Chihuahua, Chih.
“La política es la lucha por la felicidad de todos”: José “Pepe” Mujica, ex Presidente del Uruguay (2010-2015).
En el título de la presente colaboración deslizo esta metáfora, debido a que, en ciertas cuestiones, el veterano político mexicano, Porfirio Muñoz Ledo, me recuerda al finado Luis Miquilena, funcionario ligado a la izquierda venezolana quien era considerado como una especie de mentor del Coronel Hugo Chávez, Presidente de Venezuela por largo tiempo (1999-2013).
Esto porque, Miquilena era un político de izquierda de la vieja guardia.
Luego de desempeñarse como parlamentario durante la década de 1960 en su país natal, se alejó del quehacer político por casi tres décadas. Su retorno se vio condicionado por el arribo del Coronel Chávez al poder, quien, al conformar su gabinete, lo nominó para ocupar la posición de Interior y Justicia (el equivalente en Venezuela para lo que en México conocemos como la Secretaría de Gobernación).
De alguna manera, Miquilena fue una especie de puente con los sectores que eran adversos al liderazgo de Chávez, como lo eran la clase media, la alta y cierta parte de la élite intelectual. Esto porque, ellos veían en Miquilena a un sector que podría establecer vasos comunicantes y que tenía la trayectoria y los talentos necesarios para ellos.
En un principio, la comunicación entre ambos fue buena y pudo ser fiel de la balanza en algunas cuestiones.
Sin embargo, cuando se vio que su presencia no era incondicional, Miquilena y el Coronel Chávez se distanciaron, terminando, incluso, con procesos abiertos en la Contraloría Venezolana (los cuales, al parecer, no pudieron probarle). Empero, el vínculo con su viejo amigo quedó roto, y, si bien, su destino no fue tan dramático como el de Alfredo Peña (quien fuera Secretario de Chávez, Asambleísta constituyente, Alcalde de Caracas; y terminó enfermo y exiliado permanentemente), si se separaron de tal manera que nunca volvieron a relacionarse, ni a recomponer sus viejas simpatías.
Considero que, de algún modo, esto ha sucedido entre el veterano Muñoz Ledo y el Presidente López Obrador, pues ambos pasaron del afecto personal al gélido distanciamiento. Empero, hay ciertos diferenciales, pues Chávez no era un político profesional, sino un militar de carrera; mientras López Obrador ser ha movido en las aguas de la política desde hace, por lo menos, cuarenta años.
Tienen grandes semejanzas en sus trayectorias: por ejemplo, el hecho de que ambos formaron parte del PRI y fueron parte de esta ala izquierda que dimitió para fundar el PRD.
Prácticamente uno (AMLO) sucedió al otro (Muñoz Ledo). Y aunque la Presidencia de Vicente Fox los llevó por caminos distintos, pues Muñoz Ledo apoyó al guanajuatense y le dio una embajada como premio; el camino los volvería a unir. Muñoz Ledo se distanció de Fox y AMLO lo sacó del ostracismo, y, aunque parecía tener el repudio de las bases, López Obrador le dio una nueva oportunidad en las izquierdas.
Esto le permitió volver a ser diputado en dos ocasiones (2009-2012 y 2018-2021), al tiempo que movió sus cartas de manera simultánea, pues, aunque fue asambleísta constituyente en la conformación del marco jurídico de la naciente Ciudad de México, colaboró en MORENA prácticamente desde su inicio, convirtiéndose a la postre en uno de los ideólogos del joven instituto político.
El reconocimiento de sus compañeros diputados y el aval de López Obrador le permitieron llegar a ser Presidente de la Cámara de Diputados en 2018.
Fue en esta coyuntura que Muñoz Ledo dijo que tenía el sueño de “entregarle la banda presidencial” a AMLO y pudo cumplirlo. Sin embargo, en ese momento empezaron las diferencias: Muñoz Ledo ha sido, por lo menos desde la década de 1990, impulsor de un nuevo régimen político y una Carta Magna que sustituya a la de 1917.
No obstante, López Obrador discrepó radicalmente con esos enunciados.
Esto porque, aunque López Obrador quería un cambio, no deseaba hacerlo desde la construcción de un nuevo edificio conceptual, sino reformando el existente. De tal suerte que, consideró, sólo se debía reformar la constitución de 1917 para echar a andar la 4T y no era necesario un nuevo marco legal.
Con esto rompió lances con otros países de izquierda, pues naciones como Venezuela (1999), Bolivia (2008) y Ecuador (2008) se habían caracterizado por elaborar nuevas constituciones que determinaran el surgimiento de un nuevo orden legal.
AMLO sólo corrigió las leyes apoyado por la bancada morenista, de la cual Muñoz Ledo era un destacado integrante. Al mismo tiempo, no se condujo al parlamentarismo (como era idea de ciertos analistas), sino que fortaleció la figura presidencial con base en los recursos existentes.
Empero, hubo otros diferendos.
Diversos legisladores de Morena siguieron la instrucción de que a las iniciativas y presupuestos no se les moviera “ni una coma” y pasaran intactas, como habían sido confeccionadas desde la Consejería Jurídica de la Presidencia. Muñoz Ledo se negó a eso. Fiel a su actitud, consideraba que era necesario prohijar el debate, el análisis y las discusiones para fortificar las iniciativas presidenciales.
Cabe destacar, fue de los pocos disidentes, pues la mayoría de los planteamientos eran discutidos y quedaban en su versión final como quería ser leída por los heraldos presidenciales. Otro asunto que causó aspaviento fue la aprobación de la Guardia Nacional, así como el trato que el ejecutivo federal había dado a los migrantes, política en la cual, como se ha dicho en colaboraciones anteriores, la federación se caracterizó por dar un giro de 180 grados.
La gota que derramó el vaso fue la militarización.
Y, luego de ser desestimado para ser embajador en Cuba, Muñoz Ledo pareció pasar del oficialismo a la oposición. El viejo parlamentario elocuente no estuvo de acuerdo en el rol de las fuerzas armadas en el seno de la 4T; y con la extensión de la participación de las mismas en seguridad, hasta el año 2028, tuvo sendas consecuencias que reflejó sin mediación alguna.
Nadie imaginaba que aquel hombre que defendía con emoción y enjundia el proyecto de López Obrador, pasara, en el ocaso del sexenio, a tornarse un disidente.
Su último comentario me ha parecido desafortunado.
Si bien, el plan “B” de la Reforma Electoral es pertinente, tiene el mal de origen que fue mandado a la carrera. Y querer legislar al vapor, teniendo un cúmulo de material por revisar, puede ser imprudente, pues encierra el andamiaje electoral.
No obstante, catalogar a esta acción como golpe de estado, me parece desafortunado.
Creo que la decepción de Porfirio Muñoz Ledo es mayor de la que pudiésemos imaginar. Termino diciendo que discrepo con algunas acciones de don Porfirio. Sin embargo, no debemos desestimarlo. Un político con su experiencia y su currículum son pruebas suficientes para considerar su pertinencia.
El tiempo dirá si su juicio fue acertado o equivocado en el veleidoso mundo de la política mexicana.