Chihuahua, Chih.
“El sonido de un látigo cuando no hiere es música.”
Jodorowsky
Hay una palabra que cada vez me gusta más, pues en ella radica la primera expresión del amor. Me refiero al respeto, a esa deferencia o consideración hacia las demás personas, los animales y el universo en su conjunto. El respeto empieza en uno mismo, es la humildad de uno mismo, y nace de la convicción de que casi todo lo que somos nos ha venido dado sin merecimiento propio: el lugar de nacimiento, la familia, los talentos. “No puedo concebir mayor pérdida que la pérdida de respeto a uno mismo,” decía Gandhi.
Quien respeta a las personas se acerca a ellas, las mira con veneración, no con sentido de dominación y tampoco de sumisión o temor. Respetar es valorar; dominar es despreciar; someterse es claudicar.
La persona respetuosa valora los intereses y las opiniones de los demás, aunque no las comparta: sabe escuchar, callar, tolerar. La persona respetuosa es atenta, pero no idealiza a su prójimo. Quiere aprender de los demás, no imponerse, controlar, porque en modo alguno se cree superior ni con derecho a ello. La persona respetuosa comprende que las diferencias no dividen, sino que enriquecen, abren nuevos e inesperados horizontes.
Las expresiones de respeto varían de cultura en cultura, pero las personas respetuosas son capaces de identificarlas y acomodarse pronto a todas ellas porque el respeto, como el amor, tiene un fondo común universal.
Mi sugerencia para hoy es la siguiente: respétate a ti mismo, respeta a los demás seres humanos, sus opiniones e ideas, sus comportamientos, sus intereses; respeta a los animales y a las plantas, y todo cuanto forma parte del universo. Busca de los demás el respeto, no la atención.
El respeto no se compra, se gana.
Gana en respeto y ganarás en felicidad.
Salud y larga vida.
Profesor por Oposición de la Facultad de Derecho.
@profesor_F