Chihuahua, Chih.
“…son ciudadanos de la República los varones y las mujeres que, teniendo la calidad de mexicanos, reúnan, además, los siguientes requisitos: haber cumplido 18 años, siendo casados, o 21 si no lo son, y tener un modo honesto de vivir”.
Adhesión al artículo 34° constitucional realizada el 17 de octubre de 1953
El pasado miércoles se cumplió el 65° Aniversario del Sufragio Femenino en medio de un contexto que nos atraviesa por muy diversas partes; el reflejo del resultado de las acciones afirmativas en términos de paridad, el combate de la violencia política como resultado, el abuso de este mecanismo de denuncia por parte de féminas emblemáticas, mujeres vivas que fueron testigas presenciales del momento histórico que la lucha sufragista en el país consiguió para todas: votar y ser votadas. El comienzo fueron las gestas revolucionarias de las cuales las mujeres pretendían verse beneficiadas y que al fin y al cabo, al día de hoy en 2018, seguimos con hondas asignaturas pendientes.
La lucha por la reivindicación de los derechos a tener voz y representación a través del voto, comenzó exigiendo el control de la natalidad como asignatura primordial asumiendo que para quienes gobernaban (el gobierno que se pretendía derrocar y el nuevo, al que se le habían planteado estas exigencias pero respondió diciendo que al ganar la revolución, ganaríamos todOs), no lo tenía como tema –ya no digamos importante- ni siquiera como uno que se debiera contemplar. Por eso se convirtió en una lucha.
Previa difusión de ideas feministas que se esparcieron como la pólvora, en 1916 se realizó el Primer Congreso Feminista impulsado por el gobernador de Yucatán (estado pionero en todos los derechos de las mujeres) y otras mujeres líderes de opinión de aquella época. En 1923 la Sección Mexicana de la Liga Panamericana de Mujeres convocó al Primer Congreso Nacional Feminista del que hubo dos demandas en particular para convertirlas en agenda política y motivo de lucha: la igualdad civil para que las mujeres pudieran desempeñarse en lo que hoy se define como función pública, funcionarias, pues, y emitir el sufragio. Como resultado en San Luis Potosí y Yucatán las mujeres pudieron votar pero solo en esos estados. De hecho, Elvia Carrillo Puerto fue la primera mexicana electa diputada en un Congreso local, pero la misoginia combinada con las dinámicas sociales y culturales del momento la hicieron dimitir (para quien diga que el lenguaje incluyente no es importante, a ella la obligaron a renunciar argumentando que la ley decía que “son ciudadanos, los nacidos…” así, en masculino).
Para 1937 Lázaro Cárdenas envió una iniciativa al Senado para que pudiéramos obtener la ciudadanía y con ella, el voto. En 1946 Miguel Alemán aprobó una iniciativa para que el artículo 115 constitucional se modificara a fin de que las mujeres pudieran participar en elecciones municipales, como preámbulo a conseguir una reforma que permitiera participar también en el ámbito federal. La lucha jurídica culminó en que el 3 de julio de 1955 las mujeres pudieron acudir a las urnas a elegir diputados federales.
Pero votaron solo por hombres y que otras pudieran postularse fue otra batalla enorme contra el yugo masculino que las sometía a la voluntad de sus padres, hermanos y esposos. Historias de las que en aquel tiempo eran niñas relatan cómo fueron estigmatizadas y largamente avergonzadas públicamente las que votaron por primera vez.
Narrado así, pareciera que fue la buena voluntad de los hombres gobernantes y los “buenos gobiernos” de otros tiempos los que cedieron la graciosa concesión de permitirnos votar; nada más alejado de la verdad. La batalla costó la sangre, la vida y el exilio de cientos a lo largo de todo el país, amenazas, agresiones, arrancarles sus familias, la cárcel, ser relegadas y echadas de sus lugares de origen son solo ejemplos de lo que para muchas se convirtió en una sentencia por tener ideales y defenderlos.
Por considerar que somos personas y empeñar la vida en ello.
Eso aún perdura. A pesar de contar con ambas cámaras en más o menos equilibrio de género en lo federal y en lo local del mismo modo, la batalla jurídica nos ha llevado a dirimir controversias en los más altos tribunales especializados en materia electoral y otros porque el estado sigue negándose a delegar en nosotras mismas el poder de nuestras decisiones. Y sobradas razones tiene: nosotras somos las responsables de proveer trabajadores, de aportarle a la nación ciudadanos(as), por eso, le urge mantener el control sobre nuestra capacidad reproductiva, esa es la deuda de la democracia para con la función social que nos corresponde a las mujeres.
En aquel tiempo las sufragistas fueron igualmente atacadas, perseguidas y ridiculizadas llamándolas “suffragettes” (como “feminazis” a las feministas de hoy), la lucha por votar y ser votada de aquel entonces es la misma a la despenalización del día de ahora. Lo es porque la demanda primordial fue y es, es reivindicar el derecho que tenemos a decidir.
Hacer un breve recuento histórico sirve de pretexto para exhortar a las funcionarias públicas actuales y a las que ocupan un puesto de elección popular a que hagan conciencia sobre todo lo que tuvo que suceder para que reivindicaran a través de su participación en política, lo que hoy muchas otras buscamos a través de esa misma reivindicación pero con todo el cuerpo, adquiriendo la capacidad de decidir sobre el mismo.
Porque de eso se trata, de adquirir derechos para todas, no solo ganar y ocupar espacios para el beneficio personal. Porque de eso va la lucha colectiva que beneficia a las que incluso dicen que el feminismo no las representa, siendo que ha sido gracias al feminismo que cuenten con la posibilidad de tener una voz y utilizarla desde cualquier tribuna.
Si usted ya tiene y goza de ese derecho, no pretenda cancelar los derechos de las otras.
#SeráLey
marielacastroflores.blogspot.com
@MarieLouSalomé