Rafael Espino: ¿El Fernando Foglio Miramontes del siglo XXI? 15 de agosto de 2020
Hernán Ochoa Tovar
Chihuahua, Chih.
Al calor del proceso electoral del 2021, diversas casas encuestadoras han comenzado a definir los probables candidatos de los partidos, a la contienda a realizarse el año venidero.
En el caso del PAN, parece haber una clara definición en torno a la alcaldesa de Chihuahua, María Eugenia “Maru” Campos. Empero, en MORENA se presenta una situación extraña, pues, aunque parece ser, a mi juicio, que dichas elecciones “serán un tango que se baile entre dos” (ello, debido a la improbabilidad, por parte del PRI, de recuperar la gubernatura del estado, luego del nefasto y corrupto gobierno de César D.), en el partido guinda no parece haber, aún, un candidato definido, habiendo una división entre el senador Cruz Pérez Cuéllar; el consejero de PEMEX (y su senador suplente) Rafael Espino; así como el actual superdelegado, Juan Carlos Loera, este último, hasta hace poco, con poca oportunidad de ser el ungido, no obstante, una encuestadora nacional, le da posibilidades, con respecto al resto de los competidores.
Este escenario resulta llamativo, pues, aunque MORENA estará -sin duda alguna- en la puja por la gubernatura, la definición de su candidato será un hecho que marcará, desde el inicio, la hoja de ruta que habrán de seguir en este estado norteño.
A este respecto, de los probables candidatos de MORENA, la mayoría de ellos son conocidos en la región: Cruz Pérez Cuéllar tiene una larga trayectoria en la derecha mexicana, de la cual se distanció por disensos internos; Loera ha sido construyendo su cimentación política, con base en la exposición que le ha dado el cargo de super delegado; pero Rafael Espino es un caso singular, mismo que requiere de un análisis aparte.
Al actual consejero de PEMEX lo define (a contrapelo de sus contrincantes internos) una historia de proxemia con López Obrador. Ha laborado en el gobierno federal desde del entonces Distrito Federal, y ha sido un empresario en el ramo de la salud en el sur del país.
A pesar de ser un personaje con un cargo de segundo nivel dentro del organigrama de la administración pública, Espino parece tener la venia para buscar una eventual candidatura al gobierno del estado; de ahí que, alguna vez, hiciera alusión, en una entrevista, de la amistad y de las coincidencias que lo unifican a la figura de López Obrador.
Sin embargo, en la eventual candidatura de Rafael Espino, observo un bemol importante: su falta de arraigo territorial. A pesar de que el funcionario ha tratado de estar más cerca de su terruño querido, y ha intentado granjearse las simpatías de sus paisanos, considero que, para el grueso de la población sigue siendo un desconocido, pues el grueso de su carrera empresarial y política la ha realizado fuera de Chihuahua, y, aquí, su nombre aún no refleja el peso que podrían manejar sus oponentes internos.
Otra complejidad que observo es que, en otros estados, tener el aval presidencial es señal incondicional de un triunfo garantizado; pero en Chihuahua no se ha repetido ese patrón. Mientras en Tabasco, Veracruz o la Ciudad de México, los candidatos nominados por AMLO ganaron sin problema, teniendo, ellos, un “teflón” transferido por el carisma obradorista en 2018; en Chihuahua, hubo candidatos que no corrieron con la misma suerte.
En estas tierras, el prestigio y la trayectoria personal son muy relevantes a la hora de disputar un encargo público, y la venia presidencial es un factor, pero éste no viene a ser determinante, a mi juicio.
Cabe destacar, este fenómeno no es actual, sino que encuentra raíces históricas. Tanto así que, en el año de 1940, cuando (aparejadas con las elecciones federales, como ocurrirá en 2021) se celebrarían los comicios locales y nacionales, el favorito de la federación para ser el candidato del PRM (y, por ende, el gobernador) era el Ing. Fernando Foglio Miramontes, subsecretario de Agricultura y antiguo Jefe del Departamento Agrario de la misma Secretaría.
Sin embargo, las bases del PRM chihuahuense se decantaban por el antiguo inspector de la policía local, Alfredo Chávez Amparán (Luis Aboites, Breve Historia de Chihuahua), quien gozaba del prestigio y reconocimiento local.
El desacuerdo fue tan grande, que incluso se tuvo que hablar con el CEN del tricolor a nivel nacional. Ahí se acordó que, luego de realizarse los comicios, Chávez ocuparía la gubernatura en el lapso 1940-1944 mientras Foglio haría lo propio en el sexenio 1944-1950.
Foglio Miramontes era un sujeto con prestigio, cercano -a mi juicio- al mismísimo Gral. Lázaro Cárdenas ¡Y aun así, llegó a la gubernatura con calzador! Pues en Chihuahua, tener el respaldo de las bases era necesario, y el connotado ingeniero había realizado su carrera, más bien en el sur del país, volviendo a su estado luego de un largo interludio fuera del mismo.
Por eso reflexiono, en el título de la presente colaboración, acerca de si Rafael Espino pudiese llegar a repetir el rol que desempeñó Foglio Miramontes hace ochenta años.
Las condiciones se cumplen en parte, pues entre ambos personajes, hay una trayectoria realizada fuera del solar, una cercanía con la figura presidencial, así como un aval para buscar un relevante cargo de elección popular (en este caso en particular, la primera magistratura del estado).
Luego de un largo y sinuoso camino, Foglio logró llegar a la gubernatura, e hizo un buen papel como administrador y reformador del estado; sin embargo, por extrañas circunstancias del destino, la historia local lo rememora poco.
Ya veremos si Espino pudiese transitar un camino menos accidentado.
Aún le falta ganar la interna de MORENA, y, eventualmente, llegar al Palacio de Gobierno. Debido al talante que refleja en sus entrevistas, y a su experiencia administrativa, pudiera llegar a ser un buen gobernante, como a mi juicio, lo fue Foglio Miramontes.
Pero este proceso electoral, apenas inicia, y nos deja más preguntas que respuestas; más incertidumbres que certezas.
Esto es sólo una posibilidad. La moneda está en el aire.