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¿Programa bracero recargado?

¿Programa bracero recargado? 1 de marzo de 2021

Hernán Ochoa Tovar

Chihuahua, Chih.

“Quiero recordarle al gringo: yo no crucé la frontera; la frontera me cruzó”

Los Tigres del Norte.

La conversación que el Presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, sostendrá, este comienzo de semana, con su homólogo estadounidense, Joe Biden, ha sido tendencia en las redes. Más aún, cuando, en días pasados, AMLO, en una gira realizada por la zona rural del estado de Zacatecas, esgrimió que le propondrá a Joe Biden “la realización de un nuevo pacto migratorio”. 

Esto porque -según aludió López Obrador- los Estados Unidos no cuentan con la mano de obra requerida para sus diferentes áreas económicas y sectores.  Ahí, dijo, los mexicanos podrían entrar a laborar, pues, resultaría benéfico para ambas naciones.  

Aunado a ello, el Profr. Isaías Orozco comentó, en su columna del día de hoy, publicada en El Diario de Chihuahua, que los anglosajones y afroamericanos oriundos del vecino país del norte, muchas veces desprecian este tipo de labores, debido al esfuerzo que se requiere imprimírseles, y, sobre todo, por la escasa paga que representan en aquellas latitudes. Empero -refiere el educador- es un estipendio cuantioso, con respecto a las condiciones laborales que enfrentan muchos paisanos en suelo nacional, mismos que, como sabemos, difícilmente alcanzan aquellos montos salariales.

Por tal motivo, el Presidente López Obrador, deslizó que, de esta manera, quien desee migrar a la Unión Americana lo haría por la vía legal, y no arriesgando la integridad, en aras de conseguir mejores condiciones de vida, como ha sucedido hasta el día de hoy. 

Debo decir, la propuesta presidencial me parece sensata y adecuada. 

Desde que finalizó el Programa Bracero (suscrito en el curso de la Segunda Guerra Mundial, por los gobiernos del Gral. Manuel Ávila Camacho, a la sazón Presidente de México; y el de Franklin Delano Roosevelt, Presidente de los Estados Unidos en aquella época), la situación que han enfrentado los paisanos en aquella nación norteamericana, ha resultado en una combinación de paradojas e incertidumbre. Esto porque, desde la conclusión del citado convenio, a inicios de la administración de Gustavo Díaz Ordaz (1964), el gobierno federal no volvió a intentar alguna forma de intercambiar trabajadores por la vía legal; incluso si esta modalidad prevaleciese en la clandestinidad, por la vía de los mojados y el coyotaje en las fronteras. 

Y aunque al llegar Ronald Reagan a la Casa Blanca (1981-1989), se promulgó la Ley Simpson-Rodino, que le otorgó amnistía a algunos paisanos que habían llegado de manera ilegal a los Estados Unidos, este intento -de igual manera- no volvería a repetirse; por lo menos hasta hoy, cuando el actual ocupante del despacho oval, Joe Biden pretende ejecutar un ejercicio semejante. 

Cabe destacar que el gobierno del ex Presidente Vicente Fox (2000-2006) sí pretendió impulsar una ambiciosa agenda migratoria, aprovechando el entendimiento inicial que tuvo con su homólogo, el ex gobernador de Texas, George W. Bush; a esta pretenciosa idea se le llegó a denominar la “enchilada completa”, visualizándose al ex canciller, Jorge Castañeda, como un canal para llegar a consumar esta encomienda. 

Sin embargo, al final no cuajó; en parte por el sinsabor que causó a los Estados Unidos, la dilación, por parte del gobierno mexicano, en tomar una determinación final, con respecto a la segunda Guerra del Golfo, acontecida en el 2003 (personalmente, el escribiente celebra que Fox no haya dado su brazo a torcer; empero, el gobierno de Bush sí se sintió agraviado al respecto; y la coyuntura favorable que, de acuerdo a algunos analistas, existió al inicio del sexenio, ya no volvería a ser la misma), mandándose tal idea a la congeladora. Más aún, la salida de Castañeda en dicho año, sí vino ser determinante, pues Luis Ernesto Derbez, su sucesor en Relaciones Exteriores, no retomó dicha temática, otorgándole a las cuestiones del exterior un talante conservador que prevaleció en el curso de los siguientes sexenios.

Por lo anterior, me parece plausible que el gobierno de López Obrador desee plantear una agenda integral, respecto a la migración. 

Mientras, según John M. Ackerman, las administraciones anteriores privilegiaron el lobby parlamentario; la 4T pretende (por lo menos discursivamente, veremos si esto se cristaliza) beneficiar directamente a los paisanos y a los ciudadanos en su conjunto. 

Ejemplo de esto es que se han dado apoyos en algunas de las zonas más deprimidas del país, a la par que se han constituido las fronteras en zonas económicas especiales; ello, en aras de atraer inversión y empleo. La conformación de un nuevo pacto con los Estados Unidos, vendría a conformar un eslabón más en esa cadena, logrando sacar de la incertidumbre un tema que fue históricamente soslayado, pero que resulta sumamente conveniente para ambas partes.

Porque, según esgrime Jorge Castañeda, se sabe que los propios americanos requieren la mano de obra mexicana. Empero -comenta el analista en cuestión- en esta relación ha prevalecido la hipocresía en el ámbito legal y discursivo, pues, aunque saben de la mutua necesidad para llevar a cabo tales actividades, se rehúsan a darle un cariz jurídico, pues algunas personas no desean realizarlo cabalmente, existiendo múltiples vericuetos para sortear aquellas dificultades (recordemos aquella película de Charles Bronson, donde un ranchero anglosajón, le reclama al veterano héroe de acción, por llevar migrantes mexicanos a trabajar a la pizca de sandía; en detrimento de la “fuerza de trabajo nacional” (sic). 

Por el bien de todos, esperemos que López Obrador y Joe Biden puedan llegar a un buen acuerdo. Sin embargo, también es menester aclarar, que, de lograr un nuevo convenio, en los albores del siglo XXI, se defiendan los intereses de la nación; y, sobre todo, sean los trabajadores quienes reciban los beneficios del mismo, y no al revés. 

Porque el ya citado “Programa Bracero”, aunque fue la primera experiencia de este tipo, suscrito por un par de mandatarios que pudieran considerarse progresistas para su tiempo (Lázaro Cárdenas y Roosevelt), desencadenó, a la postre, una serie de abusos que no fueron benéficos para los migrantes. 

¡Aún, el día de hoy, un reportero le cuestionó a AMLO, en la mañanera, acerca de los destinos del Fondo Bracero! Explicando el Presidente que, durante la gestión de Vicente Fox, se constituyó un fideicomiso ex profeso para ello; pero, como no se le pagó a todos aquellos quienes acudieron, el caso terminó en la Suprema Corte, donde aún es objeto de análisis. 

Por ello, esperamos que se repliquen las buenas experiencias del pasado; pero que los errores de antaño no se repitan.  Al tiempo.

Hernán Ochoa Tovar

Maestro en Historia, analista político.