Chihuahua, Chih.
“No busques, permite que te encuentren.”
Jodorowsky
En el centro histórico de la Ciudad de México hay un cuadrante delictivo operado por células de carteristas. En la superficie recorren la avenida Pino Suárez, del Zócalo a Izazaga, robando a transeúntes. En el subsuelo, abordan la estación Zócalo del metro y descienden en Pino Suárez, desposeyendo a los usuarios de bolsos y carteras.
Un robo bien coordinado, silencioso, de efectiva comunicación a través del intercambio de miradas de los integrantes de la célula. La policía es impotente porque carece de un adiestramiento operativo basado en la inteligencia policial para la prevención del delito. Algunos dirán que se trata de una delincuencia menor, pero es un eslabón de una cadena delictiva de asaltantes, defraudadores, secuestradores y narcotraficantes pertenecientes al submundo del hampa organizada.
Es la roca de la inseguridad que el Estado no ha logrado siquiera taladrar para reducir. Signo de su fracaso en un servicio supuestamente fundacional, la seguridad de los gobernados. Se vive dentro del Estado para tener seguridad. Derivación de este fracaso es la proliferación de los servicios de seguridad privada, el enrejamiento de las calles y todos los dispositivos de vigilancia que oferta el mercado, todo esto accesible de acuerdo con los ingresos de cada familia. Consecuentemente, la mayoría de la población tiene que adaptarse, ser resiliente y aceptar la inseguridad como un asunto entre particulares, un desafio para los más aptos.
Una visión darwiniana que muestra la claudicación del Estado.
Dos preguntas por responder para salir del hoyo. Primero ¿Cómo llegamos a esta situación de inseguridad? Básicamente mediante el desmantelamiento del Estado Social y la ampliación extremista del libre comercio. Segundo ¿Qué haremos para recuperar la seguridad perdida? Esta es una pregunta que le hacen a los candidatos presidenciales.
Los que pertenecen o se identifican con el actual régimen de los tecnócratas hablan de policías, leyes, penas, están anclados a la guerra contra el narco y a la iniciativa Mérida impuesta por Estados Unidos. Los candidatos con posturas opositoras hablan de medidas redistributivas que contradicen el dogma económico imperante. Eso sí, hay políticos que encomian el modelo económico, pero afirman que si se les reducen los ingresos (Javier Lozano) o les quitan su pensión (Vicente Fox) se dedicarán a robar.
De la mano de la redistribución, López Obrador apela a fortalecer la complexión moral de la sociedad, constitución moral dice, no sin vaguedad.
En esta indefinición, a tientas de un camino por descubrir o redescubrir. Recordemos que los pilares de la moralidad colapsaron.
Desde el Estado el abandono de la educación cívica en tiempos de Ernesto Zedillo y hasta ahora no se ha podido recuperar. Desde las iglesias el creyente ha disociado entre religión y moral, se cree sobre la base de un intercambio de plegarias, procesiones y limosnas a cambio de la ayuda divina. Las prescripciones morales se distienden o se desatienden absolutamente.
Las tres pistas del circo nacional: mercado, política y entretenimiento, funcionan casi libres de valores.
Salud y larga vida.
@profesor_F
Francisco Flores Legarda
Abogado y analista. Profesor por Oposición de la Facultad de Derecho de la UACH. Profesor F.