Chihuahua, Chih.
Una vez revisadas los resultados de las encuestas realizadas en torno al Segundo debate presidencial realizado el pasado domingo 20 de mayo en Tijuana, Baja California, queda claro que el punto a dilucidar, no es “quién ganó el debate, sino quién ganó mas con el debate”.
Las casas encuestadoras difieren de quien fue el ganador del debate, pero todas coinciden en que no hubo cambio significativo en la intención del voto.
Mientras que en el primer debate el 16 por ciento de las personas que lo vieron o escucharon, afirmó que cambiaría su intención de voto, en el segundo debate, solo el 8 por ciento considera esa posibilidad. Dicho de otra manera: El 92 por ciento de los electores tiene claramente definido ya por quien va a votar.
Otro dato significativo es que el interés en las elecciones ha crecido. En el primer debate el 59% de los 11.6 millones que lo siguieron, dijeron que les interesaba mucho. En el segundo debate que el INE dijo tuvo una cobertura de 12.6 millones de ciudadanos, el porcentaje de interesados en esta elección, fue de 64 por ciento.
En este contexto, es por demás obvio que el más beneficiado en este segundo debate fue Andrés Manuel López Obrador, y no porque haya tenido el mejor desempeño, sino simplemente porque a un mes de que los ciudadanos acudan a las urnas, se mantiene con un margen muy holgado como puntero. Esa es la realidad.
Según el portal Oráculos que define tendencias de voto por candidatos a partir de promediar los resultados de las diversas casas encuestadoras y medios de comunicación, una semana antes del segundo debate, la tendencia promedio de voto a favor de Andrés Manuel López Obrador era de 44 puntos, Seguido por Ricardo Anaya, con 29, José Antonio Meade con 20 y el “Bronco” con 3, lo que da un promedio de 96 puntos, a los que ya no suman los 4 de Margarita Zavala, que cerraría los 100 puntos, globales de la intención de voto.
¿Qué lectura política se deriva de estas cifras?
Que por primera vez en el proceso de transición a la democracia estamos en presencia de una elección inédita, compleja y concurrente que no busca la alternancia partidista como en el 2000 y 2016, sino de un autentico referéndum en pro o en contra de un cambio del régimen político y de las estructuras económicas y sociales.
No son únicamente los partidos políticos en lo particular, sino en general, el sistema político que construyeron y corrompieron, el que será sometido a un auténtico referéndum popular, el 1 de julio.
Estas elecciones pueden ser el fin de la democracia simulada que para desgracia de México se impuso por la partidocracia al servicio no solo del presidencialismo, sino también de los poderes facticos legales e ilegales. Lo saben gobernantes y partidos, pero también el pueblo.
Por eso los primeros están mas que angustiados y recurren a la estrategia de sembrar incertidumbre y miedo social para conservar el poder y con ello sus privilegios, negocios y corruptelas. Con este recurso buscan cambiar la realidad distorsionándola con percepciones negativas.
Recurren ya no solo a la trillada propaganda de que México está en peligro, que está en riesgo la estabilidad social y económica, las instituciones y el futuro de las nuevas generaciones, sino también.-- y eso es realmente lo peligroso— a implementar acciones que den sustento a su irresponsable estrategia de una elección de estado, que es la única salida que les queda.
Pongo a su consideración algunas de ellas.
¿Sabe usted que el Banco de México puso en circulación en febrero y marzo 43 mil millones de pesos para el proceso electoral? ¿Compra de votos?
¿No le parece raro que un mes después -- el 27 de abril para ser exactos-- el Banco de México haya anunciado que le Hackearon 400 millones de pesos en sus cuentas bancarias por presuntos ciberpiratas a través del Sistema de pagos electrónicos interbancarios, lo que nunca había ocurrido? ¿Es un ensayo-demostración de que el sistema electoral puede también ser Hackeado?
¿En este contexto de incertidumbre no resulta extraño que el Instituto Nacional Electoral haya cancelado su contrato con el Instituto Politécnico Nacional para blindar la elección del primero de julio de ataques informativos y probables saqueos cibernéticos, y contratado a la empresa Scitum, una empresa de ciberseguridad de Telmex y Grupo Carso, del empresario Carlos Slim Helú?
¿Es casual que Carlos Slim se haya aliado en este contrato con el INE con la empresa, HIHS Solutiones, propiedad de Diego Hildebrando Zavala, hermano de Margarita Zavala, quien en 2006 contribuyó al fraude electoral en contra de Manuel López Obrador, adulterando el padrón electoral? ¿Que eso haya sido justo en vísperas de la renuncia a su candidatura “independiente” de su hermana?
Y finalmente, pero no por ello en última instancia: ¿es casualidad que en vísperas del cierre de la contienda electoral se haya disparado la narco política en contra de aspirantes y candidatos a presidentes municipales y diputados en varios estados y que una centena de ellos hayan renunciados por temor y amenazas a sus candidaturas que no pueden ser ya sustituidas?
En política no hay casualidades, sin causas y efectos; las elecciones no son un sorteo de lotería para ver quien le pega al “gordo”.
Están jugando con lumbre, impulsando la crispación social que no le conviene a nadie y que serían incapaces de controlar. El pueblo está enojado y con el no se juega.