Siguiendo los pasos de Madrazo
Sin Retorno

Siguiendo los pasos de Madrazo 11 de diciembre de 2017

Luis Javier Valero Flores

Chihuahua, Chih.

No aprenden los políticos mexicanos. La experiencia del dirigente nacional del PRI, Roberto Madrazo, cuando en su papel como dirigente nacional hizo todo para quedarse con la candidatura presidencial, aprovechándose de tal investidura, debiera ser experiencia de la cual aprendieran los panistas.

Así ahora, el dirigente nacional del PAN, Ricardo Anaya. No sólo hizo hasta lo imposible por deshacerse de la aspirante que encabezaba a los panistas en las preferencias electorales, Margarita Zavala, y de alguna manera del resto de los aspirantes, sino que, para evitarse cualquier obstáculo en su postulación, entregó posiciones más allá de las que, en estricta aritmética electoral, le podían corresponder al PRD y al Movimiento Ciudadano (MC).

Y, deveras, no aprenden.

Aprovechando las inocultables “ansias de novillero” del gobernador chihuahuense, Javier Corral, Anaya alentó los afanes de éste a fin de acercar a la cúpula perredista y hacerlo pasar como el artífice de la alianza, aprovechando los nexos de Corral con una parte de los dirigentes perredistas que habían participado en el grupo de Jesús Ortega -Los Chuchos- que, nuevamente, en una elección presidencial emergerán como los grandes “ganones”.

Para cumplir con sus sueños, Anaya les entregó a perredistas y al MC, la candidatura de la ciudad de México (que, de acuerdo a las últimas encuestas de Reforma y Mitofsky, ni sumando las preferencias electorales de los partidos de la alianza alcanzan a Morena), 13 candidaturas al senado en primera fórmula, además de más de la mitad de las candidaturas a las diputaciones federales -157 de las 300- y, como la cereza del pastel, la candidatura al gobierno de Jalisco al partido de Dante Delgado, el ex secretario particular del presidente Luis Echeverría.

¿Gustará al panismo tal entrega de posiciones?

A muchos panistas les atraerá la posibilidad de, mejor, ayudar a Margarita Zavala a completar las firmas requeridas para inscribirse como candidata independiente o, de plano, apoyar al candidato del PRI, cuyo perfil corresponde más al del panismo que al de los priistas y cuyas credenciales son las que mejor han presumido los panistas en los gobiernos de Fox y Calderón, las de la estabilidad “macroeconómica”, es decir, que ni la inflación ni la deuda se dispararon, que elevaron las reservas en dólares del gobierno mexicano y no hubo las devaluaciones presentadas por los gobiernos del PRI.

Esas supuestas ventajas de José Meade es lo que puede llevar a muchos panistas a apoyar mejor al aspirante priista, antes que a Anaya quien para congraciarse con los críticos -internos y externos- de Fox y Calderón, lanzó en su primer discurso de aspirante presidencial, serias y sustentadas críticas a los gobiernos de estos dos.

El problema es que durante esos gobiernos, Anaya, a la sombra de Gustavo Madero, tuvo una de las carreras políticas más exitosas dentro de las filas del PAN.

Diputado local en el año 2000. Secretario particular del gobernador panista de Querétaro, Presidente del Comité Estatal, luego, Subsecretario de Planeación Turística de la Secretaría de Turismo de Calderón, para, enseguida, ser palomeado por éste para acceder a la diputación federal plurinominal en 2012, en donde, ya bajo la sombra de Gustavo Madero, llegó a la presidencia de la Cámara de Diputados, a la coordinación de los panistas, luego a la Secretaría General del Comité Nacional, para, finalmente, sustituir a Madero en la presidencia del PAN, cargo que refrendó en la elección frente a Corral.

Enseguida, defenestraría a Madero. En todo ello, Anaya, nunca, esgrimió la menor crítica a los presidentes panistas.

Traicionado por Anaya, Madero se refugió en Chihuahua, pactó con el ex adversario del queretano, Javier Corral, y fue uno de los principales impulsores de la candidatura al gobierno de Chihuahua.

Hoy, Anaya se apresta a convertirse en el candidato de los rescoldos del perredismo y del Movimiento Ciudadano; pero también, de un panismo que llega a la elección presidencial con muy bajas expectativas y al que le cuesta mucho trabajo ir a elecciones a apoyar a candidatos que no son los suyos.

¿Se imaginan a los panistas de Chihuahua llamando a votar por los perredistas que apenas el año pasado eran entusiastas compañeros de César Duarte?

Increíble.

Luis Javier Valero Flores

Director General de Aserto. Columnista de El Diario