Señora Presidente, ta

Señora Presidente, ta 12 de abril de 2024

Alma Delia Murillo

Chihuahua. Chih.

Señora Presidenta: vamos a tomarnos una tacita no de té, sino de rabia. La necesitamos.

Para empezar, la RAE tan real, tan academia y tan española, no le concedió un lugar independiente y autónomo al vocablo "presidenta" ya que no existe sino como derivativo de "presidente, ta". Que para eso un honroso y exclusivo grupo de señores ha dirigido durante más de trescientos años la academia de la lengua, ¿no le jode? Ese principio ancestral, milenario, que nos ha enseñado que la política es cosa de hombres, que el liderazgo se muestra pareciéndose a ellos, lo vi nítido durante las casi dos horas de debate presidencial el domingo pasado. Qué quiere que le diga, Presidenta, me dio tristeza. Qué desperdicio, carajo, tanto esperar para llegar a ese sitio y hacerlo emulándolos a ellos, siempre performando desde la masculinidad. Pensé en Hermila Galindo y qué le digo, mi tristeza mutó en rabia.

La Hermila que soñaba desde 1911 con un país donde las mujeres tuviéramos derecho al voto, de la que se burlaron cuando se postuló a diputada, la que se desesperó repitiendo que las mujeres no podíamos ser eternamente infantilizadas dependiendo del tutelaje del padre o el marido, que se atrevió a hablar de derechos educativos y sexuales: "la injusticia social nos avasalla por completo a las mujeres... ellas pueden quedar embarazadas mientras que los hombres crean orfanatos y casas de cuna como vía artificiosa para cubrir sus culpas de abandono". Más de un siglo desde que Hermila se dejaba la piel intentando y aquí estamos.

Pienso en Petra Herrera que se vistió de hombre para armarse y pelear en la Revolución Mexicana, o en Margarita Neri, o en Amelio Robles que primero fue Amelia, y en tantas otras revolucionarias que usaron pantalones y escondieron las trenzas para evitar las violaciones porque había que parecerse a los hombres para sobrevivir, para proteger el cuerpo.

Al trabajo se va con el cuerpo, escribe Nuria Labari en El último hombre blanco, donde una mujer comprende que dentro de ella habita un varón y eso la convierte en exitosa: "Hay un varón dentro de mí... ese tambor que nos llama a la guerra a querer más a ser mejores a ganar a no llorar a ser más fuertes... ¡Por fin soy uno de ellos! ¡He triunfado!".

¿Podemos quitarle nuestro cuerpo a la masculinización del trabajo, Presidenta? ¿Puede una jefa de Estado ser mujer además de ser jefa de Estado?

Es que mire que esperar más de doscientos años desde que los mexicanos votaron por primera vez para tener a una mujer en la silla presidencial... y venir a masculinizar también usted el espacio político. No, Presidenta, que esto es histórico.

Nadie que se precie de tener una política humanista puede ocupar espacios de poder sin honrar el dolor de quienes le preceden y de quienes representa.

Pienso en este país feminicida, pienso en Fátima, en Debanhi, en Marisela, en Sagrario, en Lesvy, en Cecilia... en las más de ochocientas mujeres que fueron víctimas de feminicidio el año pasado, en las once mujeres de cada día.

Y me da rabia.

Dos horas con los ojos del país encima y no aprovechar 15 segundos para mostrar una pancarta que dijera "Ni una asesinada más". Ni 15 segundos para decir "No a la violencia vicaria", ni atreverse a decir la palabra aborto.

Pienso en las mujeres atacadas con ácido, pienso en el 40% de madres mexicanas que están criando solas a sus hijos porque los padres abandonaron. Muchas de esas mujeres (se logró, Hermila) van a salir a votar, ¿lo ve, Presidenta?

Dos horas y sentarse en un debate a replicar, permítame el anglicismo a pesar de la RAE, el performance masculinizado. Muy serios todos, muy tiesos, muy atacantes, muy contenidos, muy brazos rectos y espalda derechita, muy hombres.

Las mujeres somos más del 50% en el padrón electoral, ¿por qué seguir buscando la aprobación de ellos? ¿Por qué no poner el cuidado al centro del discurso?, ¿la urgencia por detener la violencia?

Esperar tanto para que llegara este día y resignarse a acatar las reglas de un juego patriarcal.

No se puede mitigar tanto dolor actuando como ellos, pareciéndose a ellos, ignorando lo que todas sabemos; que replicar un sistema machista, violento y asesino es insostenible.

Como dice Despentes: ¿Querer ser un hombre? Yo soy mejor que eso.

Sea Presidenta, no Presidente, lo necesitamos ya.

*Publicado por Reforma, 12/4/24