Chihuahua, Chih.
Para Enrique Servín
In memoriam
1.-¿Qué diablos quiere decir Chihuahua?
Chihuahua es una palabra que gruñe y ladra. Su primera sílaba, sílaba ruda que enseña los dientes y chasquea un poco su propia rabia, la delata como una palabra de raza de fieras. Luego, con sus otras dos sílabas, ladra y espanta. El eco de sus sílabas bravas perdura en quienes la escuchan por primera vez. “Tiene un sonido excitante. Sus sílabas vibran con un ritmo dramático y atrevido”, según lo escucharon Florence y Robert Lister.
Chihuahua es una palabra dura, ronca, agresiva, eléctrica, quizá por eso se le emparenta con la familia de las malas razones. Chihuahua posee la primera sílaba decisiva de esa palabra terrible y mexicana que al proferirla te manda mucho a la Chi...ngada.
Pero, en contraste, la onomatopeya de sus sílabas puede escucharse como el inicio de una cascada de agua. La segunda y tercera sílaba son acuosas y su repetición, además de eco, sugiere tránsito y caída. La palabra posee una recóndita ternura.
Los turistas no saben si Chihuahua es una majadería, un autobús, un perrito que anuncia tacos gringos, una canción de moda, un sabroso queso de una franquicia germano—menonita, o un país singular y bárbaro. Pero nadie escapa de la fascinación que provoca su nombre al pronunciarse.
¿Quién sabe, en realidad, el significado de la palabra Chihuahua? Francisco R. Almada, en su Diccionario de Historia, Geografía y Biografía de Chihuahua consigna que la etimología de la palabra Chihuahua posee cinco acepciones: 1.-Lugar de Fábricas. 2.-Junto a dos aguas. 3.-Lugar de piedra agujerada. 4.-Costalera o saquería. 5.-Así seco y arenoso.
Las etimologías 1 y 3 se han desestimado porque el sostén lingüístico, geográfico e histórico es endeble. La 2, 3 y la 5 aún se mantienen vigentes aunque existan dudas razonables. El mismo Almada parece inclinarse por la quinta etimología, “así seco y arenoso”, y expresa sus razones apoyado en otros historiadores: “Probablemente es una palabra de origen nahua que se descompone de Xi, así, y de cuauhua, síncope de cuahuacqui, seco o cosa seca o arenosa”. O bien, siguiendo esta misma pista, apunta que “podría ser una corrupción de Xicuacua, que significaría lugar árido o arenoso”.
Almada agrega que es en Aquiles Serdán (Santa Eulalia) en donde debe buscarse el accidente geográfico que dio origen a la palabra Chihuahua, tomando en cuenta la regla o costumbre de los naturales a nombrar los lugares en los que habitaban, trabajaban o transitaban.
No obstante, nuestros historiadores han hallado otras posibles etimologías de esta enigmática palabra.
Existe un vocablo tarahumar o rarámuri que se acerca estrechamente al nombre del estado: chiwawara, que tiene que ver con costales y costaleras.
Sin embargo, no solamente la voz chiwawara implica costal sino también talego, bolsa en donde se guardan monedas o pinole. Los tarahumares solían vivir en las barrancas mientras que los nahuas, que llegaron a estas tierras como sirvientes de los españoles, vivían en los reales de mina.
Los rarámuris utilizaban pequeños costalitos o talegas en donde cargaban el pinole que utilizaban de alimento para soportar largas las travesías serranas. Es posible que a los nahuas les haya llamado la atención esas talegas y nombraran a los rarámuris con el vocablo chiwawara, y éste se extendiera para nombrar a los de estas tierras, independientemente de que utilizaran o no los pequeños costalitos pinoleros.
Sin embargo, la dificultad para precisar el origen lingüístico de la palabra Chihuahua persiste porque puede provenir de los indios Concho que habitaban las orillas de los ríos Chuvíscar y Sacramento.
Antes de la llegada de los primeros españoles y criollos, los concho se dedicaban a la pesca, a la caza y recolección y a una incipiente agricultura; al llegar los conquistadores españoles, los combatieron durante las guerras indias, los explotaron en el trabajo de minas, los exterminaron con las epidemias y quienes se lograron salvar de tanta calamidad, se integraron y se aculturalizaron convirtiéndose en mestizos, de tal manera que los Concho y su lengua se terminaron.
A los chonchos, antes de la llegada de sus verdugos, se les pudo ocurrir la palabra componiéndola con chi, lugar, y hua, agua, cuya repetición denotaba el cruce de los dos ríos mencionados.
