o en cualquier parte del Estado y País, donde con menos notoriedad pero envuelto en ese dolor la muerte referida por las notas periodísticas que nos trae ese sentimiento de buscar entender qué significa y sucede con esa palabra que gira en mi mente y no es otra que la de la tragedia, para comprender tal realidad que de cierto duele, acudo al diccionario y encuentro que definida como tal, ella es su origen una; “Obra dramática de asunto serio en que intervienen personajes nobles o ilustres y en la que el protagonista se ve conducido, por una pasión o por la fatalidad, a un desenlace funesto; en la Grecia antigua, tenía como objeto un efecto purificador en el espectador”.
Desglosando el enunciado diré que en la obra dramática, el dolor provocado por la pérdida de LA VIDA, QUE ES SIN DUDA, EL ASUNTO SERIO, en el que intervienen personajes nobles, como se considera en la escenificación llevados al infortunio, veamos cómo se dan en el aquí referido.
En Cerocahui los actores todos les estimo nobles e importantes singularizados por el papel que juegan en el drama, comienzo por José Noriel Portillo Gil llamado El Chueco” a quien se atribuye golpear y dar muerte a los hermanos de nombre Paul y Armando habitantes de Cerocahui, también quemar su casa, ocasionado todo por los resultados que le fueron desfavorables a su equipo de beisbol el domingo previo.
Más adelante la tragedia se ceba en la persona de un hombre que a mi parecer como los otros fallecidos no merecía morir. No y lo digo porque me toca en la cercanía, en virtud de que desde hace 28 años que conocí a Pedro Palma en el Festival de Turismo Aventura en Chicago, era entonces un joven guía a quien tuve la fortuna de tratarle por días desde entonces que gano mi mejor estima.
Si he de abundar, diré que le consideraba, como uno de los hombres que se dedicaron no solo a trabajar, en el turismo y el turismo de aventura, sino que hizo de La Tarahumara su pasión y la vivió, con la cotidianeidad que da el privilegio a pocos de trabajar en el paraíso que eligen para el La Tarahumara.
Recordaba que unos años atrás tuvimos un dialogo, el ultimo desafortunadamente, en el que me decía con ese entusiasmo por su trabajo que le caracterizó, que una joven mujer conocida por ambos desde entonces y hasta su madurez y cuya singularidad es ser invidente, había cruzado los cañones de la sierra siendo guiada por él, en una travesía que ofrecía y que le sorprendía ver que al caer la noche, ella pidiera ser la responsable de hacer las tortillas en el comal, teniendo una fogata como fuente energía, todo en medio de la barranca y con la luna y montañas como testigos, ésa sola escena me lo pintaba todo, la emoción y la pasión asociada a la serenidad que acompañaron a Pedro Palma en todos estos años en su ir y venir en la región serrana, su marcha paró lamentablemente en el arco de la iglesia de Cerocahui esa tarde del lunes pasado, pero su recuerdo perdurara en quienes lo conocimos.
EL VALOR DE LAS VIDAS ES IGUAL A LOS OJOS DE TODOS
La parte más controversiaL y lo señalo así, porque a la suma de la tragedias se agrega la polémica de dos de los personajes fallecidos de nombres Javier Campos Morales y Joaquín César Mora Salazar, sacerdotes jesuitas de la comunidad de Cerocahui, Chihuahua, asesinados junto con Pedro Palma al que asistían espiritualmente y trataban de ayudar según se deduce de las averiguaciones del hecho aquí referido.
Como es de considerar y por la investidura de los religiosos, esta tragedia se ha dimensionado de manera tal que hay quienes se ven tentados a enarbolarlo como una bandera política antigubernamental ya sea estatal o federal, lo cual de verdad no es recomendable, como señale antes este cáncer de la violencia carcome a México de manera amplia para dolor de todos, adicionarle a la tragedia un aspecto religioso faccioso, porque no hay otra manera de decirlo, solo traería muchos, muchos más problemas, que ya nadie deseamos.
COROLARIO
Estimo el hecho de la muerte de los sacerdotes como un elemento lamentablemente circunstancial, no de intención expresa de ningún otro tipo hasta donde es conocido el caso.
Así las cosas, ojala este hecho no se cierre como si nada hubiese pasado porque no es así, todos sabemos que desde la llamada Operación Condor en los años 70 cuando trabaje como formador de promotores culturales bilingües, justo en Cerocahui entre otros puntos de la sierra LA VIOLENCIA Y LA MARGINACION DE LA TARA HUMARA ES PROVERBIAL LA MUERTE DE LOS DOS SACERDOTES JESUITAS LE ADICIONA DE CIERTO UN CARÁCTER QUE LO EXTIENDE AL ÁMBITO NACIONAL E INTERNACIONAL, PERO NO ES EL EJE DE NADA INTENCIONADO, EN SÍNTESIS ES DESEABLE QUE SEA TRATADO CON INTELIGENCIA POR PARTE DE TODOS LO ACTORES.
HASTA HOY LAS EJECUCIONES, HOMICIDIOS DOLOSOS, ABUSOS EN EL DESPLAZAMIENTO QUE PROVOCA MIGRACION FORZADA Y POR SOBRE TODO EL ANHELO JUSTICIA QUE DESDE LOS DIVEROS RINCONES DE CHIHUAHUA RECLAMAN MILES DE VICTIMAS EN EL ESTADO ES UN CLAMOR QUE RECLAMA ATENCIÓN, PARA QUE UN CASO COMO ESTE, NO CORROBORE EL CUENTO DEL MAESTRO SARAMAGO TITULADO;
EL OTRO LADO DE LA TRAGEDIA
Vi las imágenes del fusilamiento. Un poste clavado en el suelo, atado a él un hombre joven, vestido con unos pantalones oscuros y una camiseta, el pelo muy corto.
Dos o tres oficiales norteamericanos están cerca, uno de ellos enciende un cigarrillo, después se aproxima un cura que dice no se sabe qué, mientras el condenado, con el cigarrillo sujeto por los labios, aspira y suelta una bocanada de humo. Unos segundos más y se apartan todos, no vemos a los soldados que van a disparar, se diría que la cámara de filmar está en mitad del pelotón de fusilamiento.
De repente, el cuerpo es sacudido por las balas, resbala un poco a lo largo del poste, pero no está muerto: se agita débilmente. Los oficiales se aproximan, uno de ellos parece llevar la mano a la pistola, quizá va a darle el tiro de gracia, no se llegará a saber, la imagen acabó.
Se dijo que el italiano no era soldado, que había sido, con otros, lanzado en paracaídas tras las líneas norteamericanas para actos de sabotaje, que las llamadas leyes de guerra parecen no perdonar. Todo esto es horrible, pero, no sé por qué, se me fija más en la memoria el ritual escénico del último cigarrillo del condenado a muerte, como si cada uno de aquellos hombres estuviese representando un papel: el cura para dar la absolución, el condenado que pide o acepta el cigarrillo, la mano que lo enciende, probablemente la misma que disparará el último tiro.
El otro lado de la tragedia es muchas veces la farsa.
FIN