Chihuahua, Chih.
“Si el diablo me brinda una entrevista, iría a los infiernos”
Julio Scherer García (1926-2015).
El 7 de enero se cumplen seis años de que el gran periodista mexicano, Julio Scherer, pasó a mejor vida. Aquel día, los rotativos se llenaron de tristeza, pues la desaparición del gran comunicador fue lamentada por colegas suyos de todas las ideologías (José Cárdenas, Gabriela Calzada, Carmen Aristegui, Joaquín López Dóriga, Sergio Sarmiento; y hasta por sus ex compañeros de Proceso, Carlos Marín y Pascal Beltrán del Río), quienes subrayaron su contribución al ámbito periodístico nacional, así como su valentía y su rol fundamental en la transición a la democracia mexicana.
Debido al papel tan importante que Scherer jugó por espacio de varias décadas (mismo que ha continuado y ha cimentado una escuela, a través de la revista Proceso; publicación de la que se erigió como fundador, y ha continuado como un ente crítico del poder nacional, no obstante la identificación que históricamente ha tenido con la izquierda, así como con la causa del hoy Presidente López Obrador), considero llevar a cabo una semblanza de este gran periodista; pues su carrera fue una muestra de razón y de congruencia difícil de emular, misma que marcó un hito en la historia del periodismo nacional.
Contrario a otros comunicadores de la actualidad, Julio Scherer no obtuvo un diploma en Comunicación, sino que se formó a través de la experiencia.
Tras estudiar en la Escuela Nacional Preparatoria, que estaba situada en el Antiguo Colegio de San Ildefonso, en la Ciudad de México, Scherer ingresó a la Máxima Casa de Estudios, la UNAM, para cursar las carreras de Derecho y Filosofía. Empero, no terminó ninguna, pues muy joven comenzó a laborar en el “Gran Diario de México”, El Excélsior, donde, según algunas fuentes, comenzó como mensajero y concluyó como director del añejo rotativo en el año de 1968; pero, otras versiones sugieren que comenzó como el reportero de la fuente del desaparecido Partido Comunista Mexicano, para, paulatinamente, ir ascendiendo en el organigrama del periódico, permitiéndole su experiencia convertirse en el máximo dirigente del mismo con el paso de los años, cuando la sexta década del siglo XX se acercaba a su fin.
Scherer se caracterizó por su talante crítico, y por la veracidad de su enunciado, carente de cortapisas.
En una época en la cual dominaba el periodismo cortesano, don Julio se tornó en una interesante excepción a la regla. Prueba de ello es que en su libro, “El Vendedor de Silencio”, el escritor Enrique Serna lo dibuja como la némesis de Carlos Denegri, finado comunicador capitalino, quien destacó por su talento, pero también por su ambición, misma que estuvo aparejada -y en múltiples ocasiones, atada- a su destacado talento.
Una escena de la novela en mención los dibuja a la perfección: mientras Denegri era el acólito que lanzaba loas, recibiendo emolumentos de por medio (no sin recurrir a la coacción, en algunas ocasiones, de acuerdo al novelista); Scherer narraba lo que veía, y tenía claro que se buscaba tornar en un contrapeso del todopoderoso Presidente.
De tal suerte que, estando ambos en la “ambicionada” fuente presidencial de la época, Scherer era una especie de rara avis dentro de la misma; hecho que parecía no importarle, pues, con claridad, trazó su camino y su ruta a seguir.
Tal y como lo refiero, el prestigio de Scherer le permitió codearse con mandatarios y políticos de alto nivel. Sin embargo, eso no hizo que perdiera su pensamiento crítico; sino que siempre lo mantuvo, incluso, cuando la causa enarbolada por él, llegaba a mostrar claroscuros.
Muestra de esto es que, no obstante su amistad con el ex Presidente Luis Echeverría, osó hacerle señalamientos a su administración.