2.- La Fundación de Chihuahua
En 1709, Antonio Deza y Ulloa decidió que la cabecera municipal se asentara entre los ríos Chuvíscar y Sacramento, quizá por la reminiscencia de que el paraíso, dicen, se ubicó entre los ríos Tigris y Éufrates. Antes de ser llamado Chihuahua se le designó de acuerdo a la pomposa y sacra manera española: Real de Minas de San Francisco de Cuéllar.
El crecimiento de esta población fue vigoroso y ya en 1718 se convirtió en Villa de San Felipe El Real de Chihuahua. Malabarismos verbales que al fin de cuentas le otorgaban mayor importancia debido a que el núcleo de pobladores se multiplicaba y extendía con un ritmo constante.
En 1763 se levantó un censo y la población llegó a los casi cinco mil habitantes. El 19 de junio de 1823, se decreta la creación de la provincia de Chihuahua, separándola así de la Nueva Vizcaya y en esos años la creciente Villa de San Felipe se convirtió en la pujante ciudad de Chihuahua.
Un año más tarde, Chihuahua se sacudió el lastre de ser llamada “provincia” convirtiéndose en un estado de la Federación Mexicana. Y en ese momento alcanza también su calidad de capital del estado.
3.- ¿Cuándo llegamos a ser chihuahuenses los chihuahuenses?
¿Fue en el momento en que los indios chichimecas construyeron Paquimé?
¿Cuándo Alvar Nuñez Cabeza de Vaca y Estebanico, según la versión de fray Marcos de Niza, alucinaron Cíbola, Quivira y las demás ciudades de oro?
¿Fue cuando los apaches y las demás tribus indias, nómadas y semisedentarios, andaban de pie volante galopando por estas tierras cazando bisontes cíbolos, sintiendo la libertad del viento y la inmensidad de las tierras?
¿Fue cuando llegaron los primeros aventureros españoles, al mando de Francisco de Ibarra, declarando que a partir de ese momento todo espacio que pisaran y alcanzaran a mirar pertenecía a la Corona?
¿Fue cuando hallaron plata y decidieron fundar Santa Bárbara, el primer pueblo de la Nueva Vizcaya?
¿Fue en el instante en que chocaron dos culturas, los tenaces españoles y los indios indomeñables, iniciándose los combates por el territorio?
¿Fue en el momento en que se inventó la palabra Chihuahua para designar estos lares? ¿O cuando se le otorgaron sus límites geográficos?
¿O acaso cuando se erigieron vencedores los españoles y criollos, todavía más feroces que los feroces apaches (como les llamaban a todo indio que se moviera con pie volante) que combatían, y que lograron exterminar junto con la mayoría de las tribus indígenas (Conchos, Tepehuanes, Guarojíos, Tobosos, Tapacolmes, Chiricawas, Rarámuris, Mezcaleros, Comanches, etc.) que habitaban éstas regiones?
¿O fue cuando juzgamos, al estilo hipócrita de los españoles en el poder local, que antes del juicio ya estaba dada la condena, fusilamos, al antiguo y autómata estilo militar que dispara sobre los acusados con unas vendas sobre los ojos todavía más oscuras que las del mismo acusado, y decapitamos, al estilo apache o del despiadado Kirker, al padre de la patria, Don Miguel Hidalgo y Costilla?
¿Llegamos a ser chihuahuenses cuando Luis Terrazas, aprovechando que poseía en sus manos todo el poder político, facturó a su nombre el estado de Chihuahua?
¿Fuimos chihuahuenses los chihuahuenses en el momento en que Benito Juárez se refugia en el desierto, albergándose en estas tierras a las que llega en una carreta desvencijada cargando las Leyes de Reforma y La República acosada por el imperio de Maximiliano?
¿O fue, acaso, cuando los gringos se apoderaron del 51% del territorio nacional y todavía Santa Anna les vendió La Mezilla?
¿O cuando los chihuahuenses se levantaron en armas elementales y fueron vencidos estrepitosamente en Sacramento, por esos mismos gringos rapiñosos?
¿O fue cuando los tomochitecos, con todo el poder de Dios y guiados por la Santa de Cabora, se enfrentaron al ejército de pelones de Porfirio Díaz?
¿O de plano sucedió cuando Pancho Villa irrumpió en la historia a punta de pistola, y su pueblo gritaba al mirarlo rayar su zaino renegrido ¡Viva Villa, cabrones!?
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