Chihuahua, Chih.
Imposible no encontrar el paralelismo entre la situación del ex director de Pemex, Emilio Lozoya, y el ex secretario de Hacienda de Chihuahua con César Duarte, Jaime Herrera.
Ambos gozan de un estatus preferencial mediante el cual pretenden eludir las sanciones penales por los presuntos delitos cometidos.
En términos coloquiales son “testigos protegidos”; en los jurídicos se acogieron a un “criterio de oportunidades”, consistente en que, a cambio de otorgarle a la fiscalía respectiva los suficientes elementos probatorios para que un superior jerárquico suyo en el ejercicio público compartido, pueda sometérsele a la acción persecutoria del Estado Mexicano, y no ser objeto de sanción alguna.
La característica esencial es haber reconocido la comisión de delitos, en este caso patrimoniales. Es decir, haber formado parte del entramado de la comisión de tales delitos y ofrecerle a la fiscalía evidencias plenas, así como las declaratorias necesarias que lleven al encarcelamiento de los superiores. En estos casos, a Enrique Peña Nieto, en el caso de Lozoya, y de Duarte, en el de Jaime Herrera.
Tan polémica situación la ha causado la publicación de sendas fotos y texto de la periodista Lourdes Mendoza, autora de la columna “Sobremesa” en El Financiero en las que se observa al ex director de Pemex cenando en un selecto restaurante de la Cd de México, acompañado de Doris Beckman, hermana del presidente de la compañía Tequila Cuervo, Juan Domingo.
Las críticas en contra de la 4T se han centrado en la supuesta prohibición a Lozoya de salir de su domicilio -¿No que estabas arraigado? Le espetó Lourdes Mendoza-.
La realidad es otra, acaso peor, Lozoya, al igual que Herrera puede andar libremente por su ciudad de residencia, no obstante que hasta ahora nadie de los supuestamente señalados por Lozoya ha pisado cárcel alguna.
Por lo menos Jaime Herrera podrá ufanarse de que algunas de sus declaraciones sirvieron para las detenciones de quienes fueron sus compañeros en el gabinete de Duarte.
Pero el costo pagado por la sociedad, en ambos casos, es extremadamente alto. En los dos -salvo que algún juez determine lo contrario-, si los personajes centrales de la columna de hoy cometieron algún delito (y por eso son “testigos protegidos”) cuya autoría ya reconocieron, no recibirán castigo alguno.
La reacción del presidente López Obrador es de antología. “Es legal, pero inmoral el que se den estas cosas”, dijo. ¿Qué esperaba? ¿Que se quedara en su casa, que abandonara su ritmo de vida? ¿Que se sometiera a un retiro?
¡Po’s si lo dejaron libre a cambio de que entregara pruebas en contra de Peña Nieto, y éste sigue yendo a cuanto sarao lo invitan! ¡Y encima le dejaron casi intacta su fortuna -la que está a la vista, la otra, po’s no!-.
¡Valiente justicia la nuestra! -Si aceptas culparte, y culpar a tu jefe (y a algunos más) quedarás en libertad y, además, no te quitaremos peso alguno-, para que luego se vaya a comer y beber a un restaurante muy fifí.
¡Híjole, y eso que son distintos!
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