Probablemente, don Luis no le perdonó aquello, pues el brillante rol que mostró en la dirección de Excélsior, terminó de manera abrupta por problemas políticos; los cuales, según algunas fuentes, habrían sido alentados desde la propia oficina presidencial, cansada de la pluma crítica de Scherer y su grupo.
Aparentemente derrotado, Scherer no se rindió.
Con el apoyo de sus allegados, consiguió formar la revista Proceso (la cual, este año llegará a los 45 años de publicación ininterrumpidos), para desde ahí continuar su labor periodística crítica, para con la política nacional.
Esta actitud tampoco fue del agrado del ex Presidente José López Portillo (con quien, según el propio Scherer refiere en “Los Presidentes”, tenía un cierto vínculo familiar), quien, en un determinado momento, suspendió el pago de la publicidad gubernamental a la publicación, alegando que “no pagaba para que le pagaran”.
Sin embargo, pudo más el tesón de Scherer y sus allegados, a la amenaza vertical de López Portillo, pues, mientras el prestigio de éste último se derrumbó, el de Proceso pervivió y se acrecentó con el paso de los años, tornándose en relator privilegiado de diversos acontecimientos relevantes en la historiografía nacional, tales como: el “Verano Caliente del ’86”; la caída del sistema en el ’88; la irrupción del EZLN y el Subcomandante Marcos; además de la primera transición (en el año 2000); la resistencia civil pacífica y el desafuero de AMLO, cuando se desempeñaba como Jefe de Gobierno del Distrito Federal.
Su conocimiento de la causa zapatista le permitió entrevistar al Subcomandante Marcos en la televisión nacional, a fines de la década de 1990. Para esto, se dio una interesante alianza con Televisa, cadena con la cual, en el pasado, había tenido diferencias; pero que, con la llegada de Emilio Azcárraga Jean, en 1997, pretendía (por lo menos en esa coyuntura), dar una imagen distinta a la del “eterno soldado del PRI” que la caracterizó por casi tres décadas, cuando su director fundador, Emilio Azcárraga Milmo, justificaba esta alianza con la lealtad de la televisión nacional y de la comentocracia inserta en la misma.
Lo interesante de don Julio Scherer es que su invaluable legado, pervive.
Contrario a otros periodistas, Scherer dejó discípulos, y éstos han seguido enriqueciendo el devenir de la Revista Proceso hasta el día de hoy. Muestra de ello es la labor que, por casi dos décadas, realizó Rafael Rodríguez Castañeda al frente de la publicación (considero un alivio que Carlos Marín -ex director de Milenio- no se hubiese tornado en sucesor inmediato de Scherer, pues -como se vio en Milenio- se habría forjado una línea editorial opuesta a la trazada de manera originaria por los fundadores).
Aunado a ello, Jorge Carrasco, otrora reportero de Proceso, ha continuado con esta tónica de periodismo de investigación confrontador; mismo que ha llegado a incomodar al propio Presidente de la República en algunas ocasiones, siendo su nombre proferido al calor de diversas alocuciones matinales.
Muestra de ello es que, cuando en alguna ocasión, Proceso publicó, en su primera plana, que los fallecimientos por coronavirus se multiplicaban en el área metropolitana de la Ciudad de México, el Presidente López Obrador adujo contrariado que, se trataba de una exageración y que “si don Julio (Scherer) viera eso, se volvería a morir”; dejando entrever, la prestigiada publicación estaba faltando a la verdad, en aras de obtener dividendos.
Empero, esto no ha inmutado el espíritu crítico de Proceso, no obstante la cercanía que, en muchas ocasiones, tuvieron con el proyecto de AMLO. Esto deja una valiosa lección sobre la mesa: ¡que la crítica constructiva es válida, más allá de simpatías o antipatías!
El reflexivo y atinado periodismo que sigue haciendo Proceso, es una prueba fehaciente de ello.
El espíritu de Scherer sigue vivo en el periodismo crítico y libre ¡Recordémoslo enalteciendo su legado!